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Leinier Domínguez no tiene secretos

Autor:

Juventud Rebelde

El Gran Maestro cubano insertado ya en la superélite del ajedrez mundial, afirmó en entrevista exclusiva con Juventud Rebelde que su meta es ganar un supertorneo

Hace casi tres años, exactamente el 31 de diciembre de 2006, publicamos en nuestro diario una entrevista exclusiva con el Gran Maestro cubano Leinier Domínguez. En ese momento ya se avizoraba su inserción en la superélite del ajedrez, pero todavía era un sueño.

Sin embargo, Leinier maduró aceleradamente desde entonces y su progreso me parece tan increíble como el de mi pequeña Elena, quien ya sabe poner caritas para esquivar los regaños. En un pestañazo, el habanero superó la mítica barrera de los 2700 puntos Elo, se convirtió en campeón mundial de partidas rápidas y participó en tres torneos de Grand Slam, incluyendo el mismísimo Linares.

Por todo ello, lo traemos de vuelta a Juventud Rebelde, algo que muchos lectores nos pedían a gritos. Aguantamos la «presión» hasta que terminó el Memorial Capablanca y por fin el muchacho halló un momento para recibirnos en su casa de Güines.

—La mayoría de los ajedrecistas cubanos tiene un torneo bueno y el siguiente malo. ¿Cómo se consigue estabilizar el rendimiento?

—Lo principal es el trabajo constante, con seriedad y dedicación, una vez que se tiene la idea de cómo hacer las cosas en el entrenamiento. Yo no he tenido torneos malos desde hace más de dos años, aunque unos resultados fueron mejores que otros, por supuesto. Eso es importante para subir el Elo y mantener una línea ascendente.

—Se dice que el entrenamiento con el Gran Maestro húngaro Peter Leko, uno de los mejores del mundo, aceleró tu madurez ajedrecística. ¿Es así?

—El tiempo que estuve con Leko, primero en Hungría y después en México, fue muy importante en mi carrera. Sobre todo porque me dio muchas pistas de cómo prepararme mejor.

—¿Puedes revelar algunos secretos?

—No los hay. Simplemente, son detalles de cómo manejar las rutinas para un torneo inminente o a más largo plazo. Con Leko aprendí muchas sutilezas.

—Muchos Grandes Maestros de la élite tienen un grupo de «asesores» que los acompaña en sus principales compromisos. En tu caso no es así. ¿Por qué? ¿Acaso no es importante?

—Puedo hablarte de mi experiencia con Leko. Yo lo auxilié durante un tiempo, pero él tiene su preparador estable, un Gran Maestro ruso, desde hace más de ocho años. Además, hay muchos jugadores con más de 2600 o 2650 puntos Elo, en su mayoría húngaros, que le suministran ideas, principalmente sobre las aperturas, que es lo más importante en el equipo de trabajo. Me consta que otros como Kramnik, Anand y Topalov tienen ese sistema también. Así se nutren de nuevos caminos y la información recopilada les ahorra mucho tiempo que pueden dedicar al estudio diario.

Yo he intentado varias veces crear un equipo de trabajo que me ayude, porque la mayoría de los principales ajedrecistas cubanos son mis amigos y están dispuestos a colaborar sin cobrar un centavo. Es una ventaja que tenemos en Cuba sobre los demás países. Sin embargo, no he podido concretarlo, pues por simple que parezca el proyecto, se requiere la ayuda del INDER u otras instituciones.

—¿Entonces no recibes todo el apoyo que necesitas?

—Es duro decirlo, pero las atenciones del INDER con el ajedrez son muy escasas. Ahora mismo pasaron cosas en el Capablanca que parecen inverosímiles. En mi caso he recibido más ayuda y lo agradezco, pues a fin de cuentas soy Gran Maestro por el sistema de enseñanza deportiva del país. Además, tengo el reconocimiento que implica ser elegido entre los mejores atletas de Cuba durante los últimos tres años. Pero muchas veces falta sensibilidad para entender mis preocupaciones. Al torneo de Sofía, por ejemplo, no pudo acompañarme el Gran Maestro Aryam Abreu, quien es mi entrenador desde hace tiempo, porque nunca apareció el dinero para su pasaje. Confieso que me costó asimilarlo. ¿Se imaginan a Dayron Robles de gira sin su preparador?

—Muchos aficionados preguntan si sería bueno para ti tener una gira anual por Europa, similar a la del atletismo, con un lugar fijo donde prepararte entre torneo y torneo.

—La idea es buena, aunque habría que ir para hacer cosas concretas. Allí están los grandes torneos. Además, las principales figuras no solo compiten, sino pasan mucho tiempo entrenando con alguien de la élite. Precisamente son tan universales porque intercambian entre ellos y entrenan juntos muchas veces. Así uno aprende del otro y al final el resultado es que los dos son más fuertes. Yo tengo planes en ese sentido, pero no he podido concretarlos.

—¿Decides tus propias competencias?

—Sí, aunque tengo gente que me ayuda a rastrear los torneos y buscar invitaciones, generalmente yo decido dónde jugar o en qué período quiero descansar. En lo que resta de este año jugaré el Panamericano por equipos en Brasil (agosto), después un torneo de clubes en Macedonia (octubre), luego el Mundial de partidas rápidas y finalmente la Copa del Mundo en Rusia (del 20 de noviembre al 15 de diciembre).

—Ya que lo mencionas, ¿cómo fue la experiencia del pasado Mundial de partidas rápidas?

—La verdad es que fui sin grandes pretensiones, porque nunca había jugado un torneo rápido como ese y participó gente muy fuerte como los azerbaijanos Radjabov y Mamedyarov, los rusos Grischuk, Svidler y Morozevich, y el ucraniano Ivanchuk, que era el anterior campeón. En realidad yo lo tomaba como una preparación para la Olimpiada, pero tampoco quería llegar en baja forma y hacer un papelazo. Así, me preparé y jugué mucho en el entrenamiento que hicimos en la Universidad de las Ciencias Informáticas (UCI). Entre Bruzón, Yuniesky, Holden, Aryam y yo, hicimos un torneíto y llegué a Kazajstán en buena forma. Allí comencé a ganar buenas partidas desde el principio, siempre por delante en el tiempo. Hasta que en un momento me convencí de poder ganar. Apreté al final y se dio la sorpresa.

—¿Hasta dónde llegarás en la próxima Copa del Mundo?

—Me veo con buenas posibilidades, aunque por el formato de muerte súbita es muy difícil hacer un pronóstico. Ahí puedes quedar eliminado por un jugador teóricamente más débil, solamente en dos partidas. Pero he tenido siempre buenas actuaciones en estos eventos. En Trípoli 2004 llegué hasta los cuartos de final, sin ser el ajedrecista de ahora, y en la pasada edición perdí con el noruego Magnus Carlsen, quien al final quedó entre los cuatro primeros. Por eso te digo que si me preparo bien ahora, llegaré lejos.

—Carlsen ha sido tu «bestia negra» en los grandes torneos. ¿Te sientes presionado cuando juegas contra él?

—Mis derrotas frente a él no son el resultado de problemas psicológicos, sino ajedrecísticos. Se trata de un jugador extraclase como Anand, Aronian, Topalov o Kramnik. Es tan fuerte que no puedes equivocarte porque te va a ganar, eso es seguro. Yo he tenido buenas posiciones contra él y estuve cerca de ganar al menos dos veces, pero he pifiado en la materialización. No es fácil vencerlo, porque se defiende bien. Hasta cierto punto ha tenido suerte. El pasado año en el torneo de Biel, por ejemplo, me equivoqué en una jugada clave porque tenía poco tiempo, tampoco es que las tablas cayeron del cielo, ni mucho menos. Generalmente, Carlsen me ha sorprendido, aprovechando quizá que mi repertorio es más reducido y resulta más fácil prepararse contra mí. Pero he tenido oportunidad de vencerlo.

—Entonces ampliar tu repertorio es una prioridad, ¿no?

—Por supuesto. Creo que fue una de las principales razones, aunque no la única, por las cuales no gané ninguna partida en Linares y Sofía. El Grand Slam es otro nivel. Linares ni siquiera se parece a Wijk aan Zee, porque tiene un formato más cerrado y todos los jugadores son muy fuertes. No obstante, me gusta ese sistema.

—¿Aunque lo de Carlsen sea un problema ajedrecístico, en general consideras necesaria la preparación psicológica?

—Casi nunca hago nada al respecto. Una vez, en un entrenamiento en la UCI, hubo un psicólogo que trabajó con nosotros. Él atendía a la gente de tiro, pero le gustaba el ajedrez y nos dio algunos consejos. La psicología es importante, aunque uno siempre se resiste a esas cosas. Me parece que basta tener una filosofía general que te permita recuperarte ante las derrotas y no afligirte demasiado sin sentido.

—Dame tu opinión sobre las tablas en pocas jugadas y las llegadas tarde al salón de juego.

—Estoy a favor de jugar todas las partidas y no negociar la división del punto nada más sentarse a la mesa. Me gusta la regla Sofía, pues prohíbe las tablas en pocas jugadas y garantiza el espectáculo. En el torneo Capablanca se ha visto una tendencia a la poca combatividad en los últimos. Además, algunos jugadores llegan al salón 30 o 40 minutos después de iniciarse la ronda. Eso da una imagen pésima del ajedrez y los organizadores deben luchar contra eso. Es triste que el Capablanca haya caído en ese saco, porque la tendencia en el mundo ahora mismo es combatir esos fenómenos. En la Olimpiada, por ejemplo, ya no se puede hacer tablas en menos de 30 jugadas.

—Sin embargo, tus partidas con Bruzón en el pasado Capablanca no fueron muy disputadas...

—Yo jugué en serio con las piezas blancas, por llamarlo de alguna manera, y con negras fue que acepté las tablas en 15 jugadas. Pero ese día era inicialmente de descanso y para mí era un buen resultado, pues iba en primer lugar.

—¿Cómo pudiera el Capablanca ser un mejor torneo?

—Evitando esos males que ya mencionamos y convidando a los mejores del mundo. Así fue en su momento. La imagen de Capablanca atrae mucho. Es algo que no tienen Sofía y Linares. Pero, además del dinero que pagan, ellos cultivan los detalles. Nosotros debemos mejorar muchas cosas. En la difusión de las partidas, para mencionar solo un aspecto, estamos en la edad de piedra. Este año había tableros inteligentes y tiempo para prepararlo todo. Es ridículo entonces que el día antes de la arrancada falte un software y al final no se concrete nada. En Cuba tenemos pantallas para poner, y si no aparecen, la gente piensa que falta seriedad.

—¿Volverás a jugar el campeonato nacional?

—Me gustaría, el problema es que afectaría mi Elo. Y no lo digo por vanidad, espero que se comprenda. Hay que buscar opciones.

—¿Un torneo de partidas rápidas, por ejemplo?

—Bueno, pudiera ser. De hecho, haría el evento más espectacular, aunque sé que tendría muchos detractores. En la práctica, casi ninguno de los principales jugadores del mundo disputa su campeonato nacional. Ni siquiera en Rusia, donde se puede hacer un torneo cerrado con diez competidores y un Elo promedio superior a los 2700 puntos. Pero en los demás países no sucede así y eso indica que no hay fórmulas para proteger el Elo si participas. A veces, aunque ganes el torneo, pierdes algunos puntos.

—En la entrevista anterior me dijiste que recordabas especialmente la victoria sobre el ruso Svidler en la Olimpiada de Turín. ¿Alguna otra partida memorable en este nuevo período?

—Varias. Por ejemplo, las tablas con Morozevich en Sarajevo el pasado año, que me permitieron superar los 2700. También la partida final en Almaty, frente al egipcio Amin Bassem, porque sabía que si vencía, era campeón mundial, aunque fuera en rápidas. Y la última del recién finalizado Capablanca, pues significó ganar un torneo después de dos resultados no tan buenos. Además, escuchar los aplausos del público fue muy emocionante.

—¿Sientes que tus rivales te respetan más?

—Como a los peloteros cubanos después del primer Clásico Mundial. Ya me he creado una imagen de élite. Antes era un extraño allí y ahora llevo un año manteniéndome. Pero no pienso mucho en eso. Mi meta es ganar un supertorneo. Estuve cerca en Biel y Wijk aan Zee, así que voy en camino.

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