Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El amor habla al oído

Dos décadas atrás, el amor nació entre Irela y Hugo mientras estudiaban en la Universidad de Oriente. Su relación se hizo fuerte a pesar de incomprensiones y prejuicios, y hoy puede contarse «a bordo» de cines, libros y confesiones

Autor:

Liudmila Peña Herrera

La sala oscura se ilumina con cada salto de escena en la gran pantalla. Cuando eso ocurre, aun desde las sillas posteriores, se adivina el romance. Ella, de cabellos rizos rebeldes; él, también con una cascada de pelo que se desparrama por el espaldar.

Ella le susurra algo al oído; él asiente sin mover los ojos de la pantalla grande. Hay una complicidad sui generis entre estos dos amantes que cuchichean tanto en sus butacas. Parece que hablan más de lo que ven. Ruedan los créditos, encienden la luz y ahí está ella apretando su mano izquierda y evitándole tropiezos entre la multitud que sale del santiaguero cine Cuba.

Ella se llama Irela Casañas Hijuelos, estudia Sociología y no es discapacitada. Él es Hugo González Diéguez, futuro sicólogo, e invidente debido a una retinosis pigmentaria cuando era niño. Son holguineros y viven los duros años 90 en la Universidad de Oriente. Cuando pueden, se escapan al cine o a algún concierto en la Sala Dolores.

«Por aquella época se estrenaban las películas de Almodóvar y ella siempre me las describía». Hugo habla como quien rememora pasajes de una vida que agradece. Han pasado 22 años, ya no lleva el pelo largo, pero no olvida las palabras de Irela en su oído: «Eran esos otros ojos que hacen falta para disfrutar de una buena obra de arte».

Lo que me gusta de ti

Cuando se conocieron, Irela comenzaba su primer año y Hugo estaba en tercero. Compartían el gusto por el rock y la literatura, tenían amigos comunes y coincidían en la Peña de los Raros.

«Las primeras cualidades que me atrajeron de él fueron la frescura de su carácter, su positividad, su espíritu tan guerrero, pero a la vez tan ético, generoso, que enfrentaba la vida con mucha paz y valentía. Por eso comencé a admirarlo y la amistad fue derivando en amor. Sin ningún tipo de prejuicio, no se limitó para decirme que me amaba. Yo tampoco me autolimité y dejé nacer aquello».

Él escucha cada palabra de ella con paciencia, y asegura que lo enamoró «su sensibilidad, su inteligencia, su alegría, y también su naturalidad, las ansias de conocimiento y de experiencias vitales». No podía verla, y aun así la veía.

El amor y el físico

No fue amor a primera vista. Lógicamente. Hugo ni siquiera la había tocado nunca para saber cómo era, pero su voz y su personalidad lo hechizaron.

«Decía Saint-Exupéry que lo esencial es invisible a los ojos; que no se ve bien sino con el corazón. Para mí, ante todo, el amor es simpatía, conexión entre dos almas que encuentran puntos en común. Su voz me gustaba mucho por agradable y femenina, sin recurrir a subterfugios para agradar. Y está demostrado científicamente que el olor es importantísimo en la atracción. Eso, y nuestras afinidades, fueron fundamentales».

Miedos

Irela dice que no, que nunca tuvo temor, que «es la sociedad, con opiniones hostiles y etiquetas, la que te dice: “Mira, existe el miedo. Tienes que conocerlo”. Pero no tuve miedo al dejar que fluyera la relación. Fue algo tan natural, tan bonito, que no nos cuestionamos nada y empezamos a crecer juntos, a disfrutar el uno del otro».

Hugo, en cambio, sí temía. Pero el suyo no era el miedo a los otros, a los cuestionamientos ajenos. Le temía a la posibilidad del rechazo. «Cuando alguien te importa mucho, como ella me importaba a mí, pasa eso. Era muy importante que me aceptara y sintiera por mí lo que yo estaba sintiendo por ella».

La aceptación

Irela siempre fue una joven resuelta, libre como sus rizos, y juiciosa, segura. Le importaba la aceptación de los suyos —¿a quién no?—, pero no era eso lo que definiría el futuro de su relación con Hugo.

«En mi familia hubo un poco de temor, pero cuando se dieron cuenta de que nuestra relación iba muy en serio, de que yo no iba a desistir, comenzaron a aceptar mi decisión. Además, con el carácter de Hugo, su autenticidad y su espíritu noble y positivo, es imposible no admirarlo».

Y lo admiraron. O mejor aún, lo admiran. Hugo lo agradece tanto como reconoce a sus padres por no haber representado nunca un obstáculo: «Siempre fui independiente. Ellos vieron ese paso mío como una muestra más de mi forma de ser, y me apoyaron».

Crecer juntos

En casa, Irela le lee las películas subtituladas, y le describe las obras visuales cuando van a una exposición. Casi siempre andan juntos, salvo cuando ella se va a la editorial La Mezquita, donde labora, y él entra a su consulta como sicólogo clínico en el hospital Pediátrico.

Pero lo que más los une —además del amor— son las palabras. Ambos escriben. La pasión por la literatura es otro lazo, otro nexo, y les ha valido para impulsarse mutuamente.

«A Hugo le dediqué mi primer libro; aunque leía desde niña, él me ayudó a redescubrir la literatura y a empezar a escribir».

Irela ha publicado dos libros de poesía y uno de ensayo. Tiempo atrás fue editora literaria en Ediciones La Luz, y su experiencia profesional ha sido vital también para él: «Por su labor, ella es una crítica implacable ante mis textos cuando tiene que serlo».

Hugo publicó un libro de poesía y tiene otro en proceso de edición. Dice que Irela no elogia sin motivo. Él la conoce y ella lo inspira: «Es mi más enconada crítica y, a la vez, mi mejor musa».

Prejuicios

«Muchas personas me han preguntado: “¿Ustedes son hermanos?”. No entienden cómo es posible que, con mi discapacidad, tenga una mujer tan bonita e inteligente. También me preguntan si ella es invidente o débil visual; pero no cabe dudas de que, ante los ojos de la sociedad, ella está más expuesta por ser mujer y porque no tiene la discapacidad».

La reflexión de Hugo es punzante. Para Irela, ciertamente, parece haber sido todo más difícil: «He sufrido acoso por parte de hombres desconocidos que me han visto con él y me han dicho cosas desagradables. Pero lo que más me llamó la atención, al principio de regresar a Holguín, fue que algunas personas, supuestamente muy liberales por su labor cultural, me dijeran frases indirectas que denotaban prejuicio; aunque es importante aclarar que siempre hemos recibido muchas más muestras de amistad que de prejuicio».

La vida cotidiana, los celos, la confianza

«Tratamos de que la cotidianidad no signifique solo seguir vivos, sino que la vida sea bonita, diversa. Gracias al apoyo de su familia, contamos con una casa propia, en la cual compartimos las labores domésticas. A él, por ejemplo, le queda muy bien el café, porque le da el punto exacto de azúcar que nos gusta a los dos. Yo a veces me paso un poquito», acepta Irela y ríe feliz.

Hugo también ríe. Y los dos confiesan que tratan de leer, disfrutar de una película audiocomentada, y estar rodeados de amigos… pero juntos, siempre juntos, sin celos intempestivos, porque «denotan poca confianza en uno mismo. No somos celosos y esa seguridad nos protege. Para mí no es un problema que ella pueda mirar y que yo no lo advierta. Sé lo que valgo y lo importante que soy para ella».

Irela y Hugo

Caminan por las calles holguineras conversando, riendo, saludando… Van de la mano buscando la sombra, si la hay. Transmiten serenidad, y también algo poco común, difícil de traducir con palabras, que tiene que ver quizá con su forma de entender la vida.

«Nosotros enriquecemos la rutina: yo practico yoga y él hace los ritos tibetanos. Además de la literatura, le encanta el fútbol: es seguidor del Real Madrid», dice ella y Hugo añade otros ingredientes a una receta de amor que han ido perfeccionando durante más de dos décadas:

«Irela y yo hemos construido una pareja sin secretos. Hay confianza, respeto y complicidad. Ella no solo es mi esposa: es mi compañera, mi cómplice. Nos amamos, pero también somos amigos».

Y la confesión los devuelve a aquel cine santiaguero de su juventud, donde ella le narraba la película en voz baja mientras él sentía que el amor le hablaba al oído.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.