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Auxilio inmediato en San Isidro

Desde Curazao no. 62, entre Jesús María y Acosta, en el humilde barrio de San Isidro de La Habana Vieja, en la capital, me escribe Miriam Rubalcaba López, quien se identifica como una mujer de la tercera edad, y lectora incondicional de esta columna.

Cuenta que por situaciones personales, ella requiere de la ayuda de vecinos y familiares para la solución de sus necesidades y las de un hijo suyo, paciente con retraso mental.

Por ello, el pasado 24 de agosto su nieta, que no reside en el municipio, se trasladó hasta La Habana Vieja para comprarle productos fundamentales como alimentos y de aseo. Y hecha la compra, cuando se trasladaba hacia el hogar de Miriam, sufrió un desmayo. Y de inmediato, la nieta fue auxiliada por personas que transitaban por los alrededores.

«Ninguna de esta personas la conocía, dice la abuela. Y se encargaron de levantarla, recoger lo comprado y la mochila que llevaba, donde le guardaron el dinero que tenía en sus manos. Le quitaron el nasobuco para que pudiera respirar, y nadie se preocupó en ese momento de que estaban asistiendo a una desconocida que no tenía protección.

«Cuando llegaron a mi cuadra, mis vecinos se ocuparon desde ese momento. El auxilio vino de todos, lo mismo de mis amistades que de personas sin relación conmigo. Fue  entonces que supe lo que ocurría, al aviso de todas aquellas personas. Un vecino —muy joven— cargó a mi nieta y subió con ella decenas de escalones, a la altura de tres pisos en una edificación centenaria de La Habana Vieja.

«He visto y sentido tanto apoyo y respaldo de personas anónimas y conocidas, que creo merece conocerse. Ya recuperada mi nieta, me dijo: ¿Qué hubiera sido de mí si esto me pasa en otro lugar que no fuera Cuba? A lo que agrego: este es el San Isidro del amor, la solidaridad y el humanismo. Quizás por eso sea que tanto nos atacan y quieren la desunión entre los cubanos», concluye Miriam.

Ni porque consiguió la pieza…

Alberto Paneque Montero (Calle 7 no.42, altos, entre Avenida Milanés y Bayamesa, Reparto Camilo Cienfuegos, ciudad de Bayamo) narra las vicisitudes  experimentadas desde que el 21 de abril pasado reportara al taller de garantía del municipio su refrigerador, que estaba presentando problemas con su funcionamiento y aún se encontraba en garantía.

Refiere que entonces fue atendida la solicitud y se le dio el número de reporte 986. Y en junio, al ver que no había  respuesta alguna, su esposa fue a ese taller a saber el porqué de la demora. Allí le explicaron que enviarían a alguien a atender el reporte, que no sabían qué había ocurrido.

Pasaron dos semanas, y nada. La esposa volvió al taller, y  esta vez le dijeron que había problemas con el transporte destinado a esas labores, pero que no se preocupara, que ese caso se iba a resolver.

 Dos semanas después, se presentó el tan esperado transporte en su hogar. El técnico le indica que el refrigerador estaba botando el gas, y eso tenía solución con un «fitting». Que ellos en ese momento no tenían, pero si él lo conseguía, ellos se lo instalaban y el refrigerador quedaría como nuevo.

Alberto resolvió el susodicho «fitting» con una amistad, e iluso soñó con que se solucionaría el problema. Fue al taller e informó que ya tenía la pieza. Y quien le atendió le indicó que debía llevar su refrigerador. Él respondió que le era muy difícil bajar el equipo de una segunda planta, y además conseguir un transporte para trasladarlo. Y esa persona se comprometió con que en la próxima semana su caso sería resuelto.

«Ha transcurrido tiempo, dice, y todavía nada. He visitado el taller y he recibido muchas evasivas: Que si hubo cambio de director, que si no tienen gas, que si no hay combustible… y otras más que ni voy a mencionar.

«En mis reiteradas visitas a este lugar he podido constatar el descontento de varios clientes con este taller, pues al igual que yo llevan meses esperando ser atendidos. ¿Para que te hacen esperar en la tienda para llenar la garantía cuando compras, si eso no cumple ningún objetivo? Qué tipo de garantía tiene el cliente en Bayamo si te tratan como si te estuvieran haciendo un favor y no como si fuera parte de un contrato que deben cumplir?», concluye.

Ni siquiera porque Alberto consiguió la pieza…

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