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«Volví a nacer»

Así se define, desde su casa, la taguasquense María Karla Ortiz Santos. Ella es una de los 11 pacientes en edad pediátrica positivos al SARS-CoV-2 que ya se recuperaron en la provincia de Sancti Spíritus 

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

 

Taguasco, Sancti Spíritus.- Día Cero: Bastó que el médico, forrado hasta los dientes, pronunciara su nombre y detrás el adjetivo «positivo» para que el mundo se viniera en pedacitos sobre sí.

«No recuerdo nada más, sólo la cara de mis compañeros que estaban llorando mientras yo pensaba cómo llamar a mi mamá. Temía por las consecuencias en mi familia», vuelve sobre cada uno de aquellos segundos (que se aferran a no salir a la luz) María Karla Ortiz Santos, una de las siete adolescentes que en un abrir y cerrar de ojos pusieron al municipio espirituano de Taguasco en pie de lucha contra la COVID-19 hace más de un mes.

Esta historia comenzó el 23 de marzo pasado, cuando al llegar al preuniversitario urbano Antonio Maceo supo que el Trabajo de control previsto para ese día se posponía: Las escuelas recesaban en el país y todos tenían que permanecer en casa. A la par, el rumor de que un compañero de clases resultaba sospechoso de portar el SARS-CoV-2 se robaba las conversaciones de no pocos grupos.

«Días después llegó la confirmación. Bien temprano en la mañana mi mamá me despertó para decírmelo y comunicarme que nos aislarían a los 28 estudiantes del aula». María Karla regresa al instante en que, sin saber cómo, acomodó algunas pertenencias en una mochila y bajó las escaleras de su edificio para tomar la guagua que la dejó en la puerta de la escuela Protesta de Jarao, convertido en uno de los centros de aislamiento de la urbe del Yayabo.

La tensión del PCR le ofreció la bienvenida. Además de los nasobucos, la preocupación y la tristeza se hicieron cómplices durante las jornadas de espera, hasta que el resultado la obligó a montar otro ómnibus y recorrer más de 70 kilómetros hasta el Hospital Militar Manuel Fajardo, de Santa Clara.

En el servicio pediátrico del Hospital Militar Manuel Fajardo, de Santa Clara, el tratamiento a pacientes positivos a la COVID-19 se acompaña de amor y solidaridad.

«Estaré eternamente agradecida al colectivo de ese hospital, desde el pantrista hasta el personal médico, porque pusieron en riesgo sus vidas para atender las nuestras. Yo los oía hablar con sus familias por teléfono y veía cómo se les humedecían los ojos por la añoranza de tantos días sin verse. Después de todo, fue una experiencia bonita que ni ellos ni nosotros olvidaremos», describe esta chica que quisiera matricular Periodismo cuando culmine el 12mo. grado, el venidero curso escolar.

Intermedio

Tras su egreso, los recuerdos del cubículo que acurrucó varias inocencias galopan entre alegrías y tristezas. María Karla, una más entre los 11 pacientes espirituanos en edad pediátrica que ya están recuperados, se aferra al WhatsApp para no perder ni pie ni pisada a quienes le acompañaron, cada quién desde su cama, en aquellos interminables días de hospitalización.

«Todas las noches al acostarme hacía un conteo regresivo y me decía: Mañana será mejor que hoy porque ya estaré asimilando los medicamentos». En su recuerdo divisa el techo blanco de la sala y rememora los sonidos de falta de aire que desvelaban a otros pacientes en cubículos cercanos y los pasos apresurados de quienes los asistían.

«Junto a nosotros permanecieron los padres de dos hermanitos residentes en Villa Clara, uno de seis años y otro de cinco meses. Esa pareja cuidó también de nosotros, y el mayor de los niños nos hacía cuentos como si fuéramos de su edad. Cuando nos dieron el alta aún esa familia debía seguir ingresada y vi en los ojos del niño la tristeza.

Al llegar a casa recibí un mensaje diciéndome que me extrañaba. Todos prometimos que un día nos reuniríamos para celebrar esta victoria de vida a la cubana».

Los siguientes 14 días hasta alcanzar el alta clínica, se circunscribieron a las cuatro paredes de su cuarto: «Sabía que estaba sana, pero me quedé con mucho miedo. No quiero que nadie más pase por esto. Por eso preferí quedarme la mayor parte del tiempo encerrada. A todo el mundo le aconsejo que se cuide mucho. Todavía me pregunto por qué, entre tantas personas en el mundo, me tocó a mí… pero lo enfrenté».

Y lo hizo con hidalguía, a pesar de lo difícil que puede ser lidiar con la incertidumbre a sus escasos 17 abriles.

Día primero. El último PCR aplicado según el protocolo establecido, le provocó a la jovencita una carcajada estremecedora de nasobucos: «Después de tantos días de amargura, tristeza y añoranza, pude volver abrazar a mi familia y eso para mí es muy importante.

«Estoy fuera de peligro. Ya me lo confirmaron. Ahora a cuidarme más, para que no vuelva a suceder. Esto es una nueva oportunidad que me está dando la vida y la voy aprovechar al máximo, porque volví a nacer».

 

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