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Un motociclista de cuna

Andy Martínez Álvarez es un habanero que presume de llevar en los genes el gusto de su padre por las motos, una afición que lo mantiene hoy como uno de los miembros del plantel infantil de motocross de la capital cubana

Autor:

Lianet Escobar Hernández

Según el refranero popular, hay gustos que merecen palos; otros alimentan aficiones que de tomarse en serio pueden labrar el futuro. De niño es común ver cómo varía o desaparece un determinado interés; sin embargo, cuando una pasión te corre por las venas no hay obstáculo capaz de impedir que alcances la meta, o al menos, que lo intentes.

 Tal es el caso de Andy Martínez Álvarez, un habanero que presume de llevar en los genes el gusto de su padre por las motos, una afición que lo llevó a dominar uno de estos veloces equipos a la temprana edad de diez años y que lo mantiene hoy como uno de los miembros del plantel infantil de motocross de la capital cubana.

 Nos cuenta su papá, Armando Martínez, que su niño ha contado con el apoyo del avezado profesor de motociclismo Luis Jeanjaker y su hijo Camilo, actual comisionado provincial de la disciplina, quienes lograron en poco tiempo que el pequeño estuviera listo para competir a nivel nacional con resultados impresionantes.

 «Esa primera competencia fue muy especial para mí porque alcancé la medalla de oro en la categoría de cinco a diez años en motos especiales», nos dice Andy, que en aquel torneo celebrado en la pista Arcoíris de Santa Clara, pugnó sobre una moto de 65 CC (centímetros cúbicos) a la cual hubo que hacerle adaptaciones porque el intrépido motociclista no alcanzaba a los pedales.

 En la actualidad, con un poco más de estatura y un séptimo puesto logrado en enero pasado en Güines, en su nueva categoría de 11 a 15 años, el muchacho de La Lisa espera disciplinadamente en casa que llegue el momento de volver a las carreras.

«Cuando empezó la pandemia estábamos a punto de participar en un torneo en Holguín, el cual fue suspendido. Después no ha podido montar, solo hace preparación física, algo que no descuidamos porque este es un deporte que demanda esfuerzo. Tiene que ser capaz lo mismo de estar casi toda la carrera de pie, como de levantar la moto sin ayuda en caso de que se caiga», explica el orgulloso padre.

 Tras el largo período de confinamiento este chico no se esconde para aludir las cosas que extraña de su deporte, «echo de menos la velocidad, los saltos, las competencias, mis entrenadores, mis compañeros de equipo, porque aunque todos somos rivales en las pistas, somos una gran familia fuera de ellas», asegura Martínez Álvarez.

 Una afirmación corroborada por sus padres y su hermana Ana Amanda, quien ha decidido seguir los pasos de Andy sobre los corceles metálicos. Sin duda, la valentía de estos hermanos y de otros tantos niños que practican el motociclismo en el país, traen esperanzas para una disciplina deportiva que si bien no es muy mediática en la Isla, es un espectáculo que se agradece.

 

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