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Ocupación ilegal de tierra

¿A qué medios deberé acudir para tener lo que legalmente es mío?, andará preguntándose José Ruiz Gómez, desde Bloque 3, No. 13, en el reparto López Peña, de San Luis, provincia de Santiago de Cuba.

Cuenta José que hace ya tres años, como miembro de la cooperativa de crédito y servicios fortalecida (CCSF) Mario Iglesias, solicitó en usufructo tierras ociosas de la unidad básica de producción cooperativa (UBPC) pecuaria La Favorita, ubicada en la zona La Fama, de su municipio. En enero de 2011 hizo la petición a la Empresa Pecuaria Raúl Palomo, para iniciar el expediente con toda la documentación pertinente.

En agosto de 2011 fue aprobada su solicitud por el Delegado de la Agricultura, mediante la Resolución 298. Y el 31 de octubre de ese año se le hizo entrega del certificado de propiedad del terreno. Pero cuando se dirigió al sitio a tomar posesión de las tierras para trabajarlas, las mismas estaban ocupadas por un ilegal, quien manifestó que eran suyas y le habían sido entregadas por un usufructuario colindante con el terreno.

Dicha situación fue comunicada en reiteradas ocasiones a la Delegación de la Agricultura y a la funcionaria que atiende el Registro de la Tierra en la Empresa Pecuaria, entre otros, pero esta alegó dificultades de transporte para dirigirse al sitio.

En enero de 2012, José hizo una reclamación por escrito al Delegado de la Agricultura a nivel municipal y a los factores correspondientes. En julio de ese año, el propio Delegado creó una comisión que visitó el lugar. Y le respondieron que el terreno estaba ocupado por el ilegal, pero José era el único propietario legal (menuda y obvia conclusión).

Lo más triste de todo —según José— es que ese individuo sigue en posesión del terreno y no se ha tomado medida alguna al respecto. José fue citado a la Delegación Municipal de la Agricultura y la respuesta fue que iban a dejar sin efecto la cesión de la tierra que previamente habían puesto en sus manos para entregarle otro terreno, colindante con el suyo, que ya no se otorgaría a un tercer usufructuario. José aceptó la salida.

Ante la demora para cumplir esta última decisión, el remitente fue a ver al Delegado de la Agricultura en el municipio, que le informó en esta ocasión que no procederían según la fórmula explicada anteriormente, pues se le podía entregar la parcela aplicando la variante de ampliación, de acuerdo con documentos que amparan la entrega en usufructo de tierras ociosas.

Cuando me escribió, José aún no había recibido el nuevo terreno y ya han transcurrido dos años y medio desde que inició sus gestiones. Por esa razón siente que se le ha faltado el respeto. Y pregunta:  «¿Para qué existen los inspectores de la tierra?».

Afectada, y sin esperanza

Milda Izquierdo Palacios (calle Pancho Jiménez, No. 78-A, entre Pan y San Ramón, Sancti Spíritus) cuenta que desde el 2012 comenzaron las labores de reconstrucción y remodelación del Centro Histórico de esa ciudad.

Y la cuartería que colinda con su casa entró en el plan de rehabilitación. Con las obras, le afectaron parcialmente el techo, que quedó con peligro de derrumbe. Y ella tuvo que trasladarse para la sala, en la planta baja, pues los dos cuartos quedan en altos.

La señora tuvo que contratar a un constructor para que terminara de tumbar el techo, y desde entonces los cuartos han quedado al aire libre. Las paredes de la casa comenzaron a filtrarse y a cuartearse, y presentan pases de corriente eléctrica. «El techo bajo el cual estoy viviendo —denuncia— es el piso de los antiguos cuartos. Se filtra constantemente y ya está cuarteado debido al agua y al sol al que ha estado expuesto».

Milda ha hecho todas las gestiones posibles con la Unidad Municipal Inversionista de la Vivienda y las autoridades del municipio y la provincia.

Todos los funcionarios y cuadros con quienes se entrevistó —afirma— «han dejado promesas y falsas expectativas de que mi situación se iba a resolver. Pero se inauguró y entregó la cuartería a sus propietarios, y mi casa sigue en las mismas. De mal en peor.

«Desde entonces, todos los meses (...) me mandan a un inversionista, un arquitecto y un proyectista, para que midan, calculen y revisen lo que tienen que hacer. Pero no sabemos en qué fecha y en qué año será. Los veo venir y lo mismo me da risa que me enfurece, porque considero esas visitas como una burla más», concluye.

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