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Y usted, ¿pone el bobo?

Autor:

Nelson García Santos

Asombro en unos, incredulidad en otros, origina la aseveración de que si las personas que manipulan los alimentos se lavaran las manos, al menos cuatro veces durante el día, disminuiría el contagio de posibles enfermedades en más de un 50 por ciento.

Lo vital de realizar esa práctica higiénica resulta sabido desde tiempos remotos, pero, a mi juicio, el dato de que se puede reducir a la mitad la transmisión muestra, de manera convincente, la efectividad de un meticuloso aseo de las manos.

Muy vital resulta también que las personas en general hagan lo mismo antes de ingerir o tocar los alimentos, después de ir al baño, tocar carne cruda, manipular basura, dinero o tener contacto con las mascotas.

¿Por qué todavía hay quienes tampoco acaban de asimilar que lavarse las manos es el modo más fácil y disponible para la prevención de enfermedades ocasionadas por bacterias, virus y parásitos?

En el verano, debido a las altas temperaturas, la época más propicia para el alza de las enfermedades diarreicas agudas, cobra suma importancia un buen proceder higiénico para contrarrestar los males gastrointestinales.

Pero también eso nos puede salvar de un posible contagio o de una intoxicación, una mirada perspicaz que, por rutina o falta de la percepción de riesgo, casi nadie la tiene en cuenta.

Tampoco todo se puede dejar en manos de los inspectores de Salud Pública que cada año paralizan numerosísimos servicios en centros de venta o de elaboración de alimentos con el propósito de proteger a los consumidores.

Consciente de lo importante que resulta esa miradita perspicaz, Salud Pública advierte a los consumidores que eviten ingerir alimentos destapados, en contacto con el polvo o las moscas, o que se mantengan durante horas expuestos al medio ambiente.

Otro potencial riesgo se corre al consumir carnes u otros tipos de alimentos que no estén bien cocinados, fácilmente notable a la hora de ingerir.

El mismo cliente puede detectar un incorrecto fregado de los platos y vasos, y nunca debe aceptar que el dependiente sirva el alimento con la misma mano con que manipula el dinero.

¿Cómo es posible admitir que el mismo comerciante que le vende los huevos, sin lavarse las manos, le despache después el pan?

Simple y llanamente, se expone a contraer una infestación por la salmonella, un microorganismo causante de diarreas agudas, además de vómitos, fiebre y cefalea.

La mirada inteligente, junto al lavado minucioso de las manos, con jabón, nos puede salvar de un potencial contagio que cada persona está en capacidad de poder evitarlo. Solo hace falta mantener una postura responsable e inteligente para no poner el bobo, como reza el refrán, aunque en verdad hay muchísimos que asumen este rol por su actuación despreocupada y temeraria al no pensar en la higiene.

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