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Trump no hace hoyo, ni ola

En el Trump National Doral Miami, el presidente de Estados Unidos golpeó la pelotica para intentar cubrir los 90 hoyos de su campo de golf o las 90 millas que le separan de Cuba

Autor:

Juana Carrasco Martín

En el Trump National Doral Miami, el presidente de Estados Unidos golpeó la pelotica para intentar de un solo palo cubrir los 90 hoyos de su campo de golf o —casualidades del azar— las 90 millas que le separan de Cuba.

El golpe del palo contra la bola dura menos de un milisegundo, y un poco más fue el lapso de tiempo ocupado por las declaraciones que hizo el magnate-presidente —que busca la reelección a cualquier precio y costo— en un programa de  televisión, grabado en el lugar; pero no se conoce a ciencia cierta si el jugador calculó bien la velocidad, el ángulo de elevación y el giro, que definen la trayectoria y el comportamiento de la pelotica cuando aterriza.

Le apostó al instinto y espera que los votos de los ciudadanos cubanoamericanos entren en las urnas el 3 de noviembre, le den el estado de la Florida, y le garanticen ocupar durante otros cuatro años la Oficina Oval.

A cambio, la promesa de una Revolución derrotada y un retorno conquistador, semejante a la que otros 11 mandatarios han hecho al sector más extremista de ese grupo, y no han podido cumplir, no porque les faltara interés y malas intenciones en la mayoría de los casos, sino porque la prepotencia de su condición imperial les hace casi imposible reconocer las razones por las que quiere, piensa, trabaja y construye la inmensa mayoría del pueblo que habita un archipiélago indómito del Caribe.

«Yo pienso que la libertad de Cuba va a ser uno de mis grandes triunfos», aseguró, y a borbotones le salió la diatriba: «He tomado diferentes pasos contra el comunismo, me dieron el premio Bahía de Cochinos dos semanas atrás, lo he obtenido dos veces. Como sabes tengo altos estándares contra el comunismo. Estoy tomando un impulso muy fuerte contra Cuba, contra Castro y todo lo que él representa».

Imposible detener la verborrea de la época del macartismo y de las operaciones terroristas de los hombres de la CIA, por demás, presuntuosa: «Todos los cubanoamericanos están bien contentos con Trump, conmigo. Creo que tengo el 95 por ciento en las encuestas porque ellos saben que esto sucederá».

«… saben que Biden y Obama les dio de todo. Ese acuerdo fue tan malo. Una de las primeras cosas que hice fue terminar ese acuerdo con ellos. Aquel acuerdo loco e inseguro que hicieron. Iban a enriquecer al régimen».

«Solo puedo decir que tendrán libertad e irán y vendrán y no tendrán un régimen y tendrán algo que nunca imaginaron (…)  Creo que Cuba será uno de mis grandes triunfos».

Había lanzado el rollo de papel sanitario que lleva impreso el sello presidencial en 129 nuevas medidas del redoblado y abusador bloqueo impuestas por Trump.

En el sumun del desaguisado, como resaca en el intercambio entre un bufón y un mamarracho, recibió y aceptó la lista roja prometida por el chivato de nuevo tipo, un registro de artistas, intelectuales, periodistas y personalidades que acompañan la dignidad de un pueblo. Si creen que hubo injuria contra Cuba en ese encuentro demostrativo de la bajeza de un presidente, sí la hay.  Si creen que pudiera obtener los votos de la Florida, eso queda en la decisión de sus ciudadanos.

Si creen que les dará resultado el atropello y la amenaza que tiene como base la peor demagogia electorera, tengan la seguridad de que una vez más se han equivocado.

Cuba y los cubanos tenemos una norma de conducta que cumplimos a rajatabla: los protagonistas de ese infame juego en los predios de un campo de golf de 90 hoyos a 90 millas no tendrán perdón, ni olvido.

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