Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

En Tokio, Omara es Cuba

Esta semana debe traer los mejores resultados para Cuba y un ascenso considerable en el medallero

 

Autor:

Eduardo Grenier Rodríguez

Hay valores del deporte que un paratleta duplica, triplica a veces. Persistencia, humildad, esfuerzo. Llevan la ilusión por bandera y la convicción de pelear por sí mismos y contra sus propias barreras. Para ellos, competir es la primera victoria. Una gran victoria.

Por eso no sorprenden hazañas como la de Leinier Savón Pineda, quien hace pocas horas regaló a Cuba su primera presea en los Juegos Paralímpicos de Tokio. Y aunque la medalla per se bastaría para motivar los elogios, el «cómo» a veces dice tanto como el «qué».

El guantanamero había visto escurrirse entre sus dedos la posibilidad de participar en la final de los 100 metros planos. Posteriormente, en declaraciones a los medios, diría que el hectómetro era su principal apuesta y a dicha prueba dedicaba un mayor número de tiempo en los entrenamientos. Pero el batacazo no lo derribó. Al contrario. En el salto de longitud acrecentó el «hambre» por volver al podio cinco años después.

Allí, aunque iba por detrás, Savón tuvo el temple suficiente para superar sus propias marcas. Primero, en su quinto intento, dejó atrás la temible línea de siete metros por vez primera en su vida. Luego, cuando ya sentía la seguridad de estar entre los tres primeros, retó al viento y arriesgó cuanto pudo en la plastilina: ¡7,16 metros! Plata en el T12 (débiles visuales profundos).

Y aunque la imagen de Savón todavía recorre las redes sociales como muestra de admiración, tampoco pasó por alto el bronce de Leonardo Díaz en el lanzamiento del disco de la categoría F56 (sin movilidad en las extremidades
inferiores y el tronco). La historia del veterano es distinta e igual de hermosa, pues a sus 46 años sigue en la élite de su deporte.

Díaz representa uno de esos ejemplos de persistencia que refería al inicio. A su edad, muchos han tirado la toalla. Y él sigue enfrascado en sus propósitos, no importa que ya acumule, con esta, tres medallas los Juegos Paralímpicos. En Beijing se vistió de oro y en Río de bronce. La última, en Tokio, fue gracias a un disparo de 43,36 metros que significaron además el mejor envío de toda la temporada para él.

Era sabido que el inicio del atletismo en la urbe japonesa debía incluir a Cuba en el medallero tras una semana de sequía. La reducida delegación tiene sus principales esperanzas precisamente en el campo y pista. Mientras Savón y Leonardo se encargaban de la primera encomienda, ahora toca escalar a lo más alto del podio para que el ascenso sea mayor.

Y la buena noticia, en este sentido, es que ya Omara Durand dejó su sonrisa impregnada en el ambiente del Estadio Olímpico. En los 400 metros de la categoría T12, la santiaguera y su guía Yunior Kindelán se impusieron en la final cómodamente.

Luego, la legendaria corredora tendrá otras pruebas en 100 y 200 metros, en busca de una cosecha importante que será suya y también de una delegación cubana que deposita en ella la mayor parte de sus esperanzas de entrar entre los 20 primeros puestos del medallero. Por ende, no sería desatinado afirmar que, en Tokio, Omara es Cuba.

 

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