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Doblemente damnificados

Humberto Mendoza Rodríguez (Justicia No. 668, apto. 2, entre Compromiso y Herrera, Luyanó, 10 de Octubre, La Habana) cuenta que el tornado del 27 de enero de 2019 produjo un derrumbe parcial en la casa de sus ancianos padres y su hermano, sita en Infanzón No. 422, entre Rosa Enríquez y Manuel Pruna, en el propio municipio capitalino; y aún sigue sin solución definitiva.

Precisa Humberto que tras un levantamiento inicial que realizó el Consejo de la Administración Provincial a esa vivienda, a los viejos se les asignó una brigada de construcción con todos los materiales necesarios y suficientes para acometer las acciones.

Comenzaron a demoler la parte que no se había llevado el tornado, pero que estaba dañada. Y a la semana siguiente de iniciar los trabajos, el jefe de la obra les planteó a los inquilinos que debían abandonar la vivienda, pues no podían trabajar con ellos adentro. En su pequeño apartamento, que tiene una sala comedor, baño, cocina y un cuarto, Humberto albergó a sus padres y a su hermano de 44 años, sordomudo y con retraso mental.

Transcurrida una semana, visitó la vivienda de marras para verificar el estado de la obra; y el jefe de la brigada le informó que estaba paralizada por falta de materiales de la construcción. Lo único que habían construido eran los dados de la zapata.

Así estuvo detenida durante cuatro meses, hasta que en julio, Humberto fue al Departamento de Atención a la Población del Consejo de la Administración Municipal de 10 de Octubre, donde le plantearon que conocían de los problemas de la brigada, y que investigarían los sucesos. Todavía Humberto está esperando la respuesta.

Fue también a las direcciones municipales de Vivienda y de Planificación Física en agosto de 2019. Tampoco hubo respuesta, ni visitas o comprobaciones de quienes debían verificar la obra.

«A principios de septiembre, afirma, se presentó una nueva brigada, contratada por la Dirección Municipal de la Vivienda. Retomaron la obra y nuevamente se asignaron cuantiosos materiales de construcción, que por arte de magia se agotaban como si la tierra se los tragara».

En resumen, Humberto describe el desastre: «Paredes desniveladas, una escalera con pasos de diferentes medidas, un piso desnivelado y hundido, columnas centrales inclinadas, arquitrabes disparejos, sin contar que la cocina y el baño con azulejos mal colocados, con un inodoro puesto sin tanque ni lavamanos, cuando yo personalmente vi la caja con todos las piezas del baño, así como todos los herrajes niquelados de ambas piezas, sustituidas por llaves plásticas artesanales».

Durante todo este tiempo de angustiosa espera, los padres de Humberto han tenido problemas serios de salud. Para colmo, el 20 de diciembre se detuvieron las acciones constructivas sin previa explicación. Y se aparecieron el 9 de enero, para dejarle las llaves a una vecina, a quien le comunicaron que no trabajarían más producto de la inestabilidad de los pagos por parte del Estado.

Entonces Humberto fue a ver a una funcionaria de la Dirección Municipal de Vivienda, quien, según él, se asombró de lo que ya debía saber y haber controlado, y le aseguró que lo comunicaría a sus superiores.

«En conclusión, expresa, la casa de mis padres, dos ancianos que conviven con un discapacitado, aún después de transcurridos 11 meses se encuentra en espera de una obra inconclusa, con las paredes sin repellar, una cocina y un servicio sanitario a medio terminar, sin instalaciones de agua, electricidad y gas...».

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