Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Una conversación placentera

Díaz-Canel conversó largamente con estudiantes de las enseñanzas media y superior de la provincia de Granma

Autor:

Dilbert Reyes Rodríguez

Para quien fuera Ministro cubano de Educación Superior, es casi inevitable que un encuentro con universitarios le sacuda la nostalgia y provoque expresiones espontáneas de viejos conocidos; aunque no reconozca ni una sola de las caras en el auditorio.

«¡Cómo crecen estos muchachos!». Fue de las primeras afirmaciones del Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, al reunirse en Granma con varios estudiantes de las enseñanzas media y superior, como parte de la visita de Gobierno realizada a la provincia oriental el miércoles y el jueves.

Acontecida en el teatro de la Escuela Pedagógica Rubén Bravo Álvarez, de la ciudad de Bayamo, la conversación empezó y se prolongó como un largo intercambio de gratitudes: los estudiantes por la deferencia presidencial de convocarlos para hablar a la misma altura, de temas cotidianos, escolares, del futuro; y el mandatario cubano «por la oportunidad» de escuchar sus pareceres, apetencias y expectativas, de las que «siempre aprendemos».

Una doctora elocuente, fluida, de palabras salidas como de un manantial, enumeró al estadista las razones que tienen todos los allí presentes para ir en su compañía, y de la Revolución, pensando y creando, más que diciendo y enarbolando consignas; que aún siendo estudiantes pueden aportar mucho a partir de la frescura de sus ideas, del atrevimiento propio de la edad.

Otro más parco se paró con firmeza a decir gracias, solo eso, porque de niño lo conoció en Holguín, y no cree estar aquí ahora, viéndolo igual y distinto a la vez, saludándolo como un día en las calles de Holguín. «Cuente conmigo, con nosotros.»

O el agrónomo que a la pregunta respondió que iría a trabajar a donde lo manden, y el otro que sugirió hacer más desde la universidad para las comunidades del entorno, a fin de poner cada vez más la ciencia en el propósito de resolver necesidades cercanas y palpables.

Hubo un maestro que se formó en aquella escuela, y dijo considerarse «fruto de maestros para hacer maestros», porque ahora trabaja allí, y agradece poder retribuir su formación. También un angolano argumentó su gratitud, al ver reflejado en sí la expresión actual del vínculo que unió a los dos países: «Cuba es para Angola una madre de amor» y otro extranjero solicitó el derecho de llamarse cubano, «porque somos como cubanos nacidos afuera».

Uno de los muchachos, estudiante de Marxismo-Leninismo, desbarató los mitos reductores al declararse apasionado de su especialidad, y respondió sin cortapisas, con ocho argumentos, a la provocación del Presidente: «¿No te lo enseñan como un ladrillo? Porque si lo aprendes como un ladrillo, así lo enseñarás después».

Calificado por el propio mandatario como un diálogo original y convincente, Díaz-Canel se declaró estimulado de advertir en los jóvenes las evidencias del compromiso, la responsabilidad, la definición, la confianza en el futuro, «la claridad de que la  historia en ustedes no es solo un saber, sino una convicción de continuidad».

Los alentó en el empeño de reasumir el llamado trabajo político-ideológico como esencia y no como consigna, «transformarlo a la visión de ustedes, al significado de crear, debatir, comprender el mundo, buscar respuestas en la historia patria».

Conminó a los estudiantes a discutir sobre las formas de subversión, a explotar las posibilidades de las redes sociales, los perfiles digitales, para contar sus vivencias cotidianas, su alegre realidad.

Igualmente volvió sobre la necesidad de conocer la historia nacional, porque «hay toda una intención de imponer una plataforma de restauración capitalista y neoliberal, de estandarizar la cultura hacia patrones imperiales, borrando la memoria histórica y fracturando la identidad de los pueblos. Es la forma actual de colonizar. Por eso no basta con saber la historia. Hace falta sentirla».

Los invitó al debate cotidiano sobre la realidad cubana, a «conocer bien nuestros problemas nacionales, las carencias, lo complejo de la vida diaria, el desbalance entre el poder adquisitivo del salario y los altos precios», como herramientas primeras para entonces resolverlas juntos, progresivamente.

De todos los alumnos que hablaron hubo también quien, incluso, escudó su parquedad en cierta curiosidad por preguntar, e interrogó al Presidente: «¿Qué espera de nosotros?».

«Que sean revolucionarios, cabales, consecuentes, valientes, antimperialistas, que se formen integralmente», respondió.

«Que independientemente de los saberes que adquieran, sean ante todo humanistas, emocionados, rebeldes y apasionados para combatir y aportar…

«Que sean sensibles para comprender los problemas de la gente. No se puede ser revolucionario sin ser sensibles, y solidarios.

«Sean honestos y sinceros, inconformes para seguir transformando, e innovadores».

Vino de la multitud un cuadro hermoso, con fotos de Fidel en la provincia, que fue un regalo estudiantil, y alguien de uniforme solicitó permiso para cantar de Silvio Pequeña serenata diurna, revelada después por Díaz-Canel como su preferida.

«Ha sido un enorme placer conversar con ustedes. Les aseguro que, desde el Estado, se les respeta mucho y se les quiere».

Hermoso y útil fue el encuentro del Presidente cubano con estudiantes de la enseñanza media y superior en el teatro de la Escuela Pedagógica Rubén Bravo Álvarez, de la ciudad de Bayamo. Fotos: Estudio Revolución

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