Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

A la sombra de mares y boleros

Santiago de Cuba emerge en la poesía, la danza, la canción y el teatro, especialidades que la hacen más cálida y acogedora

Autor:

Frank Padrón

SANTIAGO DE CUBA.— La fuerza telúrica de esta ciudad se multiplica y bifurca en un arte específico por singular y a la vez universal, cosmopolita, pues mientras enseña las raíces y los frutos se yergue hacia otros mares, otros meridianos. La poesía, la danza, la canción y el teatro confluyen, se confunden, sin que dejen de emerger en sus concreciones y especialidades.

La sombra protectora, que coproducen Metec Alegre y el Consejo Provincial de las Artes Escénicas, es un espectáculo estructurado sobre la poesía de Teresa Melo, una de las voces líricas más intensas y originales de esta ciudad, aunque la trasciende para ocupar un lugar más que respetable en las letras nacionales.

La italiana Alina Narciso, quien lleva desde hace años el importantísimo evento La escritura de la diferencia (destinado a descubrir y promover el talento femenino en Cuba y otras partes del mundo) se encargó de la puesta; difícil, sin dudas, recrear escénicamente un universo poético sin que la línea dramatúrgica la asuma otro supraenunciado que el verso puro, desnudo de afeites; sin embargo, la directora ha conseguido que los versos de Melo —indagando con sutileza y elegancia en la insularidad, el agua, la casa como hábitat no solo físico, el amor y los afectos— se trasmuten en las tablas en un discurso coherente y motivador.

Para ello se apoya en un diseño escenográfico (del cual es también autora) que confiere espacio real y espiritual al mundo poético de la escritora, y donde la auxilian con gran eficacia y decisiva participación la música en vivo (Sandra Agüero, quien la compuso, e Iván Sánchez), el sonido que concibió Felipón, las luces de José Israel Reyes y el diseño gráfico de Demián Rabilero.

La audiovisualidad en general —particularmente las imágenes proyectadas, que tan bien se integran al relato escénico—, el vestuario de Violeta di Constanzo y la realización escenográfica de Eliseo Verdecia (capaz de mixturar con fuerza y sutileza a la vez los planos de contenido y texturas) permiten que el acentuado lirismo de la pieza llegue en toda su fuerza.

Claro que el corazón de la puesta es el trabajo precioso de Lisandra Hechavarría, actriz que borda los variados registros de la escritura y a la que aporta, además, sus notables condiciones como cantante.

Debe evitarse la presencia de ciertos anticlímaxs, que transmiten en ocasiones falsos cierres al discurso, para que todo fluya en un todo, algo que constituye un desafío respecto a estilizar y perfilar más determinados recursos sonoros y visuales, pero sin dudas La sombra protectora es uno de los notables estrenos de la actual temporada teatral aquí en la oriental y hospitalaria Ciudad heroína.

Debemos agradecer a la productora Indira Vallejo y al Cabildo Teatral, donde se ha podido apreciar tan hermoso gesto artístico.

Otro que también llenó tal condición fue Siete mares, lo más reciente del Ballet Folclórico Cutumba, verdadera gloria de la danza en esta parte de la Isla y una manera verdaderamente lujosa de celebrar sus flamantes 60 años de creado.

Coreografiado y dirigido por Danys Pérez Prades, la Mora, se trata de una reflexión ecológico-filosófica en torno a los procesos de iniciación y desarrollo del planeta, apoyada en la mitología yoruba y la danza afrocubana.

Todo un complejo danzario musical (esta sección en vivo, con un equipo de profesionales extraordinarios) se funde en escena mediante varios cuadros que alternan solistas y grupos (orishas, guardianes, espíritus, babalochas…) y en el que se despliega toda la carga conceptual de la obra, en la que sobresale otro rubro esencial: el vestuario, de la propia coreógrafa.

Si bien hay cuadros de una vistosidad y una potencia tanto balletística como sonora que sobrecogen (digamos, los de Yemayá, Iyalochas u Olokum) en varios momentos, sobre todo en los inicios, se percibe cierto caos dentro de la representación, que afecta la organicidad de la puesta: demasiados bailarines en escena, profusión de segmentos del relato coreográfico sin la integración y desarrollo adecuados.

Por otra parte, el exceso de duración de la obra afecta su cristalización final: más de una redundancia, extensión indebida de pasajes atentan contra su acabado, pero es algo, por supuesto, soluble: un ajuste por aquí, una poda por allá hará brotar para futuras presentaciones todo el diamante que esconde Siete mares: fuerza telúrica primigenia, arrolladora, concretada y repartida en danzantes, cantantes y músicos de alto nivel que protagonizan este, un espectáculo de alto vuelo que debemos al talento de la Mora y del veterano conjunto Cutumba, gloria santiaguera.

Gloria que aporta no poco el bolero aquí, y del que su rincón emblemático es verdadero templo. Por eso para terminar las noches de este tórrido rincón oriental nada mejor que el Patio del Bolero. 

Como ocurre con la trova, cuya casa es una cita obligada para todo visitante de otras partes de la Isla o del resto del mundo, el bolero tiene aquí una tradición, un estilo, un sello que lo diferencia de sus manifestaciones en la capital, o en plazas también muy prolíficas como Sancti Spíritus o Matanzas.

Con la producción de Tamara Blanco Ferrer, en el Patio… se asiste a programas equilibrados, donde alternan exponentes del género de varias generaciones, y la gran mayoría se caracteriza por ostentar modos muy peculiares de proyectar la tradición no solo cubana sino latinoamericana; con frecuencia se disfruta de dúos y tríos ocasionales que lo recorren en sus variantes y autorías.

Pero no solo son los cantantes y los guitarristas acompañantes (cuando no llevan sus pistas de backgrounds, lo cual enriquece la sonoridad) sino los animadores; el carisma y la fluidez en la conducción que despliegan Elio Salas, quien también recita, conversa, interactúa con público e intérpretes, y sus colegas femeninas Ileana y Taiyana, constituye otro aporte de estos encuentros con esa canción suave, tierra de decepciones y (des)amores que nos pertenece y define por naturaleza, en esta otra tierra cálida y acogedora sobre la cual dijo acertadamente el poeta: «No os asombréis de nada, es Santiago de Cuba».

Lisandra Hechavarría, actriz que borda los variados registros de La sombra protectora, a la que aporta, además, sus notables condiciones como cantante. Foto: Rubén Aja

El Ballet Folclórico Cutumba celebra sus 60 años de existencia. Foto: Cortesía de la compañía

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