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Almas en la frontera

Hay jóvenes que diariamente cumplen misiones de rescate y salvamento, enfrentamiento a actividades terroristas, de narcotráfico internacional, tráfico de personas... Un desafío de profesionalidad, entereza, corazón y vocación

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

—Pido permiso para zarpar...Cambio...Entendido... Cambio... Todo listo... Cambio y fuera.

Preparaba los equipos de navegación, se movía de la cabina de combate al puente de maniobra con la velocidad de un rayo mientras se comunicaba con el puesto de mando. Alistó a la tropa en un santiamén y cuando todo estuvo en óptimas condiciones, el LPM-546 desatracó.

Timón en mano, el comandante del buque, el primer teniente Braxly Cerret Cueto, respiró hondo. Una vez más se hizo a la mar rápida y eficientemente, como digno integrante del Destacamento de Tropas Guardafronteras en la provincia de Matanzas.

«Ese es mi deber, estar siempre listo y dispuesto a enfrentar cualquier situación que ponga en peligro a nuestro país y a las vidas humanas desde las fronteras marítimas», explicó.

Pude ver en su mirada, calada por la nostalgia de su hogar en Santiago de Cuba, el amor y la dedicación por una profesión que contribuye a la soberanía de una nación y a la seguridad de su pueblo.

«Cuarenta días es el tiempo que estoy aquí trabajando en mi barco y luego 20 con mi familia, con mi hija. Si no fuera porque mi vocación de soldado de esta tierra desde el salitre es más grande que cualquier otra cosa, no pudiera desempeñarla cabalmente», aseguró.

Al igual que Braxly, miles de jóvenes salvaguardan las fronteras como parte del Servicio Militar Activo, y muchos de ellos, convencidos de la férrea disciplina y el constante sacrificio que demanda, deciden después incorporarse a sus filas de manera permanente, a sabiendas de que cada vez que zarpen mar adentro llevarán en su corazón la satisfacción del deber cumplido y el agradecimiento eterno de muchos que hoy viven gracias a quien les tendió la mano en medio de las encrespadas olas.

Vaivenes de la historia

Luego del triunfo de la Revolución en 1959, numerosas actividades se desarrollaron y financiaron desde Estados Unidos en colaboración con la contrarrevolución interna, con el objetivo de echar por tierra la luz que se abría paso desde la figura del Comandante en Jefe.

Barcos de pesca, buques mercantes extranjeros, poblados e instalaciones costeras fueron el blanco de algunas de estas acciones, y el intento por reanimar el desarrollo de bandas contrarrevolucionarias, sobre todo en la zona del Escambray, fue lo que motivó la introducción de armas y hombres, por la costa norte principalmente.

En 1963 es asesinado un joven miembro de la Marina: Jesús A. Fernández Rodríguez, en Cayo Blanco, Cárdenas, identificado después como el primer mártir de las Tropas Guardafronteras, porque ante estos hechos y la constante propaganda enemiga, Fidel ordenó a las Fuerzas Armadas Revolucionarias la constitución de un cuerpo armado, cuya misión estribara en el enfrentamiento a acciones de este tipo en nuestras aguas jurisdiccionales.

Quedó constituida así, de manera rápida y organizada, una Unidad Militar denominada Lucha contra Piratas (LCP), al mando del capitán Orlando Pantoja Tamayo, quien lideró una nueva etapa en la protección del país desde las fronteras marítimas.

La posterior unificación de las fuerzas y los medios de la organización LCP con las del recién creado Departamento de Vigilancia de Puertos y Costas (DVPC) del Ministerio del Interior (MININT), derivó en la disolución de la primera y en el protagonismo de la segunda en el desarrollo del enfrentamiento al enemigo.

No es hasta dos años más tarde, en 1965, cuando este órgano de alcance nacional pasó a denominarse Fuerzas Guardafronteras, aún bajo la dirección del capitán Pantoja.

Vocación en alta mar

Ahora, cuando se acerca el aniversario 50 de la fundación del Ministerio del Interior, órgano al que pertenecen las fuerzas guardafronteras, modernas tecnologías apoyan su trabajo y garantizan una respuesta más rápida y fundamentada de sus miembros, lo que no quiere decir que su preparación combativa disminuya, al contrario.

Según el teniente coronel Lázaro Rojas, de la Dirección del Destacamento de Tropas Guardafronteras de Matanzas, los sistemas automatizados de representación naval y de radiolocalización y el control de flota para yipis patrulleros permiten un empleo más racional de las fuerzas y los medios, en tanto pueden ubicarse las violaciones de manera rápida, lo cual redunda en una mayor inmediatez en la toma de decisiones.

«La videoprotección y la digitalización de todos estos medios en sentido general permite detectar desembarcos por lugares no establecidos, actividades delictivas como la pesca ilegal, buscadores de recalo con fines de lucro, así como el seguimiento a embarcaciones que navegan en aguas de nuestra jurisdicción; pero el real enfrentamiento y su posterior desenlace victorioso depende de cada uno de los guardafronteras».

Son ellos, apunta Rojas, quienes diariamente, cuerpo a cuerpo, deben cumplir misiones de rescate y salvamento, brindarle protección a nuestros dirigentes y enfrentarse a actividades terroristas, de narcotráfico internacional y de tráfico de personas, y más que de un medio tecnológico, aunque este le facilite su trabajo, deben apoyarse en su corazón y vocación.

El primer teniente Luis Bismark Rodríguez Serrano coincide, sobre todo ahora que es el comandante del buque guardacostas 0-20, del Destacamento de Tropas Guardafronteras de La Habana, en el que, solo con 28 años, ha protagonizado sucesos dignos de contar gracias al amor que siente por su trabajo y trascendencia.

El ingeniero naval especialista en cubierta confiesa que es un hombre feliz, porque además de tener una esposa y una hija especiales, ha forjado su personalidad y sentido de pertenencia a esta tierra en cada acción diaria que demanda su profesión.

«Siempre quise trabajar en una embarcación y desde que integré las filas del Ministerio del Interior, en el destacamento de Guardafronteras, puse todo mi empeño para llevar a cabo con éxito la protección del país en el litoral y ser un digno defensor de la Revolución», afirmó este joven holguinero, a quien ascenderán a capitán el próximo 6 de junio, fecha en la que se celebran cinco décadas del surgimiento del Ministerio.

Rememora aquellos momentos «que más duelen en el corazón», en los que debió enfrentar acciones contrarrevolucionarias de barcos foráneos y los rescates de familias enteras, que con niños pequeños echaron su suerte al mar en una frágil embarcación, al mando de subordinados tan jóvenes como él, a quienes debe inspirarles respeto y entereza.

Y vendrán momentos quizá más difíciles, me dice, y para eso está aquí, para que sus hijos se sientan orgullosos de todo cuanto hizo su papá desde su pedacito, por la tranquilidad de los habitantes de Cuba.

Quien los conoce se despide complacida, consciente de que jóvenes como Braxly y Luis Bismark defenderán el país desde el mar con integridad, porque como cantara allá en Matanzas, el capitán Reynaldo Rodríguez: No importan los largos senderos/ si cuido y defiendo lo que fue un día primero/ No importa la alta cresta cruel/ si la rompo con mi pecho como corcel... porque soy insomne centinela/ porque soy, soy guardafrontera.

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