Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Cinco historias de amor

Voces de colaboradores cubanos dan fe de la entrega que habita en una revolución que ha echado raíces en lo más hondo, allí donde esperan las necesidades urgentes del ser humano

Autor:

Alina Perera Robbio

ESTADO ANZOÁTEGUI, Venezuela.— En el alma del pueblo venezolano cayó una semilla de esperanza. Al hacerlo, prendió en tierra herida por siglos; y ha echado tantas raíces en la autoestima de millones de seres, que difícilmente lo que está creciendo pueda ser arrancado. Ahí habita, con toda seguridad, una de las fortalezas de la Revolución Bolivariana.

Venezuela, por ejemplo, será el segundo país en el mundo en declararse con un sistema de base de atención primaria de salud, según el cual habrá médicos en todas las comunidades. Ese es un sol de humanidad que ningún dedo puede tapar. Ahora, como nos ha explicado Edel Alberto Viltres Ruiz, jefe de la Misión Médica en el estado de Anzoátegui y coordinador en él de las misiones sociales cubanas, se quiere ir a lo profundo, en un viaje que busque mejorar los estilos de vida de la población.

El estado ya logró, como los de la mayoría del país, el ciento por ciento de cobertura en atención primaria de salud. Con ello se benefician más de 1 700 000 habitantes. Detrás de conquistas sociales como estas, hay muchos artífices que por nada del mundo buscarían notoriedad. Nuestro diario, sin embargo, encontró cinco testimonios que sería imperdonable no compartir, porque a la virtud, que suele andar silenciosa, es justo darle realce.

Cambio de concepciones

Roberto González Castilla. Foto: Alina Perera Robbio

Roberto González Castilla, anestesiólogo desde hace 27 años, llegó a Venezuela en julio de 2014. Santiaguero de «pura cepa», como él se autodefine, nos cuenta que muchos pacientes se asombran de que él los ausculte, los examine y les haga preguntas. Ellos casi siempre le dicen que han sido interrogados, pero sin una sola orden de prueba médica.

Ahí es cuando el doctor Roberto empieza a dar su batalla por cambiar algunas concepciones que parecen inamovibles en las mentes de los pobladores. «Con el interrogatorio, con el examen físico, se pueden diagnosticar hasta el 90 por ciento de las enfermedades. Es algo que muchos no comprenden», explica.

En el nuevo contexto González afirma que el gran reto es estar actualizado, hacer mucho con poco, resolver todo tipo de problemas y que el paciente se sienta seguro. «Eso se logra con lo que aprendimos en Cuba, y con la manera en que lo aplicamos aquí».

Él se acordará siempre de un joven venezolano que puede considerar amigo, que fue encontrado por un médico cubano en pésimo estado físico. «Luis estaba en su casa —rememora el anestesiólogo—; la mamá me contó que se había tirado a morir de lo mal que se sentía. Entonces lo acogimos, le hicimos todos los exámenes y lo operamos de vesícula. Hoy está sin ningún problema, muy agradecido, de tal forma que nunca se ha despegado de nosotros».

Como esa historia, Roberto podría relatar otras muchas que son posibles por su entrega, esa que le confiere sentido a toda nostalgia. En Cuba dejó a sus padres, a sus hijas y a su abuela de 92 años. Los extraña a mares. Y hay que estar aquí para entenderlo. Esa es la parte más difícil de esta etapa de su vida.

Se lleva el «gracias, doctora»

Yarilay Calderín Silveira. Foto: Alina Perera Robbio

Inolvidables. Así describe la guantanamera de 27 años Yarilay Calderín Silveira, sus nueve meses vividos en Venezuela. Formada como Médico General Integral, confiesa que aquí «todo es diferente, porque los pacientes tienen sus características, sus propios estilos de vida».

Muchas personas se le acercaban a la consulta y preguntaban cómo podían pagar. Entonces Yarilay les explicaba que la Misión Médica y todos sus servicios son gratuitos.

Todos los caminos la han llevado a ser más independiente, a estudiar a diario, porque se tropieza con muchas enfermedades que en su Isla resultan poco frecuentes. En un principio la embargó el miedo, el que fue desapareciendo mientras conocía poco a poco a la población del lugar donde había sido ubicada para trabajar y vivir.

Los niños, los ancianos y las embarazadas le han calado hondo, porque son los más frágiles, porque ella se desvela por explicarles que la calidad de vida depende en mucho de los estilos con que esta se lleve. Y no es fácil modificar costumbres, aunque ello sea para bien.

«Mi gran responsabilidad me hace seguir adelante», afirma. Y en cuanto a lo que se llevará del país hermano, afirma que no es una imagen específica sino el «gracias, doctora», o el bienestar de alguien por la atención prestada. «En sí la imagen no tiene un rostro, no tiene un nombre; lo importante es la satisfacción de muchos pacientes que se van complacidos por los resultados que ellos mismos ven».

Una semilla en Venezuela

Belkys Chávez Fernández. Foto: Alina Perera Robbio

Se puede trabajar con el ser humano y lograr que se supere a sí mismo, siempre y cuando las cosas se emprendan con amor. Esa es la filosofía de la doctora Belkys Chávez Fernández, avileña, de Morón, formada como Médico General Integral y actualmente especialista principal para la docencia en el estado de Anzoátegui.

En Venezuela lleva cuatro años. Ha trabajado como médico de comunidad, como responsable de medicamentos, y en esta última etapa como asesora docente. «Cuando llegamos al estado de Zulia, vivíamos con venezolanos. La consulta era en casas de venezolanos, y nos llegaban casos difíciles. Por ejemplo, una vez me llegó una paciente asmática y me dijo: “Doctora, me siento mal, estoy con falta de aire”. Al momento cayó en el piso, cianótica. Y allí mismo, de conjunto con la promotora de salud, con los medicamentos disponibles y con nuestros conocimientos, le salvamos la vida. Después llegó la ambulancia y ella fue trasladada a un servicio hospitalario».

Belkys tiene más de una historia similar. «Ahora —cuenta— nos corresponde garantizar la calidad de los médicos integrales comunitarios y la formación de los especialistas en Medicina General Integral». Ese es el relevo, una de las garantías de que todo lo que está haciendo la Revolución Bolivariana se mantenga.

Esta cubana, con razón, siente orgullo, porque este año se graduaron en el estado 230 especialistas en Medicina General Integral. Son ellos los que hoy están en la Misión Barrio Adentro y han hecho posible la cobertura ciento por ciento en atención primaria de salud.

Ya está conformada en el estado la Universidad de las Ciencias de la Salud, nombrada Hugo Rafael Chávez Frías. «No es, explica Belkys, la tradicional a la que estábamos acostumbrados, ubicada en un edificio: está en el seno de las comunidades, en el terreno, y las prácticas docentes de los estudiantes de primer y segundo año se hacen en los consultorios. Ya después, a partir del tercer año y hasta el sexto, el escenario de aprendizaje son los hospitales».

Si importante es formar buenos profesionales, mucho más lo es la formación de seres humanos con valores, comenta la doctora, quien tiene la certeza de estar sembrando una semilla en Venezuela. «Yo a los jóvenes que he formado los veo como a mis hijos», confiesa.

—Doctora, usted tiene un apellido que entró en la historia.

—Muchos no me creen pero yo me llamo Belkys Rafaela Chávez Fernández.

Sobre la partida física del líder bolivariano, y del Comandante en Jefe Fidel Castro, que inevitablemente es recordado en la conversación, Belkys solo atina a decir: «Hay que seguir adelante. Es un compromiso. Hay que seguir adelante, seguir adelante...».

Crecimiento

Yaimé Juez Ochoa. Foto: Alina Perera Robbio

«En Cuba trabajaba en una escuela primaria, en el municipio de II Frente. Aquí en el estado he trabajado con el proyecto de la Colmenita Bolivariana, el que, más allá del resultado artístico que pueda tener, va encaminado hacia la formación de valores en los niños participantes y en sus familias. Actualmente trabajo con 25 pequeños en la comunidad de los Totumos, lugar donde nació el proyecto de la Colmenita en Anzoátegui.

«Son niños maravillosos, que saben ganarse el afecto y el amor de uno. Las familias están contentas, nos apoyan en todo lo que pueden. A los muchachos yo les digo “mis hijos”. Ellos son especiales; con ellos trabajo mucho con valores espirituales. No hay fecha histórica para ellos, o conmemorativa, en que no hagamos una actividad, en que no conozcan algo más de su historia, de sus tradiciones.

«La cultura venezolana es muy rica, sobre todo la danza, que tiene mucha tela por donde cortar. Y en manualidades los hijos de este amado país hacen cosas increíbles. Hay una joven a la que estoy preparando para que continúe mi trabajo, cuando yo tenga que regresar a Cuba. Como que le voy soltando las riendas para que vaya tomando el mando de la Colmenita Bolivariana. Esta es para mí una experiencia totalmente nueva. Siento que he crecido mucho mientras me enfrento a disímiles dificultades». (Testimonio de Yaimé Juez Ochoa, santiaguera de 26 años, formada como Instructora de arte, quien llegó a Venezuela en 2015).

El día que tenga un hijo…

Javier Hernández Madrigal. Foto: Alina Perera Robbio

Javier Hernández Madrigal, tunero de 31 años, estudió Cultura Física y ahora atiende en el estado el ámbito del deporte y de los jóvenes. Hace dos años está en tierra bolivariana. Considera «bonito» su trabajo, con personas necesitadas de ayuda. «El tiempo solo se echa a ver, dice, en que uno está lejos de la familia, de la patria».

Describe a los pobladores que atiende como a seres muy humildes. No olvida a una anciana en un círculo de abuelos, quien una vez buscó en su bolso, tomó un pan, lo partió en dos y le ofreció una de las dos mitades. Estuvo tentado de decir no, pero recordó que los venezolanos se sienten muy dolidos si uno les rechaza algo.

Javier afirma que este tipo de experiencia lo cambia a uno en todos los sentidos. «Uno conoce personas que nunca pensó conocer en la vida, amistades».

Este joven ha trabajado con el adulto mayor, ha atendido enfermedades crónicas no transmisibles. La misión, en su entender, es una escuela. Le han marcado los niños que, cuando entra a una escuela, buscan en él su cariño y le dicen «profe, profe…». Ya no podrá ser el mismo de antes. El día que sea padre, pronostica, querrá y formará a su niño o niña con toda la devoción de que sea capaz.

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