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La campaña electoral en Venezuela entra en la recta final

En la nación sudamericana se enfrentan dos fuerzas: la Revolución del pueblo y el poderío del conservadurismo oligárquico

Autor:

Juana Carrasco Martín

Caracas.— Las marchas convocadas por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) en toda la geografía del país han caracterizado el despliegue de la campaña electoral de la tolda roja cuando falta apenas una semana para que el pueblo decida en las urnas, el 26 de septiembre, qué Asamblea quiere darse.

El presidente del PSUV, Hugo Chávez Frías, ha encabezado buena parte de estas multitudinarias concentraciones o caravanas, como parte de la fase que ha llamado «demolición», y en la que pretenden frenar a los candidatos de los numerosos partidos de oposición reunidos no sin pocos «tira y encoge» en la Mesa de Unidad, quienes aspiran a su vez a romper la hegemonía actual de los representantes bolivarianos en el Parlamento.

Los diputados chavistas suman ahora 141 de 165 curules, cifra alcanzada en los comicios precedentes cuando las organizaciones políticas de la oligarquía —sabedoras de que no podrían derrotar a la Revolución en las urnas— se retiraron a última hora, una maniobra que les resultó negativa, y al parecer ahora se cuidan de no repetir aquel error.

Cuando el enfrentamiento en la arena política está en su clímax y aún puede caldearse más, la oposición se ha lanzado al ruedo con las armas mediáticas disparando fuerte para presentar como matriz de opinión un país dominado supuestamente por la mayor violencia del mundo —aseguran que Venezuela «es más insegura» que Iraq y México—, hablan de retroceso económico y social, y tildan a esta sociedad de «dictadura».

Sin embargo, no mencionan que esa oposición tiene prácticamente el control del 80 por ciento de las emisoras de radio y de los canales de televisión, y que incluso sus candidatos están siendo entrevistados en los medios públicos, porque así se lo garantizan las regulaciones de campaña del Consejo Nacional Electoral.

Tampoco quieren recordar que Venezuela es posiblemente una de las naciones donde la expresión de la democracia se hace permanente, entre otros aspectos por la constante consulta del pueblo mediante el sufragio (15 comicios desde que Chávez llegara a la Presidencia), a lo que se une el libertinaje con que los medios opositores desbarran del Gobierno e insultan al Presidente de una forma que difícilmente fuera aceptada sin sanción en los países que se dicen «modelos de democracia».

La movilización en la calle es decisiva

Por otro lado, quienes por miles se han lanzado a las calles de las parroquias caraqueñas 23 de Enero y Antímano, en el estado de Nueva Esparta, la Maracay aragüeña, en la capital zuliana junto al Lago Maracaibo, así como en Barquisimeto y el Táchira, en Aragua, en el Paraguaná falconiano, o en el barrio mirandino de Petare, están dejando una estela de seguridad en el triunfo. Pero para ello hace falta que todos los chavistas salgan a votar por los candidatos que llevan el lema El pueblo pa’ la Asamblea.

Esa tarea no es fácil si se tiene en cuenta el grado de abstención tradicional en las elecciones parlamentarias, a la que no pocas veces se ha restado importancia. Sin embargo, la encuestadora GIS XXI asegura que los electores tienen una valoración mayor de estos comicios de ahora, de acuerdo con la indagatoria de opinión realizada desde el 26 de agosto al 4 de septiembre.

«Más del 70 por ciento de los electores piensa que estas elecciones a la Asamblea Nacional son más importantes que las pasadas. Esa importancia se traduce en un interés por ir a participar», le comentó el director de la encuestadora, Jesse Chacón, hace unos días, a Radio Nacional de Venezuela.

Se tensan las fuerzas de uno y otro lados, y en el caso del PSUV el despliegue de los candidatos es también casa a casa, una acción de calle que puede ser decisiva y en la que además están enfrascados los patrulleros y patrulleras psuvistas agrupados en las unidades bicentenarias.

En ese periplo casa a casa llevan el mensaje de que está en juego la Revolución, la justicia social que ha convertido en verdaderos ciudadanos y seres humanos al pueblo trabajador, a los indígenas, campesinos, pescadores…, y que es preciso defender a toda costa los logros y los beneficios, cotidianos ya en la vida del venezolano común, y que se traducen en la amplia red de distribución alimentaria de los Mercal, los Pdval, los abastos Bicentenarios; en la atención de salud brindada por Barrio Adentro y las Misiones Milagro y Niño Jesús; en los millones de hombres y mujeres de todas las edades que se alfabetizaron, alcanzaron la educación básica, el bachillerato y ya forman parte de un ejército de profesionales universitarios en constante crecimiento.

Uno tras otro, los candidatos explican que se trata de desnudar y derrotar la podredumbre del capitalismo, aspirante perpetuo a un país privatizado y neoliberal, un régimen que en primer lugar detendría y hasta daría marcha atrás al nuevo país, construido desde las bases de las comunas populares, un nombre, una entidad, una forma de gobierno y control que hace temblar a quienes consideran esa la principal amenaza al poder económico que todavía mantienen.

Ir con confianza, pero no confiados

Sin embargo, repito, no es tarea fácil. Los medios de comunicación masiva, dominantes durante decenas y decenas de años de la conciencia de las masas, todavía mantienen obnubilada a una parte de la población; como en tiempos de la Guerra Fría, agitan el fantasma del comunismo y trabajan en estados y municipios donde la oposición prevalece en gobernaciones y alcaldías —algunos de ellos porque ciertos políticos «saltaron la talanquera», como se dice aquí a quienes llegaron por el voto chavista y luego asomaron como quintacolumnistas—, pero que influyen en una población engañada o ciega; o simplemente en sectores que son parte de esa burguesía.

Un hombre de pueblo, residente en uno de esos estados donde las clases pudientes y sus seguidores constituyen mayoría o tienen el control, comentaba en una página digital: «Es difícil maniobrar ante tantas mentiras de la oposición que envenenan las mentes de nuestro pueblo…», aunque también exhortaba: «Sigamos adelante camaradas».

«Estamos resteados con nuestro Comandante», dicen muchos con un venezolanismo que significa echar rodilla en tierra.

«Bueno ir con confianza pero no confiados, ¡ojo!», es una afirmación sabia que firma alguien desde el estado de Anzoátegui.

Y con otras palabras lo advertía el líder de la Revolución Bolivariana en el Zulia bajo gobernación opositora, al comentar que esa marcha era la más grande que había visto en los últimos tiempos: «No basta con la pasión, hay que combinarla con la organización; todo planificado, la batalla va a ser difícil, nadie crea que derrotamos ya a los escuálidos, ellos van a patear duro y el amo gringo les da dinero…», advertía Chávez.

Ciertamente, las fuerzas imperiales foráneas están involucradas en la lucha donde se juega no solo el destino venezolano, sino un desenlace que repercutirá en el acontecer latinoamericano e incluso tendrá resonancia mundial. Se trata entonces de lograr que el avance que logre la oposición en la Asamblea, no llegue a romper los dos tercios necesarios al chavismo revolucionario para mantener la hegemonía.

Algunos analistas ya avizoran los posibles escenarios que la oposición tratará de armar luego del 26 de septiembre. Si logran romper la mayoría absoluta del PSUV y sus aliados, harán de la Asamblea su trinchera para frenar a la Revolución; si por el contrario pierden una vez más en las urnas, saldrán de inmediato a proclamar fraude —lo que ya ciertos personajillos de la Mesa de Unidad están anticipando.

Venezuela seguirá siendo un país en la vorágine de la lucha que genera todo cambio de época…

Escaños en juego

En la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela hay 165 curules. De ellos, tres son ocupados por los representantes de los pueblos indígenas y están en boleta aparte. Para ocupar los otros 162 escaños, van a la lid 110 candidatos nominales y el resto por lista de partidos, un escrutinio de carácter proporcional. La lista que obtenga más del 50 por ciento de los votos recibirá el 75 por ciento de los asientos legislativos reservados a ese escrutinio.

De acuerdo con la Constitución Bolivariana, las leyes deben ser aprobadas por dos tercios de los integrantes de la Asamblea Nacional. Por lo tanto, si la oposición logra obtener 56 escaños de los 165, obstaculizaría la labor de Gobierno, y si llega a 67 curules estaría capacitada para impedir la aprobación de leyes habilitantes, mediante las cuales el presidente Hugo Chávez ha impulsado la transformación revolucionaria del país.

De ahí lo crucial de estas elecciones del 26 de septiembre, preludio de las presidenciales programadas para diciembre del año 2012.

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