Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Frustrado con la digitalización

Ransel Alain Somohano Gutiérrez (Avenida 39, No. 10418, apto. 1, Marianao, La Habana) creyó en la agilidad y eficacia de la digitalización cuando, poco después de anunciarse el servicio en línea del Registro Civil de Cuba, apostó por esa nueva variante.

Solicitó por esa vía varias certificaciones que no había podido obtener presencialmente en los registros civiles de Marianao y Playa; y le respondían que no había conexión, o que no aparecía en el sistema, que volviera…

«Vi en ese servicio online, afirma, una buena oportunidad no solo para mí, sino para todos los ciudadanos, pues ya no habría que levantarse de madrugada, ni hacer largas colas para coger turnos. Y en mi caso, sin ningún resultado.

«Creo que ha sido peor esta variante. He realizado más de nueve solicitudes desde que se lanzó este servicio por el Registro Civil del Ministerio de Justicia (Minjus), las últimas tres el 13 de mayo del presente año. Y aún la respuesta es: Pendiente a asignar».

Señala que en la misma página donde se accede para realizar las solicitudes, hay un formulario en línea para las quejas, pero tampoco funciona. Al llenarlo y confirmar, sale un error.

Y adjunta a su carta las copias de las capturas de pantalla de las últimas tres solicitudes hechas el 13 de mayo del presente año, día en que dejó de solicitar constantemente los mismos documentos. Y casi cinco meses después, todavía no tiene respuesta.

«Ya he realizado, dice, varios intentos para formular mi queja en línea en el Formulario del Minjus, pero me sale el error que también adjunto. ¿Cuándo, dónde y cómo, puedo formular mi queja? ¿Cuánto tiempo más debo esperar? ¿Se podrá valorar mi caso y analizar lo que está sucediendo con estas solicitudes? ¿Este mecanismo funcionará o habré perdido todo este tiempo esperando? ¿Tendré algún día mis solicitudes? ¿Qué pasa con la informatización tan necesaria para nuestra sociedad y el Minjus?».

Esperando lo que merece

José Enrique Junco es entrenador de judo, cinturón negro séptimo dan, y
después de toda una vida de trabajo y de combates hace ya unos cuantos años tuvo que jubilarse para cuidar de una tía que quedó postrada en un accidente.

Al fallecer la tía en 2014, se reincorporó al trabajo, por contrata. Y ahora, con 82 años, optó por el aplazado descanso, con la consiguiente mejoría del recálculo de su pensión.

Cuando acudió a la Dirección de Deportes en el municipio capitalino de  Arroyo Naranjo, la funcionaria encargada de atenderlo no estaba. Y a la segunda vez, constató que a ella ¡se le habían extraviado los papeles del veterano!

«Llevo tres meses sin los resultados. ¿Qué debo hacer?», manifiesta con pesar el anciano, quien se resiste a pensar que tras cumplir siempre con sus deberes, merezca el castigo y no el premio a tantos combates en el tatami de su vida.

Con la disciplina y ecuanimidad del luchador, José Enrique sigue esperando por lo que merece, allá en su hogar, en la calle Cisneros Betancourt, entre Cuervo y Avenida de Los Apóstoles, en el capitalino reparto de Los Pinos.

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