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Indultados: Insospechada libertad para la esperanza

Tras hacerse efectivo, en julio último, el indulto que concediera el Consejo de Estado a más de 2 000 sancionados, Juventud Rebelde salió en busca de las historias de jóvenes que retoman su vida dentro de la sociedad

Autores:

Yahily Hernández Porto
Liudmila Peña Herrera
Nelson Rodríguez Roque

Salimos rumbo a la guardarraya, tierra adentro, hacia el medio sur de Vertientes, a más de cien kilómetros de la ciudad de Camagüey. Atrás dejamos el poblado de Los Ángeles para llegar a Sierra Maestra, comunidad bien distante de la cabecera municipal, donde su gente sencilla brinda hasta el corazón.

Picaba el sol en la piel, justo sobre las 11 de la mañana, cuando el joven Arismel Fis Espinosa, de 23 años de edad, sudoroso por el trabajo que acababa de terminar en los sembrados de arroz, nos recibió en su hogar con un vaso de café bien caliente en la mano, y agua fresca en un jarrito de aluminio, «pa’ que maten el cansancio y el polvo del camino.

«Los estaba esperando. Por eso adelanté cuanto pude en la siembra, y para que no tuvieran que pasar más trabajo yendo hasta allá, que está bien lejito», aseguró el muchacho y, de esta forma, sin protocolos, Juventud Rebelde comenzó el diálogo con este «guajiro arrocero» —como se autodenomina Fis—, quien aún anda sorprendido y feliz en su pintoresca llanura, porque él fue uno de los 2 604 indultados que el Consejo de Estado acordó liberar el pasado julio y favoreció así la reinserción social de las personas que se encontraban en privación de libertad y cumplían con los requisitos previamente establecidos por las autoridades competentes para su liberación, particularmente mujeres, jóvenes y adultos mayores.

«Estaba de pase aquí en casa, con mis hijos (Yunieski, Yorqueni y Yorki) y mi esposa Yulennis Estrada, cuando Rosita, la vecina que tiene la “pública”, me dijo: “Corre pa’ la casa, que te están llamando urgente y creo que es una sorpresa”», recuerda Arismel, quien, asegura, no deja de pensar en los errores del pasado.

«Si pudiera regresar en el tiempo, quitaría el resabio, la vanidad y el creerme que me las sabía todas; por eso no escuchaba los buenos consejos», reflexiona el muchacho, quien ahora se siente dichoso, después de haber estado cerca de dos años sancionado.

Cuenta Arismel que debía salir con la condicional en febrero de 2020, pero gracias a su comportamiento en prisión resultó ser uno de los escogidos para retomar su vida en libertad, ahora       con una experiencia que no le gustaría repetir.

«¡La verdad es que he pensado en tantas cosas! En mi familia, el futuro, y en lo… que fui —hace una pausa entre una palabra y otra y busca en su registro un sinónimo de idiota—. Hacia atrás no regreso nunca, porque con esta oportunidad me han devuelto lo que había perdido: la esperanza y la confianza en mí mismo.

«Mi objetivo allá adentro era salir rápido. Ahora, saber que se volvió a creer en mí, no me lo imaginaba. Estoy muy     contento y mi familia también, especialmente mi madre, a la que adoro con la vida».

El muchacho respira hondo, como procesando todas estas ideas que le han salido como una bocanada de aire fresco, y continúa con el tema que a no pocos, después de cometer un delito, les cuesta tocar:

«No trato de justificarme: lo que hice estuvo muy mal, pero la calle, los falsos socios y los tragos de más, me jugaron una mala pasada. A estas alturas lo único que me interesa es seguir hacia adelante, trabajar y pedir tierra para cosechar arroz, que es lo que más me gusta».

Tres historias y más horizontes

A más de 230 kilómetros del sitio donde Arismel endereza el camino de su vida, Erik Ramírez González, de 26 años, recomienza su vida laboral como portero integral en una unidad gastronómica de la Ciudad de los Parques.

Durante 22 meses permaneció recluido. Parecía que el tiempo se había detenido para él y su familia, a la cual le había arrojado de improviso un sufrimiento que se concentraba fundamentalmente en el pecho de su madre, una destacada dirigente sindical de quien no había aprendido otras lecciones que no fuesen las apegadas a lo correcto y a la moral. Fue en el Centro Penitenciario Abierto de Pedernales donde le notificaron el perdón.

«Con el indulto se eliminaron de golpe mis problemas, pues este me extinguió la sanción. Ahora puedo seguir adelante, con las enseñanzas que saqué de esta experiencia», dice y mira a su madre, que lo observa de cerca.

Para Erik, ahora se abre un horizonte de oportunidades que quizá en los momentos más duros de los últimos dos años no imaginó que existirían.

Erik Ramírez se siente útil nuevamente al recomenzar su vida laboral como portero integral en una unidad gastronómica. Foto: Nelson Rodríguez

«En mi nuevo centro laboral todos me acogieron bien. Tenía en mente volver a trabajar pronto, porque es algo a lo que me acostumbré. No me gusta estar inactivo», afirma.

Algo similar le sucedió al holguinero Jorge Luis Santos Calaña, de 29 años, a quien recibieron en casa de su suegra, luego de cinco años y ocho meses de cumplimiento de sanción.

Luego de más de cinco años de cumplimiento de su sanción, Jorge Luis Santos agradece la oportunidad de reinsertarse en la sociedad. Foto: Nelson Rodríguez

A él la noticia le provocó una emoción de la que no se recupera del todo. «Todavía no me lo creo. Gracias a Dios y a la Revolución recuperé mi libertad. Es algo tan bueno, que veces me siento en shock».

Pide que nos preparen un café, mientras le devuelve a la esposa una mirada cómplice que, de vez en vez, delata los amores que ya no tendrán que dejar en pausa hasta los próximos encuentros. Ahora está en trámites de restablecer su carné de identidad, con el fin de ponerse a trabajar.

«Mis dos hijos necesitaban mi tutoría, el amor y afecto paternal, además de mi apoyo económico, porque yo era cabeza de familia y ellos todavía son pequeños. Poco a poco todo regresa a la normalidad. «Los factores de la comunidad, por ejemplo, el CDR y la Policía, me han apoyado. Por eso conmigo pueden contar para cualquier tarea», asegura.

Jorge Luis agradece y lo hace con optimismo, porque tiene toda una vida por delante: «Esto es muy importante para mí como joven, porque me da la oportunidad de reinsertarme nuevamente en la sociedad y de reincorporarme a mi familia, gracias a la benevolencia de la Revolución», dice.

Desde una segunda planta en la conocida como Carretera de Gibara, acompañado por su madre y su hermano menor, Anselmo González Sartorio, de 31 años, solo mira hacia el pasado para repasar lo mal hecho y pasarles revista a las experiencias de vida.

Atrás quedó el dolor de ver a su madre necesitada de tratamiento médico, ante las consecuencias del hecho negativo. Fue sancionado a tres años y tres meses. Cuando recibió la noticia del indulto se encontraba en el centro Los Naranjos, en el municipio holguinero de Urbano Noris.

«No lo creía cuando me benefició el indulto. Estar privado de libertad es lo peor que hay. Ahora tengo que reintegrarme a la sociedad y localizar un trabajo. Debo ir cogiéndole el paso a mi vida», asevera.

Lo mejor es que no está solo y los gestos de cariño no le han faltado para impulsarlo a superarse: «En mi comunidad todos le preguntaban a mi familia por mí. Fue una alegría total la que vivieron mis familiares, sorprendidos igual que yo. Hoy trabajar es mi obligación, porque si no, cómo vivo», apunta Anselmo, quien tenía la idea de que los indultos se daban solo cuando viene un Papa o en fechas notables. «Pero no, ahora ocurrió uno por iniciativa gubernamental».

Anselmo González solo mira hacia el pasado para repasar lo mal hecho y proyectarse metas hacia el futuro. Foto: Nelson Rodríguez

Equivocarse y poder volver a empezar

Nadie puede imaginar los sentimientos que embargan a una familia cuando uno de sus jóvenes se ve envuelto en un delito. Difícil resulta enfrentar el desencanto, aunque no pocas guardan la esperanza de que repiense lo que ha hecho y tenga la posibilidad, algún día, de volver a edificar su vida sobre la base de mejores valores.

Para quienes logran aprender de sus errores, intentar no tropezar con la misma piedra se convierte en una fe de vida. Bien lo sabe el camagüeyano Arismel Fis Espinosa, quien todavía, a veces, cree que está soñando, pero rápidamente vuelve a su realidad y proyecta planes a corto y mediano plazos, y también pone su experiencia como ejemplo para otros jóvenes inexpertos, con tal de que no se dejen engañar:

«Estar en casa, con mi gente, es lo más sagrado pa’ un hombre. Lo primero que hice al llegar fue jugar con mis hijos a la pelota, llevarlos al río a bañarse en familia, algo que no siempre se valora; pero cuando esos momentos no están, los hombres pueden hasta llorar», rememora, para luego agradecer el cariño con el que lo han acogido en su comunidad:

«Cuando los vecinos pasan y se toman el café que hace mi esposa, o simplemente me saludan, no imaginan lo feliz que me hacen, porque sé que estoy en casa, y para siempre. Pero lo más importante fue lo que me dijeron: “Pa’lante, Negro, que de los errores uno se levanta”. Ese ha sido uno de los consejos más grandes que he recibido. Si pudiera dar uno, sería este: la calle no da nada bueno».

El holguinero Pedro Alberto Santana Gordo, de 25 años, ahora se encuentra al calor del hogar de uno de sus hermanos, después de haber estado en prisión.

«La cárcel fue una experiencia amarga que, sin embargo, me enseñó a tomarle amor al trabajo», asegura Pedro Alberto Santana. Fotos: Nelson Rodríguez

En el centro penitenciario de Pedernales tuvo tiempo para reflexionar sobre sus actos y hoy, gozando otra vez de libertad, asegura que lo que más desea es sumarse a la sociedad y «hacer una vida correcta».

«La cárcel fue una experiencia amarga que, sin embargo, me enseñó a tomarle amor al trabajo. Apenas tenga mi carné de identidad volveré a trabajar como cocinero. Lo mío es la gastronomía», añade.

Su coterráneo Erik Ramírez González no duda al decir que aprendió en la cárcel «a valorar lo que uno tiene cuando está libre. Mi familia está feliz y mi madre más. Quiero formar familia y trabajar mucho».

Trabajar es la mejor y más expedita vía para corresponder a la fe humanista que distingue al país que los vio nacer y que confía en su capacidad de ser conscientes del error y asumir la decisión de rectificarlo. Trabajar para construir con sus propias manos ese futuro que en algún momento aciago les pareció tan lejano y que hoy poseen, otra vez, gracias a la libertad, uno de los bienes más preciados del ser humano.

Lo que dice la ley

No pocas son las interrogantes o dudas que existen acerca del indulto y lo que ello significa. Por eso Juventud Rebelde conversó con la magistrada Silvia María Jerez Marimón, del Tribunal Supremo Popular, para esclarecer algunos aspectos sobre el tema.

La jurista explicó que el indulto es una de las causas de extinción de la responsabilidad penal que supone el perdón de la pena. Por eso solo se puede indultar la parte de la condena que no haya sido cumplida. Es una medida de gracia que se puede otorgar al sancionado con sentencia firme.

Añadió que las referencias acerca del indulto como causa de extinción de la responsabilidad penal aparecen reguladas en el artículo 62 del Código Penal.

«El indulto se ha concedido a personas que cumplen sanción mediante el internamiento en centros penitenciarios del Ministerio del Interior, al quedar extinguida totalmente la pena cuando se hace efectivo, con independencia del tiempo de sanción cumplida.

«Este no se hace extensivo a las sanciones accesorias, a menos que haya sido incluido expresamente en el decreto. Entre estas sanciones se encuentran la prohibición del ejercicio de una profesión, cargo u oficio, la privación de derechos, la de frecuentar medios y lugares públicos, entre otras. Tampoco exonera del cumplimiento de la responsabilidad civil, principio vital para que no queden en estado de desamparo las personas naturales y jurídicas afectadas por el delito cometido», explicó la jurista.

Asimismo aclaró que, aunque se extingue la responsabilidad penal de la persona beneficiada mediante el indulto, «no se cancelan sus antecedentes penales en el Registro Central de Sancionados, a menos que se disponga expresamente en el decreto que al efecto se promulgue. Esta particularidad se hace extensiva también a la responsabilidad civil».

En cuanto a la selección de las personas que serán beneficiadas con el perdón, Jerez Marimón manifestó que para ello se tienen en cuenta los tipos de delitos cometidos, la peligrosidad social, las características personales de los sancionados, lo que motivó su actuar delictivo, las consecuencias de su actuación y la conducta mantenida durante el cumplimiento de la parte de la sanción que ha extinguido, entre otras cuestiones que se evalúan de manera objetiva y que pueden tener trascendencia a los efectos del entorno social.

«A partir del momento en que se hace efectivo el indulto, el sancionado goza de completa libertad, no está sujeto a ningún tipo de control ni supervisión. No obstante, es preciso tener claro que el indulto no modifica la ilicitud del delito cometido; este continúa siendo delito y la persona que lo cometió es culpable, pero ahora se le ha perdonado, se le está brindando otra oportunidad, porque el indulto se otorga por razones de justicia social, con base al principio de humanismo que caracteriza a una sociedad como la nuestra. Esta es una oportunidad para que las personas puedan enmendar su conducta en la sociedad», declaró la especialista.

Potenciar la red de apoyo social

La doctora Edeltes Cuenca Doimeadiós, especialista en Siquiatría infanto-juvenil del hospital pediátrico Octavio de la Concepción de la Pedraja, de Holguín, señala que la reinserción y rehabilitación sicosocial de los jóvenes que han cumplido sanciones, como la privación de la libertad, siempre es un proceso complejo, que merece toda la atención de la familia y del resto de los actores sociales, para contribuir a que esa persona sea un miembro activo, participativo e inclusivo en la comunidad.

«Cuba es ejemplo a nivel mundial en la defensa de los derechos humanos, y esto también tiene que ver con la importancia que se le concede en nuestro país a establecer un control social en los barrios y comunidades para evitar la reincidencia de las personas en conductas delictivas o socialmente inadecuadas.

«Por eso tienen a su disposición un grupo de trabajo multidisciplinario e intersectorial desde la comunidad, para realizar acciones conjuntas en beneficio de su salud y calidad de vida, contribuyendo a que cada día sean más los ciudadanos dignos, incorporados al bienestar común de la sociedad», explicó la especialista.

—¿Qué características son recurrentes en la personalidad de personas que han estado recluidas y son liberadas?

—Las personas que han pasado por un proceso de reclusión penitenciaria muchas veces presentan falta de confianza en sí mismas, baja autoestima, sentimientos de resentimiento y agresividad. En muchos casos deberán afrontar la discriminación propia de su condición en los entornos laborales, vecinales, relacionales e incluso familiares, y lo saben. Por algunas de estas características y el estigma social que pueda existir, se señala la importancia del apoyo familiar y social, en el que destaca el valor de nuevos vínculos sociales para lograr modificar su conducta.

«El proceso de reinserción social en las localidades o comunidades implica la adecuación de los programas socioeducativos y formativos para desarrollar acciones diferenciadas como educación para la salud, atención a trastornos emocionales, prevención de drogas, alfabetización, promoción de programas socioculturales, deportivos y artísticos, atención familiar, acción materno-filial, potencialización de redes sociales e inserción sociolaboral».

—¿Y el rol de la familia en estos escenarios?

—Debe intervenir la familia que recibe a la persona, prodigándole el afecto y apoyo necesarios. Eso es imprescindible, porque la rehabilitación sicosocial implica la reconstrucción de un proyecto de vida, definido por la propia persona en la toma de conciencia de su condición ciudadana, y para muchos es difícil afrontar esa rehabilitación solos. También son importantes los vecinos, los amigos, e instituciones como Salud Pública, Educación, las direcciones municipales de Trabajo y Seguridad Social, además de Justicia y las organizaciones de masas, como forma de potenciar la red de apoyo social.

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