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Aquel diciembre de bala y pólvora

Algunas de las páginas más audaces del genio militar del Che fueron escritas por él en Santa Clara, y como cada año pioneros y jóvenes reeditaron simbólicamente esas acciones, en una tradición que se sostiene viva en las nuevas generaciones

Autor:

Nelson García Santos

SANTA CLARA, Villa Clara.—Todas las batallas tienen sus momentos cruciales, dramáticos y hasta sorprendentes. Lo confirma la protagonizada, en esta ciudad, por el comandante Ernesto Che Guevara al mando del Ejército Rebelde, un hecho matizado por esos instantes que, a veces, se escurren en el retrato abarcador.

Los acontecimientos decisivos que cimentaron la brillante victoria verde olivo aquí, en aquel diciembre de bala y pólvora de 1958, afloran en testimonios de combatientes y en los estudios de la estrategia seguida por las fuerzas revolucionarias y las tropas de la tiranía.

Recordemos que, previo al ataque a esta ciudad, luego de la toma de Fomento, la ofensiva se extendió desde la Carretera Central hasta zonas de Sancti Spíritus, y por el norte, Caibarién, Remedios, Camajuaní...

Como resultado, aproximadamente, en 12 días las tropas de la tiranía perdieron en los enfrentamientos más de 40 posiciones situadas en 17 poblados, entre cuarteles y puestos de la Guardia Rural, la Policía y la Marina. El Ejército Rebelde capturó unos 800 prisioneros.

El anillo

La dictadura lo esperaba por la Carretera Central, pero el Che utilizó una vereda para llegar a la Universidad Central de Las Villas, a unos ocho kilómetros del corazón de la ciudad, lo que le permitió burlar la posible emboscada de la soldadesca de la tiranía.

En la madrugada del 28 de diciembre de 1958 llegaron los rebeldes allí y, en pocas horas, la ciudad surgía ante sus ojos en medio de la bruma mañanera. A partir de ese momento los acontecimientos se desarrollaron vertiginosamente.

Uno de los instantes cruciales antes de la batalla fue la creación de un anillo alrededor de la capital provincial, que impedía la llegada de refuerzos.

Por la vía a Manicaragua era imposible, porque el Escambray estaba dominado por rebeldes. Desde la Carretera Central tampoco, pues Placetas había sido liberada e interrumpido el tráfico de vehículos con la destrucción del Puente de Falcón; y la tropa de Víctor Bordón operaba en la zona de Santo Domingo.

Téngase en cuenta que el enclave militar de Santa Clara era uno de los más importantes del país. Las tropas de la tiranía las componían más de 3 000 soldados, diez tanques y 12 tanquetas T-17 y un efectivo apoyo de aviones modelos B-26, F-47, T-33 y Seafury, con base en el campamento militar de Columbia y en Camagüey.

Decisiva resultó, para el ulterior desenlace bélico, la primera victoria: la toma del Tren Blindado, porque les proporcionó armas a los rebeldes, que eran unos 400. El día 29, el capitán Ramón Pardo Guerra (Guile), de la Columna 8 Ciro Redondo, comandó la operación de toma del convoy militar. El enfrentamiento tuvo lugar luego de que fuera descarrilado el tren, tras el levantamiento de un tramo de la vía férrea.

Exprimiendo al enemigo

El mando militar en la ciudad estaba a cargo del coronel Joaquín Casillas Lumpuy, el asesino del líder azucarero Jesús Menéndez, quien para resistir optó por concentrar los efectivos en los cuarteles y otras posiciones.

Ante esta táctica equivocada de aislar unas fuerzas de otras y no defender los accesos a la ciudad, el Che Guevara toma una decisión magistral: desencadenar una insurrección popular.

La táctica ordenada por él consistió en aprovechar hasta el más mínimo fallo de un ejército desmoralizado, corrupto, huidizo para el combate y presto siempre a masacrar a los indefensos.

El Comandante Guevara ordenó a los rebeldes el avance hacia el interior de la capital para rodear a las fuerzas enemigas; llevó el asalto al nivel de insurrección popular y empleó la propaganda, mediante volantes y altoparlantes, como arma fundamental para desmoralizar a las fuerzas que iba a atacar.

Durante los cuatro días de la batalla muchísimas personas les abrieron sus casas a los combatientes rebeldes, a quienes también ofrecieron alimentos y medicinas, y les permitieron romper paredes para facilitarles el avance hacia algunos sitios estratégicos.

Para limitar la utilización de los blindados, un verdadero dolor de cabeza, se levantaron barricadas conformadas con equipos pesados, y se tendieron emboscadas desde las que se lanzaban cocteles Molotov. La acción de la aviación fue neutralizada con la orden dada a las tropas rebeldes de pegarse lo más posible a las posiciones enemigas, y así reducir la efectividad del ataque aéreo.

Me han matado cien hombres

Los momentos dramáticos llegaron con la caída de valerosos combatientes y también de civiles, víctimas de bombardeos indiscriminados de la fuerza área de la tiranía.

Quizá la mayor conmoción se produjo con la caída del capitán Roberto Rodríguez, «el Vaquerito», jefe del Pelotón Suicida.

En testimonio ofrecido hace unos años a este redactor, el combatiente Roberto Eng Naranjo narró que el Vaquerito cayó peleando cuando se encontraba a unos 50 metros de la Jefatura de Policía. «Cuando supimos que lo habían matado, nos dejó un inmenso vacío. ¡Qué momento más amargo!». Cuando el Che conoció de su caída exclamó: «me han matado cien hombres».

El triunfo cuajó el día 1ro. de enero de 1959 con la rendición del Regimiento Leoncio Vidal. El genio militar del Comandante Ernesto Che Guevara, quien supo imprimirle una gran dinámica a la operación ofensiva, el coraje desplegado por el Ejército Rebelde, y el apoyo de la población permitieron el éxito, a pesar de la superioridad del enemigo en medios técnicos y hombres.

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