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Servicio de ¿atención? al cliente

A veces, escuchando ciertas historias de «peloteos», uno se pregunta si las personas que tranquilamente nos mandan a ese tortuoso camino nunca han necesitado de sus semejantes para hacer un trámite. ¿O será que sí lo han hecho y en venganza se divierten demorándoles los procesos a los demás?

Seguramente la economista Idalmis Maura Correoso, de calle 2da., apartamento 21-A, entre Cruz Verde y Calle 28, reparto Chibás en el capitalino Guanabacoa, tiene su propia respuesta.

El 13 de agosto último Idalmis supo que le habían enviado un giro desde la provincia Guantánamo y confirmó su llegada con la unidad número 11 de Correos de Guanabacoa, por vía telefónica. «Esto lo hice porque en otras ocasiones no se recibe el aviso de giro y el sistema automatizado implantado lo devuelve pasados 15 días de su recepción a su lugar de origen».

El sábado 16, todavía sin recibir la notificación oficial del giro la remitente se presentó en la unidad y no pudo cobrarlo. «Un funcionario nos comunicaba a todos los clientes que nos retiráramos porque no había dinero. Esto es algo que pasa con mucha frecuencia, principalmente los sábados que es el mejor tiempo para las personas que trabajamos.

«El lunes 18 en la tarde fui nuevamente y la compañera que me atendió, me dijo que debía esperar el aviso que habían puesto por segunda vez, pero que tampoco había dinero. El martes 19, al regresar del trabajo, encuentro el aviso y el miércoles a las 6:30 p.m., al regreso del trabajo pasé a cobrarlo y tampoco había dinero. Le dije a la compañera que me iba a quejar a sus superiores».

Con lógica molestia, Idalmis tomó nota del teléfono de Atención a la Población de la unidad y al día siguiente (jueves 21), llamó desde su trabajo.

«La compañera que me atendió, después de escuchar mi queja y de tomarme algunos datos, me dijo que volviera a llamar después de la 1:00 p.m., para darme alguna respuesta. Lo hice y me respondió que no se había comunicado con el administrador, que le diera un tiempo hasta el viernes 22, a las 10:00 a.m.

«Justo a esa hora llamé. Después de pasarme para diferentes personas, entre ellas la supervisora, me dijeron que no era un problema del correo, sino de las transferencias y tramitaciones financieras de efectivo. Le respondí que si el problema no era del correo, mucho menos lo era del cliente (...) y agregué que esto viene ocurriendo desde hace rato puesto que el año pasado yo presenté ante ellos una queja por el mismo motivo.

«La supervisora me pasó por una extensión para el departamento de Atención al Cliente. Allí la compañera me dice lo mismo y más: que debía ir desde temprano para el correo a cobrar, para poder alcanzar dinero. Eso fue lo más insultante que escuché.

«Le dije que si el servicio era deficiente más lo era su posición al proponer esa solución, puesto que se supone que representara los intereses del cliente. Le expliqué que yo trabajo fuera del municipio y no tengo tiempo para pasarme de guardia en un correo para recibir un dinero que me pertenece y que se pagaba para que ellos lo tramitaran».

Idalmis aún espera. Y a este redactor le queda solamente añadir lo que tal vez pueda considerarse una obviedad, pero que al parecer muchos ignoran: por cada persona «peloteada» de esta forma el prestigio de toda una institución de servicios cae hasta límites intolerables.

Fetidez, ratones, cucarachas. La segunda misiva de hoy trae a estas líneas nuevamente el asunto de las tuberías de aguas albañales defectuosas. La remite, a nombre suyo y de sus vecinos la jubilada Rosario de la F. Peguero González. Su edificio —el E89—, sito en la Zona 10 de Alamar, en La Habana del Este, Ciudad de La Habana, sufre bajo sus cimientos la putrefacción que ocasionan varias tuberías albañales reventadas.

Desde hace cuatro años, cuenta Rosario, están yendo a Acueducto y Alcantarillado, Higiene y Epidemiología, y a las autoridades del territorio. Y no se ha resuelto nada.

«Cuando llueve mucho esa agua contaminada sale para la acera con mucha fetidez», se duele la septuagenaria capitalina.

«En esta escalera hay seis niños menores de ocho años. También hay asmáticos, alérgicos. Quien le escribe vive en el primer piso. Frente a mi puerta está un hueco que se abrió para que saliera el agua acumulada debajo del edificio. Salió con ratones muertos, cucarachas... calle abajo. Yo también tengo asma bronquial y alergia».

Por si esto fuera poco en una línea más crece la alarma: «El año pasado tuvimos varios casos de dengue y leptospirosis».

Oscuro de Luna Esta imagen, remitida por Maryuris Cabrera García, residente en calle 21 entre G y H, No. 8608-B (Pasaje Alcina), Cojímar, La Habana del Este, fue tomada «en la explanada que se encuentra entre el área del club social La Costa y el sitio llamado por los bañistas Claro de Luna, en el propio Cojímar (¿la Luna podrá reflejarse ahora allí?). No se sabe —explica Maryuris— de dónde puede provenir el derrame de petróleo.  Aún no encontramos peces muertos, pero la flora y la fauna marina evidentemente están afectados seriamente. Y esto es solo el principio de lo que puede ser un desastre ecológico».  Añade la cojimareña que «este sitio se llenaba de personas de diferentes edades», pero a causa de su estado actual la soledad se ha hecho reina. A este ritmo contaminante, se pregunta finalmente, ¿cómo quedará «uno de los pocos lugares de recreación y sano disfrute en la localidad preferida del autor de El viejo y el mar?

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