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El Sol de la vida, pero...

Autor:

Nelson García Santos

A juzgar por lo apreciado en la calle, una mayor cantidad de personas, incluso jóvenes, evitan exponerse excesivamente a los rayos del Sol, que resultan vitales para la vida, pero también pueden suponer un riesgo.

Esa realidad muestra que la alerta en ese sentido de las autoridades de Salud Pública no ha caído en saco roto, y, consecuentemente, gana terreno la práctica de protegerse de la luz solar.

La gente asume el resguardo usando camisas de mangas largas, enguatadas, sombrillas, sombreros de ala, gorras; aplicación de cremas y las llamadas gafas de sol, que reducen los posibles daños oculares debido a la radiación solar, mientras una buena parte evita estar largas horas expuesta al Astro Rey.

No solo este superior cuidado es visible en el paisaje urbanístico de las calles; también trasciende en los trabajadores agropecuarios y otros que realizan faenas al aire libre.

Hay que subrayar que muchísimos campesinos, durante el intenso verano, inician sus faenas en las últimas horas de la madrugada, aprovechando las noches claras, concluyen el trabajo en las primeras de la mañana, y regresan al campo en las postrimerías de la tarde.

El efecto más visible y conocido de la excesiva exposición al sol resulta la eritema o enrojecimiento por quemadura, que ocasiona ampollas y desprendimiento de la piel. Esto evidencia la destrucción de células de la capa cutánea externa sin excluir el daño a las capas más profundas.

El exceso de luz solar, en especial entre diez de la mañana y cuatro de la tarde, lapso en que los rayos ultravioletas resultan más fuertes, con el transcurso del tiempo puede ocasionar desde el envejecimiento prematuro de la piel hasta diferentes lesiones como manchas, alergias, cataratas, y otras enfermedades oculares, hasta el terrible cáncer.

Necesariamente, en nuestro país estamos expuestos a una radiación solar importante debido al clima tropical. De ahí que los protectores solares (cremas, espejuelos…) constituyen una necesidad y no una cuestión de belleza, lo cual también supone que deben tener precios asequibles al bolsillo de la mayoría de las personas.

Los que más cerca están de ser sorprendidos un aciago día con las enfermedades ocasionadas por la luz solar son aquellos que relegan, por ignorancia o incredulidad, los consejos de Salud Pública.

Sabemos que el Sol hace posible la vida y entre sus efectos más positivos está su capacidad para promover la síntesis de vitamina D en el organismo y también mejora el tono muscular, por citar solo dos ejemplos.

Pero para beneficiarnos de esos efectos no resulta necesario que nos expongamos excesivamente a sus rayos, que en Cuba, por su situación geográfica, muy próxima al Trópico de Cáncer, condiciona la recepción de altos valores de radiación solar durante todo el año, entre estos los ultravioletas, los más perjudiciales para la salud.

No obstante, todavía pululan quienes no asumen la medida más expedita para contrarrestar sus efectos negativos, que resulta la protección. Entonces,  ¿por qué la desperdician a pesar del riesgo a que se exponen?

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