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Jóvenes bayameses ofrecen su aporte en la agricultura

Autor:

Juventud Rebelde

Numerosos muchachos de esta ciudad de la provincia de Granma han convertido el domingo en día tradicional de sudores, sacrificios y chistes en el surco

BAYAMO.— No se tragaron un frasco de locura, ni se bañaron en un río de arrebatos. Pero sus actos le levantan las cejas a cualquiera. O hacen exclamar: «¡Caramba, ustedes se las traen!».

Porque ellos decidieron hacer del domingo una fecha de semillas, de privaciones gratas, de fango mágico y de sudores que saben a miel.

Mientras ese día otros reposan la resaca reguetonera del sábado, o se moldean el pelo con mil trucos, o remolonean conversando con la almohada... estos jóvenes «se comen» el surco, y no precisamente porque sean agricultores de cabecera.

Desde que en octubre de 2008 la dirección de la Juventud de Granma convocó a enarbolar la bandera de los sacrificios no fingidos para apoyar las tareas agroalimentarias, apenas han faltado a la cita roja.

El entusiasta Kendris Saborit Núñez, por ejemplo, lleva ¡24 domingos! soleándose las pestañas y los antebrazos. Y lo dice con la facilidad con la que a sus 27 años se enhebra una aguja: «Hemos participado en movilizaciones a la caña, el tomate, el boniato, la papa; en la limpieza y embellecimiento de las entradas a la ciudad...».

Ese madrugar dominical lo ha convertido casi en un gallo, pues cada siete días el reloj de su propia anatomía lo sacude puntualmente de las sábanas, a las 5:30 de la mañana, hora en que empieza a ensillar el equipaje agrícola para gotear temprano en el punto de recogida, en la UJC provincial.

Pero este estudiante de sexto año de Ingeniería Agropecuaria no solo ha visto brotar primores en su constante tributo agrario a la nación. Las jornadas también son especiales para él por el cultivo perenne de amistades y porque la diversión se enseñorea en el surco, de tanto chiste regado entre carreras. «Las jaranas no faltan, ni los cuentos de cuando estábamos en el pre... el esfuerzo tampoco», confiesa.

También —hay que decirlo— existen otros con buen average en el campo. En esa lista habita Aimé Téllez Pardo, alumna de primer año de Medicina, quien ha dedicado 18 domingos a los trabajos voluntarios.

Siente ella que las repetidas movilizaciones tienen un encanto imposible de describir. Tal vez lo diga por las veces en que sobrevino la carcajada después de hundirse en el fango en las siembras de bejucos de boniato; o quizá por la anécdota en que le llegó el mal mensual de las féminas y fue capaz de enfrentarlo con estoicismo e inventivas; o por la «historia de los pinchitos enterrados en las manos», acaecida luego de una agotadora jornada en cañaverales enanos de la localidad de Mabay.

«Algunos no lo creen, pero estos trabajos voluntarios me despejan; me han ayudado a enfrentar la carga de la docencia», expresa con una sonrisa de muñeca.

Sin embargo, la lucha mayor de Aimé ha surgido del afán de preservar las uñas, símbolo inequívoco de feminidad. Hasta ahora —a contrapelo de lo que vaticinaron ciertos compañeros— ha vencido en esa batalla.

Otros triunfadores, aunque no en el cuidado de las uñas sino en el ejemplo en los sembradíos, son Michel Salazar Álvarez y Raciel Hernández Fonseca, ambos futuros médicos. El primero suma 17 movilizaciones domingueras; el segundo ya llega a 21.

Raciel también es de los que consideran que en el surco se ha relajado de la carga de la Universidad, que no solo nace del aula en el policlínico René Vallejo. «Son incontables cosas», espeta.

Acaso por tal avalancha algunos que comenzaron en estos trajines se «rajaron», se desviaron del destacamento de vanguardia. «Esto suele ocurrir en otras esferas de la vida; no todos llegan», reflexiona Raciel.

Mientras, Michel, quien a los 29 no deja de sonreír sanamente, expone que no todos han entendido la importancia de esta labor en los campos. «Como ya estamos en cuarto año, determinadas personas cercanas nos han preguntado si nos vamos a graduar de agricultores y de médicos. No se dan cuenta. Nosotros sí sabemos cuánto estamos haciendo por el país y cuánto ayuda este trabajo a formarnos. Al principio nos comprometimos por seis meses, ya llevamos ocho».

Para él todas las jornadas han sido provechosas, pero recuerda especialmente la vinculada con la siembra de caña —que no se imaginaba así— y la del 4 de Abril. «Ese día, un sábado en que sembramos boniato, nos pusimos contentos porque no fuimos un grupito sino miles de jóvenes. El entusiasmo se multiplicó».

Cuando JR le desliza una pregunta, desenvaina una respuesta rápida: «Ni a Raciel ni a mí esto nos ha afectado los resultados académicos. Los dos pertenecemos al Movimiento de Vanguardia Mario Muñoz. Y para mantenerse dentro hay que ser integral en todo, y eso incluye el rendimiento docente».

Otros jóvenes bayameses ensanchan la lista honrosa que combate cada domingo para hacer parir la tierra; pero no todos pudieron acudir a la cita apresurada con el reportero. Ellos saben que no se pasarán la eternidad en tales afanes, mas por ahora señalan que permanecerán vestidos de voluntarios «hasta que haga falta».

Definitivamente, ellos no se indigestaron de locura; ni se marearon con una ola de furores, pero sus actos —que ojalá contagiaran— merecen mucho más que el certificado moral, que los aplausos en cascada; que estas líneas escritas a galope con admiración incontenible.

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