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En la sombra también se suda

Nadie, o casi nadie, repara en los forjadores de tantos aplausos, en quienes funden las preseas y preparan los músculos para aguantar la carga. Los entrenadores siempre están ahí, conformes y hasta pletóricos con la gloria de sus pupilos, a la sombra

Autor:

Abdul Nasser Thabet

Uno siempre anda fijándose en las grandes figuras. Y es lógico. Entre tantos campeones que ha dado el atletismo cubano, apenas surge el tiempo para voltear la cabeza y mirar atrás, o a un lado, que es donde casi siempre están. Todo se reduce a las medallas, los récords, sus protagonistas. Vivimos —los reporteros— persiguiendo estrellas, encandilados con el salto preciso, el lanzamiento abrebocas, la carrera rompegargantas, el hombre y la mujer del momento, los que acaparan las cámaras y pasan de TV en TV.

Entonces nadie, o casi nadie, repara en los forjadores de tantos aplausos, en quienes funden las preseas y preparan los músculos para aguantar la carga. Los entrenadores siempre están ahí, conformes y hasta pletóricos con la gloria de sus pupilos, a la sombra.

A Alexander Navas le tocó la era de Yevgueni Trofímov y Vitali Petrov, preparadores de la fenomenal zarina Yelena Isinbayeva. Trofímov descubrió a la diosa rusa y la llevó a conseguir 18 récords universales en apenas dos temporadas (2004 y 2005). Petrov entrenó a Sergei Bubka —sobran los elogios— y le reservó a Yelena nueve plusmarcas del orbe.

Algo duro de digerir, hay que apuntar, pero aun así Navas logró incluir a su discípula maravilla en todos los titulares del mundo. La pertiguista cubana Yarisley Silva no sería lo que hoy es sin los cuidados y consejos de ese hombre modesto y pausado, que siempre anda atento.

«Lo mío ha sido puro estudio, superación, lectura, análisis de las escuelas de saltos soviética, rusa, estadounidense y francesa; cogiendo de aquí y de allá, y adaptándolo a nuestras circunstancias, a las características de nuestros atletas. La clave está en seguir superándote, en no creer que lo sabes todo. Siempre estoy estudiando, pues si bien fui pertiguista, nunca tuve esos grandes resultados que hubieran podido darme experiencia.

«Yarisley es muy fuerte. Su enlace entre la carrera de impulso y el despegue es fenomenal, y ese es un elemento clave en el salto».

—¿Háblanos del Campeonato Mundial de Atletismo bajo techo y de nuestra campeona?

—No es un secreto para nadie que no llegó lo suficientemente en forma a Sopot. Decidimos partir para el mitin de Birmingham, una de las últimas citas antes del certamen polaco, y tratar de compensar en algo el déficit competitivo y de preparación que teníamos. Tras esos 4,46 metros que saltó, decidimos trasladarnos a Pamplona para recuperar su forma física.

Queríamos que se aclimatara, pues estaba muy estresada, así que era imprescindible encontrar un ambiente de calma y relajación psicológica. No logramos los objetivos técnicos que nos trazamos allí, que eran subir el agarre y buscar una mayor altura, pero por lo menos ganamos en confianza, en físico y en forma deportiva, así que al salir de España, Yarisley ya estaba al ciento por ciento de sus capacidades físicas.

«Arribamos a Polonia como cuatro días antes del comienzo de la justa, y una vez allí mejoró el agarre y se vio con más seguridad. Esto nos dio la posibilidad de competir mucho mejor y tomar la pértiga dura con la que ella está acostumbrada a saltar de 4,70 a 4,75 metros, justamente las alturas en que yo había pronosticado que se iba a comportar la lucha por el oro.

«No logró el 4,75 porque no habíamos podido hacer un trabajo constante con esa pértiga que te mencionaba. Nos faltó mucho volumen de trabajo y practicar con el agarre a 4,30, por eso lo hizo con 4,25. Con más confrontaciones internacionales pudimos haber llegado a Sopot en mejor forma, pero bueno, cumplimos nuestro objetivo, que era ganar».
—¿Se podría decir que el punto más débil de Yarisley es su inestabilidad psicológica?

—Lo importante es llegar preparado. Cuando se está bien preparado, esos problemas psicológicos pasan a un segundo plano, son más fáciles de neutralizar. Si no llegas en óptimo estado, sino con deudas competitivas y sin el entrenamiento necesario, todo se convierte en un problema psicológico.

—¿Metas para este año?

—Tenemos la Liga de Diamante, la clasificación a la Copa del Mundo y, al final, los Juegos Centroamericanos, en noviembre. El objetivo no es llegar a México con el nivel más alto de rendimiento, pues es una competencia que no precisa de grandes saltos para ser ganada. Nuestro plan es traer la corona, y eso se puede hacer con 4,60 metros.
—¿El relevo?
—Tenemos un grupo de tres niñas de 15 años de edad. Lisa María Salomón Sánchez logró hace poco 3,80, y Aslin Quiala Massó y Alicia Laporte Chacón también están progresando. Todavía en estas edades hay mucha inestabilidad, y hay que trabajar incesantemente. Por eso no quiero apurarlas.

«Tengo que decirte que esto se dificulta bastante porque llevo dos tareas totalmente distintas a la vez. Por un lado están estas muchachitas que andan en período de enseñanza, y por el otro, Yarisley, que está en perfeccionamiento. Ello me exige dividir el trabajo para realizar los elementos técnicos, ya que cada una lleva su tratamiento, con ejercicios totalmente distintos y atención diferenciada. Por suerte, ya tengo a una profesora que me ayuda con las niñas».

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