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Volcán de Fuego, Médicos de acero

A punto de cumplirse 20 años de trabajo ininterrumpido en tierra guatemalteca, los integrantes de la Brigada Médica Cubana se crecen ante los desafíos asistenciales que impuso la erupción del Volcán de Fuego el pasado 3 de junio

Autor:

Liudmila Peña Herrera

Cuando el Volcán de Fuego comenzó a escupir con fuerza abrasadora ríos de lava y profusión de cenizas por todas sus laderas, el doctor habanero Lázaro Manuel Fernández Suárez permanecía concentrado en el puesto de cabecera que le corresponde como especialista de 2do. Grado en Anestesiología y Reanimación, en la unidad quirúrgica del Hospital Nacional de Escuintla.

«Yo estaba de guardia el domingo cuando comenzó la erupción. Fue progresando el peligro hasta que el martes se declaró emergencia para la municipalidad de Escuintla y se armaron los albergues. Ese día acababa de terminar una anestesia para un bebé, cuando nos pidieron reunirnos en la casa para orientarnos cómo debíamos proceder», cuenta el médico.

En esos momentos el doctor villaclareño Relman Ricardo Quintana Martínez, especialista en Medicina Interna y coordinador de la Brigada Médica Cubana (BMC) en ese departamento de Guatemala, acababa de recibir indicaciones provenientes de la jefatura de la Brigada y creaba una red de conexiones para organizar el apoyo a la guardia médica de la Escuela Federal José Martí. Ninguno de ellos imaginaba cuán funestos resultarían aquellos días para los habitantes de las zonas aledañas al volcán, cuya erupción se cataloga como la mayor de los últimos años.

En medio del desconcierto, el temor y el inusual olor a azufre que brotaba de las entrañas del cráter, ni Relman ni Lázaro Manuel saben con certeza qué pensamientos los impulsaban: «Imagínese, uno piensa tantas cosas… Pero lo primero fue infundir tranquilidad en la Brigada y transmitir seguridad en que todo saldría bien», asegura vía internet el coordinador de los médicos cubanos en ese departamento del centro-sur de Guatemala.

En tanto, Lázaro Manuel Fernández, quien ahora suma a sus labores cotidianas la asistencia a los quemados en la sala de operaciones, explica que «las erupciones son impredecibles y, como a todos, nos atemorizan; pero mientras no constituya un peligro inminente para la vida, cumpliremos nuestro deber internacionalista».

El anestesiólogo habanero cuenta que entre sus obligaciones también se encuentra la de brindar apoyo al albergue de damnificados ubicado en la Escuela José Martí, donde los médicos cubanos realizan guardias de 12 horas y atienden las urgencias que llegan hasta allí, aunque las     afecciones más recurrentes son las enfermedades respiratorias y diarreicas, sobre todo en edades pediátricas.

«El sábado 9 hice el turno de 7:00 p.m. a 7:00 a.m. en este albergue. De pronto nos llegó un bebé de diez meses deshidratado y con 40 grados Celsius de temperatura. Rápidamente la enfermera cubana me ayudó a darle un baño para hacer descender la temperatura y luego lo enviamos al hospital. Cuál no sería nuestra sorpresa cuando al poco rato nos llama el padre porque no se lo recibían. Entonces aprovechamos que el ortopédico Lázaro Enrique Ilisastegui estaba de guardia en el hospital, lo contactamos y él logró que lo dejaran ingresado», narra Lázaro Manuel, como una de las muestras de la colaboración que viven a diario los cubanos.

Relman Ricardo recuerda que, como parte del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias Henry Reeve, nuestros galenos han asistido a miles de afectados por situaciones de catástrofes naturales en diversos países, mas califica esta experiencia como «única e indescriptible», y acepta revelar a JR otros detalles:

«Los momentos que vivimos después de la erupción fueron muy tristes, porque hay personas que se han quedado solas, sin nada. Recuerdo a una anciana que llegó al albergue por una urgencia hipertensiva. Había perdido a 11 integrantes de su familia». Pero el pueblo guatemalteco agradece infinitamente nuestra ayuda. En la calle nos miran y dicen: «¡Son ellos, son los Médicos de Acero!». Creo que el apodo ya se nos quedó».

Por su parte, el anestesiólogo puede dar fe de la fortaleza y la calificación del personal cubano, pues desde el salón de operaciones es testigo y protagonista a la vez de las batallas que se libran contra los efectos del fuego.

En una de las fotos que envía a través de su chat de Facebook está vestido de azul junto a un equipo de cirujanos locales, mientras curan las quemaduras extensas del niño de ocho años Luis Jorge García Montoya, en más del 45 por ciento de su cuerpo. El doctor asegura que luego de la erupción se recibieron en el albergue más de 20 menores de edad quemados, a los cuales curan cada dos o tres días.

«La mayoría de las quemaduras están en los miembros inferiores, pues ellos escaparon a pie a través de la ceniza volcánica. Desgraciadamente, otros muchos perecieron en sus casas o tratando de salir», comenta Lázaro Manuel, conmovido ante las muestras de apoyo de los guatemaltecos hacia los damnificados.

«El pueblo se ha volcado a la calle en busca de suministros y alimentos para estas personas. Me llama la atención la solidaridad de los más humildes educados en principios tan ajenos a los nuestros, pues suele primar lo personal y no lo colectivo», asegura.

El embajador de Cuba en Guatemala, Carlos de Céspedes Piedra, explicó a nuestro diario que la BMC llegó al país del quetzal a raíz del huracán Mitch, y se ha mantenido de emergencia en emergencia, sobre todo en aquellos lugares más apartados de la geografía de esa nación, donde mayores dificultades existen.

Entre las experiencias hermosas, colindantes con lo sensible y lo humano, se destacan las muestras de agradecimiento de los pacientes a quienes se les alivia un dolor o se les limpian y curan las heridas. Así lo destacó el diplomático:

«El amor de los necesitados hacia los médicos cubanos se aprecia en los centros de evacuación. Una mirada noble vale más que cien palabras. No estamos aquí por reconocimientos públicos, sino para servir al prójimo. Trabajamos para que cada guatemalteco sienta la presencia y la ayuda de Cuba, porque mantenemos presente en cada uno de nosotros el legado de Fidel y Raúl, así como el ejemplo de la dirección de nuestra Revolución».

Este miércoles, un refuerzo de alrededor de 20 galenos provenientes de los departamentos donde la BMC tiene presencia en ese país, llegó a Escuintla para fortalecer el trabajo de sus compañeros. Sus manos, sus palabras, y la atención a los desvalidos en Guatemala, reproducirán una vez más el espíritu guevariano que se manifiesta en una frase donde se juntan la responsabilidad del médico y la del revolucionario: «Todos los días hay que luchar por que ese amor a la humanidad viviente se transforme en hechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo, de movilización».

El fuego de un volcán

El volcán de Fuego es uno de los más impresionantes de Centroamérica. Constituye un estratovolcán situado entre los departamentos de Sacatepéquez, Escuintla y Chimaltenango, al centro-sur de Guatemala.

Sus erupciones son violentas, y probablemente es el volcán más activo desde la Conquista, a tal extremo que se afirma que el conquistador Pedro de Alvarado pudo verlo en erupción en el año de 1524, según el mismo lo reportó en epístolas.

Tiene una altura de 3 763 metros sobre el nivel del mar. Prácticamente se encuentra descubierto de vegetación más arriba de los 1 300 metros, donde básicamente solo puede encontrarse lava. Posee la forma de un cono que se alarga considerablemente hacia el sur, y forma el pie de monte hacia la costa sur. Debajo de él se constituye una meseta orográfica de múltiples características geológicas. Integra una tríada de colosos en erupción con los volcanes de Agua y Acatenango, próximos a su base.

Relman Ricardo (tercero de derecha a izquierda) ha compartido por estos días experiencias singulares con otros colegas en tierra guatemalteca. Foto: Tomada del perfil de Facebook

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