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Unidad… o imparable retroceso

El Foro de Sao Paulo evidenciará la urgencia de que las agrupaciones políticas de izquierda y los movimientos sociales dejen de lado las diferencias y sectarismos para aglutinar esfuerzos

Autor:

Marina Menéndez Quintero

«O nos unimos o perecemos en el fango de la contrarrevolución que nos tratan de imponer»: tal alerta, inscrita entre las reflexiones que propone la 24ta. edición del Foro de Sao Paulo, ilustra la urgencia de que las agrupaciones políticas de izquierda y los movimientos sociales dejen de lado las diferencias y sectarismos para aglutinar esfuerzos en busca del bien común.

La experiencia de los últimos años en la región demuestra que ni unos ni otros pueden mucho solos. Las bases —léase el pueblo, generalmente representando en las organizaciones populares —constituyen el valladar invencible para desatar y proteger los cambios. Las entidades políticas pueden proveer de la teoría, de la conducción —tal vez compartida—, con mucha probabilidad en ella podrían estar quizá los líderes… aunque el liderazgo no se fabrica.

El panorama latinoamericano y caribeño vuelve a ser difícil y a parecerse al desequilibrado escenario de los años previos a lo que Rafael Correa llamó «no una América Latina nueva, sino una nueva era».

Vuelven los desempeño neoliberales con un quehacer y discurso tan manidos y tristemente conocidos, que sorprende desde afuera por su impune recurrencia.

Pero, en definitiva, es lo que busca la actual ofensiva de la contrarrevolución, «fruto de intereses convergentes y de esfuerzos combinados entre las élites mundiales del capitalismo transnacional, del Gobierno de los EE. UU. como su núcleo hegemónico, así como de las fracciones oligárquicas y de las burguesías dependientes de nuestra región», como explica el documento que servirá de base a los debates que se inician mañana en La Habana.

El asunto no es solo político; sino económico. Se trata, sobre todo, de la puja del capital transnacional por derribar los obstáculos que frenan su expansión. De ese hilo nace la madeja que propugna los llamados «procesos restauradores» verificados ahora en países como Argentina y Brasil, mientras se convierte en cadáveres políticos a las fuerzas alternativas a ese reimpuesto statu quo: vuelven a robarse responsabilidades y capacidades a los Estados nacionales a la vez que se abre la puerta de nuevo a las condicionamientos del Fondo Monetario.

Regresa una receta tan vieja y fracasada como el recorte de los gastos sociales para beneficiar el supuesto equilibrio de la macroeconomía, un plan que se ceba otra vez en una ciudadanía convencida por la parafernalia mediática del engaño de otro cambio —esta vez para «mejor»—, mientras la manipulación potencia los errores de quienes intentaron un real nuevo camino… O los errores se inventan por la derecha.

Solo la criminalización del justicialismo y los Gobiernos de los Kirchner en Argentina puede hacer entendible que un partido con el quehacer leonino de Cambiemos y el presidente Mauricio Macri no solo haya ganado las presidenciales de diciembre de 2015 sino que, además, un año después haya vuelto a prevalecer en las urnas durante las legislativas de octubre de 2017.

Es eso lo que se niega a aceptar la mayoritaria porción del pueblo brasileño que ya no se cree el teatro montado para despojar del poder a Dilma Rousseff mediante el impeachment, y que hace un año se intensifica para sacar del juego a Lula.

Pocos dudan ahora de que la prisión injusta de Luiz Inácio Lula da Silva solo busca inhibir su participación en las elecciones de octubre, y asestar otro golpe, dentro del golpe de Estado que significó la democión de Rousseff.

«La estrategia en pos de la ganancia también explica por qué todos los centros políticos del gran capital convergen, a nivel político, en la urgencia de revertir todas las experiencias de izquierda y progresistas en América Latina y el Caribe», advierte el documento del Foro que será debatido desde este domingo en La Habana.

«Estos gobiernos, pese a que en su mayoría no hicieron transformaciones estructurales de carácter anticapitalista, sí cometieron un pecado para la lógica neoliberal imperante: aplicaron sus políticas sociales de amplio beneficio popular desde el Estado, y redistribuyeron a los más pobres recursos que antes capitalizaban las élites burguesas y oligárquicas».

Frente a ello, la unidad de los partidos de izquierda y los movimientos políticos, parece hoy la única salida.

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