Una falsa acusación, combinada con la absurda, inclemente e injustificada acción de la justicia, llevó al gobierno de EE.UU. a cometer uno de los crímenes más horrendos que recuerda la humanidad. Hace 55 años, fueron ejecutados en la silla eléctrica los esposos Ethel y Julius Rosenberg.
Corrían los años de la Guerra Fría, época utilizada por la propaganda norteamericana para atemorizar al mundo ante el avance que tenía la Unión Soviética, cuando se les acusó de espiar a favor de esta y supuestamente dar informaciones secretas sobre la bomba atómica, relató José Ramón Rodríguez, presidente del Movimiento Cubano por la Paz y la Soberanía de los Pueblos, en acto conmemorativo efectuado ayer en el parque capitalino que lleva el nombre de estos luchadores.
Rodríguez condenó la política genocida y represiva del gobierno de EE.UU., que actuó con total impunidad al condenar a Ethel y Julius Rosenberg, ejecutados el 19 de junio de 1953. La misma política —dijo— que mantiene encarcelados a cinco cubanos por luchar contra el terrorismo, mientras apoya y protege a autores de crímenes de lesa humanidad como Luis Posada Carriles.
Militantes de la Juventud Comunista norteamericana —la organización juvenil del Partido Comunista de EE.UU.—, el único crimen verdadero de los Rosenberg, según las valoraciones de la época, fue ser comunistas.
Presas de una increíble red de mentiras, delaciones y pruebas falsas, fueron tratados como peligrosos espías prosoviéticos y responsabilizados por las numerosas bajas norteamericanas en la agresión contra la República Popular Democrática de Corea. Ninguno de los cargos fue jamás probado.