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Moscú abre senda de paz en Libia

La iniciativa diplomática de Putin y su capacidad para entenderse con Erdogan revela que «Rusia y Turquía están a punto de desempeñar un papel descomunal para influir en el futuro de Libia», según expertos

 

Autor:

Leonel Nodal

EL presidente Vladimir Putin acaba de abrir una alentadora senda hacia un arreglo político de la crisis Libia, desatada por la intervención militar de Estados Unidos y la OTAN en 2011.

En medio de un agitado comienzo de año, marcado por la escalada del conflicto de Washington con Irán, Putin hizo un sorpresivo viaje a Siria y Turquía, donde consiguió el apoyo de su homólogo Recep Tayyip Erdogan para lograr un cese del fuego en Libia.

Más de una docena de naciones se han involucrado en la guerra —en violación de un embargo de armas de la ONU— que voló en pedazos gobierno e instituciones, causó miles de bajas y desplazó a más de 300 000 personas.

La frágil tregua gestada por Putin y Erdogan, primera en los últimos nueve meses de violentos combates, permitió la celebración el domingo último de una cumbre de las naciones más influyentes en la situación Libia, a fin de procurar un arreglo negociado en el país petrolero del norte de África.

¿Quiénes se enfrentan en el conflicto?

La intervención militar extranjera dejó al país fraccionado. Por un lado, la región oriental, asiento de la ciudad de Tobruk y de ricos yacimientos petroleros. De otra parte, la zona noroccidental, donde se encuentra enclavada Trípoli, capital del país y principal puerto de entrada.

Una extensa región sureña quedó bajo la influencia de diversas bandas y grupos tribales armados, pero con escaso control de riquezas.

El autotiulado mariscal Khalifa Haftar, fundador y jefe del llamado Ejército Nacional de Libia, se hizo dueño del control de Tobruk, con el apoyo o simpatía de algunas naciones árabes y occidentales.

Haftar fue uno de los oficiales que junto a Muamar Khadafi derrocó la monarquía en 1969. Luego se puso al servicio de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y vivió  20 años en Langley, Virginia, sede del organismo de espionaje y subversión. Regresó a Libia en 2011 para sumarse al golpe contra Khadafi.

En 2014 la Cámara de Representantes de Libia se instaló como gobierno en la ciudad de Tobruk, plaza fuerte de Haftar.

Según The Washington Post, los Emiratos Árabes Unidos (EAU), Egipto, Arabia Saudita, Jordania y Francia están apoyando a Haftar. También afirma que cuenta con contratistas paramilitares rusos del Grupo Wagner, pero el presidente ruso ha desmentido esa versión y mucho menos que sean pagados por el Kremlin. Quienes lo apoyan lo perciben como un «hombre fuerte» que puede contrarrestar a los islamistas.

Sin embargo, su principal puntal en los últimos tiempos ha sido el presidente Donald Trump, quien en una conversación telefónica, en marzo pasado, le «reconoció el importante papel…en la lucha contra el terrorismo y la seguridad de los recursos petroleros de Libia, y los dos discutieron una visión compartida de la transición de Libia hacia un sistema político estable y democrático», según una nota de la Casa Blanca.

La legitimidad del gobierno tripoli

El Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA), creado en 2015 como órgano de transición y respaldado por la ONU, tiene bajo su control Trípoli y partes del noroeste del país.

Turquía, Qatar, Italia y otros países europeos están apoyando el GNA. El propio The Washington Post ha señalado que «Estados Unidos aparentemente también lo respalda, pero los continuos contactos de la administración Trump con Haftar, un sujeto con doble ciudadanía libio-estadounidense, ex activo de la CIA, han enviado señales mixtas».

A finales del año pasado, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, firmó un acuerdo marítimo con el gobierno de Trípoli sobre los derechos de perforación de petróleo y gas en el Mar Mediterráneo y ofreció enviar tropas de apoyo, en busca de mayor influencia en Libia. El parlamento turco autorizó a principios de año el envío de tropas, después de suministrar drones y vehículos blindados.

Putin despliega el poder de la diplomacia Rusa

En abril pasado, Haftar partió en guerra sobre la capital para completar el dominio de la Cámara de Representantes de Libia.

La tregua llega en un momento crucial. La semana pasada, Haftar tomó el control de Sirte, ciudad costera estratégica a 230 millas al este de Trípoli, dominada por tribus poderosas, y lugar de nacimiento Khadafi.

La iniciativa diplomática de Putin y su capacidad para entenderse con Erdogan revela que «Rusia y Turquía están a punto de desempeñar un papel descomunal para influir en el futuro de Libia», según expertos.

Uno de ellos, Emadeddin Badi, analista del Instituto del Medio Oriente, apuntó que «La guerra civil de Libia podría haber sido resuelta por estadounidenses y / o europeos hace meses con un esfuerzo mínimo».

No es raro, cuando fue Estados Unidos y sus aliados de la OTAN quienes desencadenaron la desestabilización de Libia, buscando apoderarse de sus inmensas riquezas petroleras.

Tras el acuerdo de cese del fuego garantizado por Rusia y Turquía a partir del 12 de enero, Putin recibió en el Kremlin a la jefa del gobierno de Alemania, Angela Merkel, a quien extendió todo su apoyo para la cumbre del domingo último en Berlín.

A pesar de sus diferencias, las potencias occidentales y árabes firmaron un amplio acuerdo para respetar el embargo de armas de la ONU y dejar de proporcionar apoyo militar a las facciones en guerra.

«Acordamos un plan integral para el futuro», dijo la canciller alemana Angela Merkel.

El primer ministro Fayez Serraj, jefe del Gobierno instalado por la ONU en Trípoli, y el mariscal Khalifa Haftar, líder del polo de poder en Tobruk, estuvieron en Berlín el domingo, pero no se encontraron.

Estados Unidos, disgustado por la creciente implicación de Moscú en Libia, acogió con visible frialdad la convocatoria de Merkel y se hizo representar por el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo.

Entre los firmantes del comunicado final estuvieron los presidentes de Francia, Emmanuel Macron; de Rusia, Vladimir Putin; de Turquía, Recep Erdogan, y otros altos líderes europeos, de Emiratos Árabes Unidos y Egipto.

El comunicado llama a «todas las partes involucradas a redoblar sus esfuerzos para una suspensión sostenida de las hostilidades, la reducción de la escalada y un alto el fuego permanente».

También llamó a los países que respaldan a las facciones beligerantes a «abstenerse de cualquier actividad que exacerbe el conflicto o sea inconsistente» con el embargo de la ONU o el cese del fuego, «incluida la financiación de las capacidades militares o el reclutamiento de mercenarios». Las naciones que rompan el embargo de armas deben enfrentar sanciones, acordaron los firmantes.

El ministro en funciones de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, declaró que en el documento acordado en Berlín se confirma que este conflicto no tiene solución militar y solo el pueblo de Libia decide el destino del país.

Lavrov,  señaló que «En el amplio plan de arreglo del conflicto libio se destaca la necesidad de un alto el fuego sostenible».

Más allá de valoraciones puntuales, la cumbre de Berlín colocó a Putin y a Rusia no sólo como otra fuerza militar más en el complejo mapa de Oriente Medio, sino como una pujante potencia mediadora capaz de dialogar, influir y concertar acuerdos relevantes, inspirados en la conveniencia de todas las partes.

La guerra en Libia ha dejado a miles sin techo y desplazados Foto: AFP

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