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«Lilí Martínez Griñán era dueño absoluto de algunos secretos en la ejecución del piano, en primer lugar conocía a la perfección la armonía tradicional y la moderna, y respetaba hasta el máximo la manera de hacer el son montuno, ideas luego concretadas de manera fecunda», escribió el investigador José Reyes Fortún en una nota que divulga el Instituto Cubano de la Música, a propósito del centenario del genial artista guantanamero.
Nacido el 19 de agosto de 1915 en la ciudad del río Guaso, Martínez fue un excelso pianista y compositor, conocedor no solo de los regocijos de la sonoridad insular, sino también de géneros foráneos como el jazz, y del impresionismo. Él dejó una huella en la historia de la pianística cubana y hoy se le reconoce como uno de los paradigmas de ese instrumento en la Isla.
Discípulo de Rafael Inciarte Brioso y de su hermana Ana Martínez, Lilí fue un músico autodidacta que tuvo una lucidez creativa que colmó las expectativas de quienes le vieron actuar en la academia de baile de Guantánamo, en sitios bailables de Santiago de Cuba, en su propia orquesta Los Champions, y como integrante del Conjunto de Arsenio Rodríguez, con quien conformó un binomio autoral imprescindible en la música cubana.
Fallecido en La Habana el 26 de agosto de 1990, Lilí Martínez es, al decir de José Reyes Fortún, un grande del pentagrama de la Mayor de las Antillas, cuyo estilo como pianista ha influido en Frank Fernández, Chucho Valdés, y el boricua Papo Lucca, entre otros instrumentistas.
