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Mis nuevos sueños han echado a andar

Move on, del coreógrafo cubanoamericano Pedro Ruiz, acaba de dejar inaugurado la víspera el VI Festival Internacional de Videoarte de Camagüey.

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Se titula Move on y acaba de dejar inaugurado la víspera el VI Festival Internacional de Videoarte de Camagüey. Lleva la firma de Pedro Ruiz, quien el pasado año se convirtió en el primer coreógrafo radicado en Estados Unidos que asumía un cargo de relevancia en Cuba: director artístico asociado del exitoso Ballet Contemporáneo Endedans. Así Move on pasa a la historia como la pieza que marca una nueva era no solo para la compañía que fundara la maestra Tania Vergara Pérez en tierra agramontina y que hoy dirige Yaylin Ortiz, sino para este incansable creador cubanoamericano que siente que ahora mismo es «el centro de una explosión de energía abierta que se renueva y viaja hasta el futuro».

Tal vez justo por esa razón concibió Move on, «una obra abstracta que tanto tiene que ver con ese concepto de la energía que se transforma para bien. La pieza estructura su dramaturgia sobre la base de dinámicas secuencias de movimientos que exigen de los bailarines el dominio de las técnicas clásica y contemporánea. Con música original compuesta especialmente para el montaje por Humberto García, director del grupo Musicora, cuenta con proyecciones digitales realizadas por artistas del proyecto RZK», explica Ruiz, quien jamás olvidará su reencuentro con la Isla, tres décadas después de decirle adiós.

Ocurrió en el 2009, cuando integró el grupo de estadounidenses que viajaron a Cuba con el objetivo de entregarle a Alicia Alonso la carta de invitación oficial para que participara en la celebración que organizaba el American Ballet Theater (ABT) con motivo de los 90 años de la prima ballerina assoluta.

«Ciertamente demoré mucho tiempo en regresar, pues me hallaba muy enfocado en mi carrera. Mi familia vivía en Nueva York, de modo que en aquellos momentos no había una razón especial para venir... Me embulló una señora que formaba parte de la dirección del ABT, quien en una visita anterior a Cuba para realizar un documental con Alicia a propósito de los 75 años de la más emblemática compañía de Estados Unidos, quedó encantada con los bailarines de Danza Contemporánea de Cuba (DCC). Y me dijo: “Tienes que venir conmigo a Cuba en noviembre. Conocí a DCC, y tú y ellos harían una mezcla perfecta”.

«Recuerdo todavía esa sensación de volver, de conectarme de nuevo. Yo bajándome del avión y buscando los olores, tratando de absorberlo todo. De repente sucedió como si me hubieran pasado una película sobre mi infancia en una cámara rápida. El colmo de la excitación vino cuando llegué a la sede de DCC y escuché los tambores: sentí en un instante que mi presión arterial andaba por los cielos. Y luego en aquel salón, con aquel calor y aquellos 50 bailarines bailando al ritmo de los batás con sus torsos, brazos, cuerpos... La emoción fue tan grande que rompí a llorar. No me pude aguantar. Era como si una parte de mi alma se hubiera reencontrado con la otra que había quedado acá, y hubiera brotado entera en un solo abrazo.

«Fue cuando le dije a Miguel Iglesias, director de DCC, que me encantaría coreografiar para la compañía. Entonces él me propuso que regresara y diera una clase para que pudiera descubrir si había química entre los bailarines y yo. Regresé en el 2010 e impartí una clase que terminó como la flor que al final se deja seducir por la abeja que la quiere libar. Pero sabía que aunque había conquistado a los bailarines no podía hacer este trabajo yo solo, así que ya en Estados Unidos convoqué a un grupo de amigos que me acompañaran y surgió Windows Project (Proyecto Ventana), un programa cuyo fin es propiciar colaboraciones artísticas y educacionales con compañías de danza de diferentes ciudades en Cuba».

—¿En qué terminó aquel encuentro con DCC?

—Debo decir que este encuentro suscitó un enorme interés en una institución como el Joyce Theater, de Nueva York, donde yo había celebrado mis 20 años de carrera artística, y en la televisión estadounidense que me propuso realizar un documental. En cuanto a la experiencia fue maravillosa, la verdad. El recibimiento del público cubano me emocionó, pues se puso de pie para aplaudir mi obra Horizonte, que luego se presentó en Norteamérica.

—Pero las ventanas se siguieron abriendo...

—Después con Danza del Alma, de Santa Clara. Y es que desde el inicio se defendió la idea de que el proyecto no se quedara solo en La Habana, sino que fuera detrás de ese enorme talento que existe a lo largo y ancho de la Isla, para ofrecerles otras oportunidades. Volver a mi ciudad natal y al teatro La Caridad, donde bailé cuando tenía ocho años, fue muy lindo. Igual me resultó muy interesante trabajar con una compañía integrada solamente por hombres. Me hizo mucho bien regalarle a mi tierra una pieza como El camino.

—¿Cómo descubriste la existencia del Ballet Contemporáneo Endedans?

—En una recepción que ofrecía la Misión de Cuba ante la ONU con motivo del Havana Film Festival de Nueva York, tuve la oportunidad de conocer al crítico Luciano Castillo. Fue él quien me habló de Camagüey y del Ballet Contemporáneo Endedans. Recuerdo que le entregué mi tarjeta y le pedí que se la entregara a la directora para que se comunicara conmigo, pero te confieso que no creí que algo importante podía resultar. Sin embargo, al cabo de una semana recibí una invitación de Tania Vergara. Enseguida me reuní con mis compañeros de Windows Project, los puse al tanto, y se decidió que me acompañaran tres miembros de la dirección.

«Te juro que pisando tierra camagüeyana nos enamoramos de una ciudad que tenía muy bien ganado su nombramiento como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Fue tan calurosa la bienvenida de Tania; de Julio César Delgado, encargado de las relaciones públicas de la compañía… Y luego se produjo como un amor a primera vista en cuanto conocí a los bailarines. Me gustó mucho la compañía porque evidenciaba no solo un fuerte nivel interpretativo, sino un verdadero dominio de lo clásico, lo cual es primordial para la labor que desempeño. Porque aunque explote la técnica contemporánea de la cintura hacia arriba, para mí es fundamental que los arabesques sean arabesques.

«Por aquel entonces Camagüey celebraba su aniversario 500. Me llamó la atención que a pesar de sus años la ciudad se mostrara viva, sensual, joven, enérgica, en progreso..., con sus calles adoquinadas que parecen serpientes que te acechan todo el tiempo. Quedé fascinado con lo que me encontraba a cada paso: una plaza, una catedral; gente vendiendo algo, trabajando, tomándose un café o simplemente besándose, y en el medio de todo ello un viento suave que me embriagaba, que me acariciaba. Esas motivaciones me condujeron a montar Momentos en el viento».

—Eres el primer cubanoamericano que te conviertes en director artístico de una compañía en la Isla...

—Al principio era muy importante abrir las ventanas, pero después nos percatamos de que era esencial que el proyecto echara raíces para que fueran mejores sus frutos, porque no resultaba del todo provechoso para ninguna de las partes venir por dos o tres semanas, montar una obra y marcharse.

«Estamos convencidos de que para que el proyecto tome fuerza, se ramifique, es primordial la sistematicidad, el trabajo continuo. Y Camagüey y el Ballet Contemporáneo Endedans me brindaban esa posibilidad. Me atraía sobremanera el hecho de que la compañía, además de su nivel técnico artístico, mantiene un vínculo muy estrecho con la escuela de ballet y una labor muy estable con los niños de la comunidad. Y si bien me interesa crear, también considero esencial educar. En este último aspecto Windows Project puede ayudar mucho, propiciando el intercambio con universidades, academias de ballet, coreógrafos...».

«Ahora, sin abandonar mis responsabilidades y compromisos en Nueva York, me toca lograr, junto a su directora Yaylin Ortiz y su equipo de trabajo, que el Ballet Contemporáneo Endedans se supere a sí mismo, que crezca aún más su ya alto nivel técnico y artístico, diversificar su repertorio, renovar su estética, propiciarle otros intercambios culturales y educativos... Me encantaría, por ejemplo, crear un laboratorio coreográfico para el desarrollo de jóvenes coreógrafos en Cuba... Ahora sí mis nuevos sueños han echado a andar».

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