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Carteles para su Habana

El joven diseñador, creador del cartel identitario de la Feria Internacional del Libro de La Habana 2019, afirma que el rótulo debe propiciar su interpretación para quien sea o no conocedor del diseño como disciplina

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Nacido en Lawton, criado en el Cerro, residente actual en Playa, y desde los cinco años (gracias a un taller de pintura) apegado a la Habana Vieja, de tal manera que no demora ni un segundo en responder que es ese el pedazo de la ciudad que salvaría siempre, a toda costa.

Habanero de la cabeza a los pies, es capaz de recordar el parqueo que ocupaba en 1989 el espacio que hoy conocemos como la Plaza Vieja. Adora la idea de ser vecino de un museo y se deslumbra al encontrar que hoy una familia habita una casa donde una pared de piedra tiene un grosor de 70 centímetros. Vibra, como si fuera parte de la esencia misma del Centro Histórico, cuando sus ojos descubren vida en lo que años atrás estuvo destruido.

No fue difícil entonces que el diseñador Edgar Gómez Díaz aceptara compartir desde la gráfica la magia que tiene la capital cubana, como ocurrió recientemente con el cartel que identificó la 28va. Feria Internacional del Libro, celebrada en La Habana en febrero, pero que todavía se mueve por la Isla hasta que culmine en Santiago de Cuba, el venidero 14 de abril.

Foto: Cortesía del entrevistado

«La Habana tiene un impacto particular en mi obra, no puedo negarlo, como mismo ha sido objeto de interés en muchas películas, piezas teatrales y en la literatura, tanto en la poesía como en la narrativa. En ocasiones, ha sido el personaje principal de muchas historias.

«Vincular esta feria de la literatura con La Habana fue muy fácil porque son numerosos los títulos que podemos mencionar en los que esta ciudad es vital, como Paradiso, de José Lezama Lima, y no solo desde la obra de autores cubanos, pues importantes escritores, como Ernest Hemingway o Eça de Queiroz, han hecho de esta ciudad el telón de fondo de sus tramas y protagonistas», explica Edgar.

Aceptó el reto, entonces, por tercera vez, y logró desarrollar una concepción gráfica en la que la urbe y la literatura mostraban una relación inherente. «Lo difícil es pensar que el cartel identifica un suceso del disfrute de un público general, y, por tanto, debe propiciar su interpretación para quien sea o no conocedor del diseño como disciplina, intelectual o no, y funcionar.

«No podemos olvidar que una parte significativa de ese público que acude y se regocija con la Feria del Libro es infantil, que también debe sentir empatía por esta obra visual que, como toda la que se realice a partir de un convenio con el cliente, implica una negociación de las ideas, los conceptos y los elementos utilizados por ambas partes».

Es así que el también profesor del Instituto Superior de Diseño y miembro de la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales propuso, luego de 18 versiones, un cartel colorido, en el que se destaca el amarillo ocre, «porque es uno de los colores fundamentales de las fachadas de las antiguas casas señoriales de La Habana de intramuros», y muestra edificios icónicos de su arquitectura, que han sido escenario principal de la literatura del siglo XIX y XX, como el Morro, la Catedral, el Hotel Nacional, el Capitolio...

«Todos esos íconos reconocidos de la ciudad se interrelacionaron con el logotipo del evento para crear un todo único a través del uso consistente del recurso de la línea. Además, me interesaba convertir en personajes a los edificios, los libros, las nubes, el mar, el sol…

—El avión de papel y los libros voladores son elementos reiterativos en los otros carteles que has diseñado para el evento…

—Ha sido mi sello, es como una manera de firmar la obra, de lograr una coherencia en todos los carteles que he realizado a este suceso cultural.

«Para ser más explícito en cuestiones técnicas, utilicé una tipografía Gotham en diferentes versiones, adicioné serifes en la denominación de la Feria, con el fin de connotar el eclecticismo habanero.

«Se logró una visualidad homogénea, fluidez y un bajo peso visual que favoreció que el fondo amarillo se pudiera ver a partir del impacto cromático».

—¿Cómo son los carteles que identifican la Feria del Libro en otras provincias?

—Mantuvimos elementos comunes, relacionados con la información invariable del evento, pero cambiamos logotipos y el texto, entre otros componentes del diseño, para contextualizarlo en cada territorio.

—¿Realizarías el cartel de la Feria en otras ediciones?

—Sí, claro, aunque no reciba remuneración alguna por ello. No se trata de la obra visual más significativa que pueda realizar, pero es un trabajo atractivo, con el que se obtiene un impacto alto en la población y que perdura en un período de tiempo considerable.

—Leer es crecer constituye el slogan de la fiesta de la literatura en Cuba. ¿Cuáles títulos puedes mencionar que te han marcado desde ese punto de vista?

—Me encanta leer, aunque a veces el trabajo me ocupa demasiado tiempo. Es difícil decir uno, dos o tres. El rojo en la pluma del loro, de Daniel Chavarría… Algunos de Padura. Pero el que más significación ha tenido para mí ha sido La hija pródiga, del británico Jeffrey Archer.

—¿En cuáles otros proyectos trabajas?

—Estoy muy dedicado a la revitalización del Palacio Central de Pioneros Ernesto Che Guevara, específicamente al área del sector azucarero, con el que estoy muy ligado desde que egresé del Instituto Superior de Diseño. Además, estoy vinculado a otros proyectos relacionados con la imagen de algunos productos de factura nacional.

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