Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Los artistas estamos en deuda con los maestros

Ramón David Fuentes López es un joven trovador que por su originalidad y sus probadas dotes para el canto puede complacer al más exigente de los públicos

Autores:

Yahily Hernández Porto
Damaris Hernández Marí

CAMAGÜEY.— De la musa inquieta de Ramón David Fuentes López, un novel cantautor de 29 años, miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), han nacido atrevidos y curiosos temas que lo hacen brillar en disímiles escenarios del país.

Ramón David ha vivido en Bayamo y en un pueblito muy pintoresco, Mafo, localidad de Contramaestre, ubicada en Santiago de Cuba; lugares que le han aportado esencias indelebles a su obra.

Este bayamés devenido santiaguero busca sus formas de expresión a través de la poesía y de las raíces más autóctonas del cubano, especialmente aquellas que rozan el doble sentido, el pícaro por excelencia y hasta el choteo.

«Mi manera de decir es, irremediablemente, a través del folclor, así salvo mi espíritu de trovador. Prefiero también el son montuno, ese que llevan muy adentro todos los guajiros», expresa a JR.

—Defiendes estilos tan distantes como el danzón y el rock and roll. ¿Cómo logras esa variedad de géneros?

—El secreto consiste en respetar las cualidades de cada uno de los estilos musicales y no forzar ni agredir la fusión que debe nacer por sí sola. De cada uno tomo los elementos que lo distinguen, hasta que surge la nueva obra.

—La guitarra y Ramón, ¿una relación para toda la vida?

—Confieso que soy un apasionado de la música, porque es universal. Recuerdo que la primera vez que cogí una guitarra en mis manos fue en 2005, cuando estudiaba Teatro en la escuela de instructores de arte, de Santiago de Cuba. Y desde ese instante la hice mía. Es que un trovador sin guitarra es como un cuerpo sin corazón.

—Si te preguntara por tus paradigmas, tus ejemplos, tus fuentes inspiradoras...

—Quisiera parecerme a un viejito de mi tierra, a Oscar Mora Fornaris, Cachao, como le llamábamos todos sus amigos. Él fue mi maestro, en él vi a un hombre humilde, amante de sus hábitos y tradiciones. Con Cachao conocí lo que era amar la música    espontáneamente. Él estaba siempre en la casa con un trío de guitarras, y entre jugadas de dominó y tragos nacía una canción. En ese ambiente me crié y conocí lo que era la descarga musical.

«También le agradezco mucho de lo que soy a mi abuelo, porque desde chiquito me acercó al mundo de las descargas».

—Para tu obra defines como esencial al público, ¿por qué?

—Me gusta analizar el ambiente en el que actuaré, porque soy atrevido para la improvisación.

—Muchas veces suele ser un elemento retardatario para la promoción la lejanía de la capital y de los grandes sellos discográficos. ¿Cómo ha sido en tu caso?

—Hasta ahora ese alejamiento no me ha mellado mucho. A pesar de la distancia, grabé un demo en los estudios de Pablo Milanés. He cantado con Verónica Condomí, una de las principales voces contemporáneas en Argentina; también con Raúl Torres y Pedro Luis Ferrer. Y he participado en los principales escenarios de la trova cubana, como el evento de la Canción Política, en Guantánamo, y la Cruzada Literaria, en Camagüey.

—¿Cómo valoras el movimiento trovadoresco cubano en la actualidad? ¿Dónde están las mayores urgencias?

—Para que este movimiento brille hay que alejarlo del facilismo creador y promocionarlo, tanto en el espacio local como en el circuito de los medios nacionales. Si conociéramos quiénes hacen buena trova en cada pedacito de Cuba, entonces nadie se atrevería a decir que esta expresión musical está en crisis.

«Hay muchos creadores que están haciendo cosas muy interesantes, desde lo más tradicional hasta lo más contemporáneo. Existe además una preocupación constante por concebir buena música, pero todo ese esfuerzo queda en silencio cuando no se conoce o cuando lo que se conoce, lo que se promociona, no es lo mejor, lo más profesional.

«A la trova debería dársele más espacio en los medios audiovisuales; debería dársele más prioridad porque está muy ligada a nuestras tradiciones, además de ser símbolo de resistencia cultural, condición que la distingue y merece una atención especial».

—La promoción es el verdadero Talón de Aquiles entonces...

—Sí, falta pensarla y proyectarla mejor. Para quienes somos jóvenes trovadores y, en especial, para los del interior, es tan importante salir en JR como en el periódico de la provincia, que es donde uno se desenvuelve y vive.

«En mi caso, para presentarme tengo dos espacios: Café con cuerda y Contraste. Ambos permiten que la gente pueda visualizarme».

—Carmen es un tema singularísimo en tus presentaciones. ¿Quién es esa mujer que mereció tanta poesía?

—Se trata de una mujer común, sencilla y humilde como muchas cubanas. Y esas condiciones por sí solas la hacen grande. Es una dama que tiene un espíritu abrasador.

—¿Con cuáles de los temas que interpretas te identificas más?

—No podría escoger. Todo lo que hago es porque lo siento. Eso me inspira constantemente. No obstante, te puedo decir que ahora estoy muy complacido con Laberinto y Cancioncilla, porque son temas para siempre, para los que aman. Igual ocurre con el montuno Son a Mafo, de Oscar Mora Fornaris, que hace poco interpreté, y ha tenido gran aceptación.

—Muchos te califican como una revelación. Otros te nombran gentilmente como la «reencarnación de Ñico Saquito», y tú te niegas a aceptar esos calificativos. ¿Por qué?

—Como joven trovador me gusta mirar hacia atrás para saber de dónde vengo y con ese conocimiento saber hacia dónde voy. Cuando canto siento que le estoy cantando a Matamoros y a Ñico Saquito. También he tenido influencia de Sindo Garay, al tiempo que encuentro muy interesantes las propuestas de la música más contemporánea, como la de los Van Van, Qva Libre, la Camerata del Son, Interactivo, X Alfonso, Pancho Amat y Tony Ávila.

«Yo prefiero homenajearlos a todos con mi música y rendirles el agradecimiento que merecen, porque todos los artistas estamos en deuda con los maestros. En este giro quien no beba de ellos podrá ser cualquier cosa menos trovador. El artista que se siente artista como tal tiene la responsabilidad de conocer sus raíces».

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