Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Trump y una falsa promesa

Autor:

Juana Carrasco Martín

Hasta líderes de la derecha religiosa que se alinea con Donald Trump repudiaron o se distanciaron de la política antinmigrante de separación de las familias, para la que tuvieron calificativos como «terrible», «cruel», «desgarrador y trágico» y «parte de la gran tragedia de un sistema de inmigración que no refleja nuestros valores o nuestra fe».

El rechazo llega desde todas partes de la geografía estadounidense. También se escucharon las críticas provenientes de otros países —desde China hasta la Unión Europea y, por supuesto, de los pueblos centroamericanos afectados directamente por una decisión que peca abiertamente contra los derechos humanos.

Incluso el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos denunció el procedimiento que, solo entre el 5 de mayo y el 9 de junio, separó de sus padres a más de 2 300 niños. No poca prensa, local o de influencia nacional e internacional, ha publicado informaciones, artículos, reportajes y comentarios editoriales cargados de los elementos más emocionales de una situación donde el equipo «trumpiano» echa por tierra un término que tanto les gusta emplear a quienes se presentan como los buenos de este mundo: «compasión». Les falta sensibilidad y humanidad.

Desde hace meses, en numerosas ciudades y también a uno y otro lado del valladar fronterizo sur, se suceden las manifestaciones. Junto al muro, al que quiere darle mayor magnitud, también han crecido —en igual dimensión— las protestas, tal como aumenta la controversia sobre la separación de los niños de sus padres inmigrantes detenidos tras el cruce ilegal y el internamiento de esos menores en campamentos en bases militares.

Ahora, el Presidente se echa para atrás, afirma que no separará a hijos de padres y madres, al menos así lo anunció este miércoles. Ya conocemos que es un presidente que sabe manejar en reversa, y se esperaría que en esta ocasión, para bien, cumpla la promesa que acaba de hacer.

«Queremos mantener a las familias unidas», dijo. «Es muy importante. Firmaré algo…»; pero… ni hay mucha esperanza de que detenga la xenofobia que ha desplegado desde su campaña electoral y puso en práctica inmediata cuando llegó a la Casa Blanca.

Si bien es cierto que el señor Trump heredó la responsabilidad de una política antinmigratoria, él se ha esmerado, con la «tolerancia cero», a llevarla a los extremos, para no «traicionar» su promesa de campaña: asegurar la frontera e impedir la entrada de los advenedizos para «hacer grande a América otra vez», olvidando que esa «América» fue hecha por inmigrantes.

Ahora, pretende pasarle la culpa a los legisladores demócratas, y este no es un problema de uno u otro partido —que por demás en casi nada se diferencian cuando de proteger los intereses de su nación y de sus capitales se trata.

El martes, Trump dijo que una acción del Congreso es la «única solución a la crisis fronteriza». Sabemos bien que ante ese cuerpo legislativo el mandatario ha insistido en que le aprueben el muro y su financiamiento, y probablemente en ello pensaba Trump y piensa la secretaria de Seguridad Nacional, Kirstejen Nielsen, quien el lunes reclamaba: «El Congreso y los tribunales crearon este problema, y el Congreso solo puede solucionarlo».

No pocos en el Congreso afirman: una orden ejecutiva es la que resuelve «el problema». La de este 20 de junio, palabrería ambigua por la que un inmigrante ilegal es un «delincuente» que ha violado las leyes y debe ser detenido,  ¿dónde pondrá a su inocente prole?

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.