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La educación personalizada ha llegado

Ahora que se retoma el curso escolar, ¿imaginas la escuela como un espacio sin horarios, exámenes ni aulas? Un revolucionario método sicopedagógico hace el milagro

Autor:

Iris Oropesa Mecías

«Yo nunca he visto que tú tengas que calcular el área de un cuadrilátero o el volumen de un cubo para hacer mandados o para usar tu celular», repite en el berrinche de cada fin de verano el adolescente espigado de la casa. «Yo no sé para qué voy a la escuela, piénsalo, mamá».

La cara de la madre lo dice todo, era más fácil responderle cuando era pequeñito. Bastaba con explicarle que un día agradecería la escuela, y que reclamara cuando fuera adulto, pero ahora —manipulación mental de adolescente milenial de por medio— ella se queda pensando en las palabras de su hijo, y siente cierta empatía por él. De qué le sirvieron a ella los cálculos del área y la historia de Egipto antiguo para formar su familia o hacer las cuentas de cada mes...

En estos días en que el olor de libros (y dispositivos móviles) llena de nuevo el aire de la escuela, y el jolgorio estudiantil regresa, es buen momento de buscar respuestas sinceras de las ciencias de la educación sobre la utilidad de nuestros métodos de formación. Sin pelos en la lengua, demos el berrinche del niño que no quiere levantarse a las siete, y veamos si las ciencias sociales responden.

¿Me sirve la escuela?

Numerosos teóricos de las ciencias de la educación hoy no sienten temor de opinar que nuestros currículos estudiantiles sirven de poco para la vida y las situaciones de estos tiempos. Lo curioso es que no es el criterio aislado de la voz de un neófito en el desierto, sino de especialistas en currículos y docentes de universidades mundialmente reconocidas que reprochan de forma abierta la educación por competencias.

Las críticas a las escuelas como espacios rígidos que deforman la libertad creativa de los individuos y siguen un patrón tradicional impositivo inundan los medios especializados; se han convertido en una especie de moda entre teóricos y estudiantes.

Abundan las reformas educativas profundas, y no se teme en proponer ideas tan revolucionarias como la educación electiva, que permitiría a los estudiantes seleccionar materias como uso de dispositivos móviles, cuentas del mes o una formación según intereses personales, rasgos de carácter y posibles decisiones futuras.

Un país ganador del Pisa (por sus siglas en inglés, Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), el máximo reconocimiento internacional en materia de educación, mueve los titulares de los últimos días con la noticia de la decisión de apostar por un método revolucionario en el que no existen divisiones curriculares por materia, asignaturas, espacios cerrados que conocemos como aulas... Y lo mejor, nada de horarios inflexibles ni exámenes.

Con espacios diseñados para estimular la creatividad y desarrollar en cada estudiante el nivel que cada uno es capaz de alcanzar, las escuelas de Finlandia asombran al mundo al buscar que los centros docentes se constituyan en espacios de motivación y se alejen cada vez más de los modelos centralizados y tradicionales.

Se trata del llamado método del fenómeno, o phenomenum learning, que se centra en un objeto de estudio muchas veces elegido por los propios estudiantes, para comenzar a observarlos desde diversas aristas.

Para poner un ejemplo claro, ilustrémonos con el proyecto con niños ingleses de cuarto grado, descrito por BBC, que se inspiró en el método finlandés: el grupo eligió el tema del teléfono inteligente para sus sui géneris clases. A partir de este pie forzado al profesor, el pedagogo fue capaz de desarrollar una investigación histórica sobre cómo surgió la telefonía y se desarrolló, con todas las aristas de telecomunicaciones, física, matemáticas, historia, etc. Pudo abordar así temas como las diferencias socioeconómicas, al tratar el desarrollo de los modelos telefónicos desde países desarrollados; así como temas lingüísticos, puesto que el uso de la mensajería instantánea ha influido y cambiado el lenguaje escrito.

Todo el flujo de aprendizaje se apuntalaba además en una motivación muy entusiasta entre los estudiantes, y a partir de esa sensación de libertad y autonomía en el proceso cognitivo de aprender lo nuevo, los resultados eran muy positivos.

Este método del phenomenum learning se combina con la llamada educación de proyectos, también implementada en países como Venezuela. Muy similar al ejemplo anterior, con esta visión los estudiantes atienden a un problema de su contexto real desde una pluriperspectiva muy propia de la cultura posmoderna.

Si a esto añadimos que los diseños de espacios docentes, visualmente hablando, comienzan a responder también a ese aire de autonomía y libre crecimiento intelectual, con canales en lugar de escaleras, cojines como pupitres, o decorados elegidos por los estudiantes, podemos dejar la duda atrás: la escuela y la ciencia educativa que proponen los nuevos métodos es verdaderamente revolucionaria.

Escobita nueva

La arquitectura de estas escuelas es también revolucionadora y novedosa. Foto: Wikimedia

Todo lo nuevo llega con su séquito de prosélitos y detractores. Y eso es bueno.

Estas nuevas concepciones metodológicas (y hasta epistemológicas) para la sicopedagogía principalmente, despiertan curiosidad sobre varias cuestiones, sobre todo en aquellas naciones sin los recursos que apoyan tales revoluciones educativas, pero que como el nuestro han defendido una tradición en la búsqueda cultural y poseen voluntad de actualizarse todo lo posible.

¿Son verdaderamente útiles estas propuestas? ¿Cómo se pueden emular, sin importaciones acríticas, a medios muy distintos y limitados por condiciones complejas?, ¿de qué modo aprovechar lo que es posible aprender de ellas?...

A todas estas cuestiones nos respondió una voz autorizada de nuestra propia Isla, el Profesor Titular de la Facultad de Ciencias de la Educación del Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona, Luis Álvarez.

Con la modestia precisa de los grandes en su campo, nos advirtió que no tenía una especialización en el tema, pero de que lo conocía, era seguro.

«Primero que todo, países como Finlandia poseen el mayor desarrollo educativo del mundo, algo reconocido. Pero además, cuentan con condiciones económicas, sociales... hasta climáticas, que favorecen procesos como estos. A eso se suma que han venido reformando la educación desde hace muchos años, no solo recientemente, de modo que creo que en esas condiciones precisas, ese grupo de condiciones naturales y culturales, económicas, sociales, es válido un método como ese».

Además, la revolución educativa no nace aislada. Al respecto, el profesor Álvarez nos aclara: «Tiene base en la escuela constructivista, que abogaba por un espacio en que el sujeto gozara de mayor libertad para participar en su proceso de aprendizaje, y además toma de la educación por proyectos, nacida en pequeñas localidades italianas y luego extendida a otras regiones.

«A la educación tradicional se le ha acusado de coartar el desarrollo del individuo, se ha criticado como un régimen de horarios y exámenes muy impositivos. Y estos nuevos métodos buscan alejarse de esa imagen. Desde hace tiempo atrás, por ejemplo, la educación irlandesa había apostado por tener horarios muy flexibles e incluso se libraba de las divisiones por grados, en cierta medida, pues tanto un estudiante mayor como uno más joven podían acercarse a un tema, aportando lo que cada cual era capaz, y a su ritmo de aprendizaje.

«En esas condiciones precisas de las naciones que los han desarrollado, son métodos realmente válidos».

—¿Qué le quedaría a un profesor, por ejemplo de Cuba, en su propio y a veces complejísimo contexto, pero con un deseo de inspirar en la clase un aire de automotivación?

—«Tendría, primero que todo, que conocer al estudiante en su realidad, situación y personalidad; dominar bien su campo del saber, y actualizarse con constancia, así como hallar la clave de personalizar el proceso educativo o lograr que un proceso de enseñanza de base resulte dinámico e integrador para todos. Por ahí está la clave del éxito, en esa personalización está la brújula del desarrollo».

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