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México: entre los sondeos y la realidad

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Los mexicanos están hoy en las calles para definir su destino en los próximos seis años. Unos irán a las urnas convencidos; otros, quizá, no tanto.

Las encuestas, que han sido prolíferas como nunca antes a un promedio de 14 por día, se concentraron solo en augurar quién ganaría la presidencia, y lo hicieron a un ritmo que muchos creen confundía al electorado, más que ayudar. No pusieron énfasis en el abstencionismo y no está claro cuántos desencantados dudan de ejercer el sufragio. En votaciones estrechas, ellos pueden inclinar la balanza.

La mayoría de esos estudios adjudica a Enrique Peña Nieto, el aspirante del Partido Revolucionario Institucional (PRI), entre 11 y 17 puntos de ventaja sobre el candidato de la izquierda, Manuel López Obrador —su más cercano rival—, por lo que los analistas presentan al priísta como favorito… pero nadie se compromete con un pronóstico.

El multitudinario y aplastante cierre de campaña de Obrador en el Zócalo de la capital al frente de la coalición formada por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), el del Trabajo, el Movimiento Ciudadano y otras agrupaciones de izquierda, impactó a propios y extraños.

Empero, tanto como ambos elementos externos, en el pensamiento para decidir estará la crisis económica que es el día a día de un pueblo marcado por las privatizaciones y la presencia trasnacional. Una crisis aupada ahora por la debacle mundial. Entre un 30 y un 50 por ciento de la población mexicana está en la pobreza… pero el índice  fluctúa según el cristal de quien mira. Un ejemplo para graficar el desastre doméstico bastaría: el maíz para confeccionar la tradicional tortilla que constituye el plato de primera mano es ahora de importación, y encarece su presencia en la mesa.

Y claro que también pesará el luto y el miedo por la violencia originada en el narcotráfico, cada vez más dueño y señor en los predios mexicanos, y que dejó en los últimos años 50 000 muertos.

Esos son los dos problemas que estarán en las mentes cuando los electores tengan la boleta ante sí.

El temor a que todo siga igual si se mantiene el gubernamental Partido Acción Nacional (PAN) será entonces un factor clave, a pesar de que el mandato de Felipe Calderón —sobre todo de la demarcación nacional hacia afuera— diste mucho del de su predecesor, Vicente Fox, cuya gestión genuflexa a Estados Unidos dejó platos rotos que ha tratado de pegar su correligionario saliente. Cuando ha sido necesario, Calderón ha sabido levantar la voz para defender a los suyos frente al Imperio, aunque quizá ya ni él ni nadie pueda desatar el peor lastre: el TLC con EE.UU. y Canadá que ha dejado a los productores agrarios mexicanos devastados y también a la pequeña industria. Al fin, es una herencia que recibió este Gobierno, y lo seguirá siendo para quien gane.

Ha tenido también Calderón luz larga para comprender que su país es parte inseparable e importante de América Latina y, como en el resto de sus colegas regionales, ha primado en él la máxima de unidad en la diversidad, poniendo así a un lado las diferencias ideológicas.

Sin embargo, esto podría no resultar suficiente para que Josefina Vázquez Mota, su candidata, se lleve el gato al agua. Aparece tercera en las encuestas y deberá recibir con estoicismo el voto de castigo. Lo único que parece un poco seguro es que el PAN, esta vez, no repite.

No obstante, como en muchas partes los que están bien querrán la continuidad —aunque la inseguridad ciudadana es un mal que azota a todos—, en tanto otros apuestan al cambio radical, personalizado en López Obrador.

Perdedor en cuestionada lid electoral en 2006 con menos de un punto porcentual de diferencia por debajo de Calderón, Obrador cumplió su promesa de hacer campaña abajo recorriendo, como lo ha hecho en este lapso, todos los municipios de México.

Conocido por su gestión al frente del Distrito Federal entre los años 2000 y 2004, se le tiene por «hombre fuerte» y es temido en la primera magistratura por quienes no quieren golpes de timón. A él le siguen los desposeídos y se piensa que podría favorecerlo el joven movimiento Yo soy 132. Surgido del estudiantado universitario, se declara apolítico pero, al oponerse a la manipulación mediática, se ha erigido contra Peña Nieto, quien goza del favor de las principales cadenas. Eso puede beneficiar a su adversario, López Obrador.

Peña, quien acaba de desempeñarse hasta 2011 como gobernador del estado de México, es un abogado de 45 años y  representa la cara nueva del PRI: el partido que gobernó siete décadas y que, de prestigioso emblema que fue de la Revolución Mexicana, salió de la primera magistratura con una cuota de descrédito y desgaste en el año 2000, vencido por el PAN y Fox.

La renovación de su discurso y de sus políticos, los viejos representantes atados al poder suplantados ahora por jóvenes y mujeres, posibilitó al PRI obtener, en los años recientes, 20 de las 31 gobernaturas que tiene la nación, por lo que llega a estas presidenciales con solidez en la estructura de base y dominio del terreno que pisa.

Pero la respuesta que debe estar lista al amanecer de mañana lunes, no puede darse desde aquí. El voto de hoy será crucial porque en México no hay segunda vuelta. Esperemos entonces que  las urnas digan.

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