Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¿Y si perdemos a nuestros jóvenes?

Duele ver —como develó el propio Presidente cubano— que en los disturbios del 11 de julio último estuvieron involucrados muchos jóvenes, lo cual contrasta con la realidad descrita, incluso, con aquellos que han estado aportando al país en el enfrentamiento a la pandemia y otras muchas tareas

Autor:

Yuniel Labacena Romero

¿Hasta cuándo habrá Revolución?, preguntó uno de los jóvenes universitarios con su altoparlante. Y la interrogante  tuvo una respuesta coral con esa espontaneidad y desenfado típico de estas edades: ¡Hasta que se seque el Malecón! Era el clamor de la multitud que colmó el sábado último la explanada de La Piragua capitalina.

Todavía se recuerda la energía de sus consignas y la fuerza de sus rostros, sobre todo de los más pegados a la tribuna. Se habían buscado un puesto privilegiado entre quienes se unieron en la orilla del malecón porque «hay lugares en los que hay que estar de sí o sí», como decía otro de los muchachos mientras participaba en la manifestación de apoyo a la Revolución, contra el bloqueo norteamericano y en defensa de la tranquilidad social.

Detrás de las escenas dramáticas de estos días se fueron hasta allí a ponerle a la Patria, a la unidad, a la solidaridad y a Cuba mucho corazón. Pero duele ver —como develó el propio Presidente cubano— que en los disturbios del 11 de julio último estuvieron involucrados muchos jóvenes, lo cual contrasta con la realidad descrita, incluso, con aquellos que han estado aportando al país en la primera línea de enfrentamiento a la pandemia y otras muchas tareas.

¿Por qué se dejaron arrastrar por el discurso de odio, al desorden y la agresión azuzada por la manipulación y la operación político-comunicacional en marcha? Esa pregunta requiere muchas respuestas. Algunas ya las responde la propia dirección política y gubernamental cubana al reconocer insatisfacciones, trabas, distanciamientos acumulados, que en medio de duras carencias materiales confunden. Quizá son parte de esa juventud que por diversas
deficiencias familiares, institucionales y sociales, termina por enajenarse, por perder el sentido de pertenencia, vocación patriótica y conciencia cívica.

En tiempos como estos urge acudir a la ciencia porque, como afirman los investigadores, en la Cuba actual no debemos hablar de «juventud», sino de «juventudes», atendiendo a la diversidad de grupos, tendencias y conflictos que cohabitan en el país, lo que nos dice mucho de las maneras diversas que debemos tener para atender profundamente a los más nuevos.

Las últimas décadas fueron económica, social y políticamente complejas. Se combinaron el derrumbe del campo socialista, y con ello sobrevino el denominado período especial, que obligó a establecer decisiones no siempre agradables para la ciudadanía y con un alto costo social. Medidas asociadas a la rectificación del modelo socialista, como la apertura al turismo, la
naturalización de los viajes al exterior y la migración, el impulso a la inversión extranjera y la propiedad privada, entre otras, no dan todavía los saldos esperados, sobre todo tras las más de 240 medidas de presión de la administración Trump, combinadas con las consecuencias de una pandemia que Cuba ha enfrentado con arrojo y dignidad.

 Aunque no todos estén dispuestos a reconocerlo, el éxito de los cambios consensuados ampliamente con todos los sectores de la sociedad, incluyendo los jóvenes, y que desembocaron en los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, y más acá en la Estrategia Económica y social, encuentran su obstáculo principal en el recrudecido cerco y la escalada hostil del Gobierno estadounidense.

Pero no olvidemos que uno de los conflictos que ha enfrentado la sociedad cubana es entre el ideal de sociedad a la que aspiramos y la real que nos toca vivir casi siempre, asediada, con limitaciones materiales y económicas que influyen mucho en las condiciones de vida y los sueños de los jóvenes: falta de vivienda, las condiciones en los centros laborales no ideales para desarrollarse…

Son muchas las preocupaciones, inconformidades e ideas sobre cómo hacer mejor las cosas. Por ello se valora tanto que junta a la denuncia contundente de las causas de los incidentes sociales de estos días se reconozcan por la dirección de la Revolución las fallas internas, la insensibilidad burocrática que frena las soluciones y distancia de la sociedad. Urge, sobre todo, que nunca falte el diálogo sincero y abierto con los jóvenes de diferentes sectores.

Las nuevas generaciones que llegaron hasta La Piragua y otros sitios simbólicos del país quieren la prosperidad económica, no solo como país, sino en lo personal y en lo familiar, quieren que se levante el bloqueo y que desde Estados Unidos nos dejen vivir en paz. Están contra toda forma de violencia, que deslegitima cualquier demanda, y mucho más contra la agresión física contra personas e instituciones. Desean un país soberano mejor y más próspero.

Imaginemos qué sería de esta nación si sus nuevas generaciones, esas que hemos dicho mil veces son el presente y el futuro de la Patria y en las que creyó profundamente Fidel, se unen a los anexionistas, a quienes prefieren el odio, la desdicha, a quienes quieren una Cuba sometida a los designios extranjeros.

Del razonamiento mesurado e inteligente que demos a los duros acontecimientos de estos días depende que logremos que eso no suceda. Se precisa invertir no solo más recursos materiales, sino además culturales, educacionales, morales y espirituales, en este sector.

La respuesta está también en el llamado que hacía el Presidente cubano este sábado: «…cuánto más podremos si articulamos los diálogos pendientes, rescatando la obra social, promoviendo mayor atención a sectores vulnerables, a los barrios, apoyados en la experiencia de la obra que nos legó el Comandante en Jefe, en años tan desafiantes como estos…».

Por ello necesitamos muchos jóvenes que defiendan a Cuba Viva conscientemente. Es preciso hablar y compartir realizaciones con ellos «como las más importantes personas que son; distinguirlos como gestores de las transformaciones en marcha», pues «en ellos está la fuerza, la disposición y decisión, la sinceridad para cualquier emprendimiento o aporte revolucionario que la situación demande», como ha remarcado Díaz-Canel.

Si actuamos así, ¿podrá secarse un Malecón lleno de tanta historia, resistencia, rebeldía,  felicidad, inclusión, esperanza, amor…? Seguramente no.

 

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