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Breve historia del velo que cubrió el cadáver de José Martí

El lienzo con que fue cubierto el rostro del cadáver de Martí durante una de sus cinco exhumaciones, tras la caída en combate en Dos Ríos, se conserva en el museo provincial «La Periquera» de la ciudad de Holguín

Autor:

Héctor Carballo Hechavarría

HOLGUÍN.— A simple vista luce como un trozo de tela común, pero dentro de la espaciosa sala Revolución del museo provincial «La Periquera», en esta ciudad, no hay ocasión en que no detenga la marcha el visitante para observarlo y su significado se vuelva inconmensurable, ante la sorprendente historia que ata a los holguineros con el más excelso de los cubanos

Se trata del velo que se utilizó para cubrir el rostro del cadáver del Héroe Nacional, José Martí, durante su traslado desde el camposanto de Remanganaguas hasta la necrópolis de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba, donde se procedió a identificarle oficialmente, el 23 de mayo de 1895, bajo una fuerte custodia de las tropas españolas.

Fue precisamente en Remanganaguas, poblado ubicado en el actual municipio santiaguero de Contramaestre, donde tuvo lugar, el 20 de mayo de 1895, el primero de los cinco enterramientos sucesivos a los que se vieron sometidos los restos del genial pensador y revolucionario cubano, tras su trágica caída, el 19 de mayo de 1895.

Pero si los destinos de Martí no anduvieron directamente sobre las tierras del norte de Oriente en su marcha de gigante desde Playitas de Cajobabo ¿Cómo llegó entonces ese pañuelo a la ciudad de San Isidoro de Holguín? ¿Quiénes fueron las personas que lo salvaguardaron, para convertirle hasta nuestros días en altar de compromiso eterno con los ideales del Apóstol y la independencia patria?

Los hilos de la historia

Las respuestas las ofrece la museóloga Ileana Donatien Vega, de la referida institución cultural, al facilitar el  acceso de JR al Acta Notarial número 89, rubricada en esta ciudad el 31 de marzo de 1925, por el doctor Francisco Frexes Bruzón, entonces notario del Colegio de Oriente, y que da fe de la legitimidad y origen del blanco velo.

En ocasión del aniversario 122 de la muerte de Martí, se muestra por estos días en la sala del museo, además, el libro de visitantes que acompañó la primera exposición pública de esta reliquia, acaecida en el Centro de Veteranos de Holguín, el 4 de abril de 1925.

La historiadora holguinera Ileana Donatien Vega, del museo provincial «La Periquera» muestra a los lectores el lienzo fuera de su urna. Foto: Héctor Carballo Hechavarría

«Fue el paño que se exhibe en el local de esta delegación, y que ha sido donado por el Capitán del Ejército Libertador, Señor Agustín Mesa y Mesa, el mismo que cubrió el rostro del Gran Maestro José Martí, desde el cementerio de Remanganaguas, hasta el Cementerio General de Santiago de Cuba», aparece de puño y letra en la primera página del citado folio.

La posibilidad de consultar ese pliego de singular significado para la historia de Cuba aclara, sin embargo, quién fue el verdadero protagonista de tan delicado gesto; gracias a la comparecencia en la vivienda de Mesa y Mesa, de los señores Delfín Aguilera y Ochoa, Prisciliano de la Cruz Toranzo y Manuel Dositeo Aguilera, presidente de la delegación de Veteranos de la Independencia y sus secretarios de Correspondencia y actas, respectivamente.

A sus 66 años de edad, el veterano mambí confirmó aquel día que fue su suegro, Bonifacio Campos Villalón, a la sazón maestro de obras de albañiles del panteón de Santa Ifigenia, quien se lo donó, después de haberlo cuidado con prudencia por muchos años.

En argumentación de sus memorias, Mesa esclareció que la inscripción: «El velo de Martí», que aparecía al centro del paño como en amarillentas manchas, fue escrita con lápiz por la esposa de Campos Villalón, Caridad Delgado.

Con el sellado del acta notarial número 89, quedó consumado ese día la entrega de la «preciosa reliquia al Consejo de Veteranos de la Independencia, Delegación de Holguín, los mejores custodios y conservadores», reza el acta notarial.

Fueron decenas de años, al menos hasta 1945, los que parece haber permanecido expuesto el libro de visitas en el Centro de Veteranos de Holguín, pues no todas las firmas están fechadas. Sobre las hojas envejecidas, con tinta de pluma y a ratos casi ininteligibles, se suceden incontables nombres de mujeres y hombres, quienes dejaron para la posteridad no solo sus rúbricas en señal de respeto, sino, también, premonitorias palabras, espontáneos versos y los mejores votos de un nuevo y honroso renacer para la patria.

Suspiros entre líneas

Hay vigorosas y elegantes caligrafías que denotan juventud y sabiduría. Trazos que revelan el paso de los años sobre las manos callosas que empuñaron las armas en la manigua, o los instrumentos de trabajo en el campo. Otras líneas poseen una grafía más sencilla. Son las firmas de políticos, maestros, estudiantes, militares o comerciantes, venidos desde todas partes de Cuba. No se propone este trabajo destacar alguna sobre otra, porque todas, por igual, plasman su devoción por un Apóstol cercano, combatiente, imprescindible.

«Para conocer a Martí es necesario conocer, también, sus obras intelectuales. Esas obras deberían ser impresas por el estado cubano y repartidas profusamente por toda la República, y en los centros de Enseñanza», vaticinó alguien.

Primera página del libro de visitantes que acompañó, en 1925, la primera exposición del velo en el Centro de Veteranos de Holguín

«No fue el maestro, fue el Cristo/No fue el alma del pueblo, fue la Humanidad/No fue la lucha que destruye, fue el amor que fecunda», compuso otro ante la irreparable pérdida.

Qué decir, desde la distancia de los años, de aquella pregunta lanzada al viento por uno de los visitantes, en 1945: « ¿Cuándo seremos libres?» O de la certera frase que lo resume todo «Mientras viva un cubano que ama a Cuba, vivirán los veteranos de la Independencia».

Entierros de Martí

Remanganaguas (1895)

Un día después de la caída en combate de José Martí, su cadáver recibió la primera sepultura en una fosa común dentro de este cementerio. Con total irrespeto, sobre su cuerpo semidesnudo se colocó el de un soldado español.

Nicho 134 Galería Sur. Cementerio Santa Ifigenia (1895)

Se produce ante las dudas surgidas por la muerte de Martí. El gobierno español exigió una plena confirmación, y el 23 de mayo de 1895, el cadáver es desenterrado y se le realiza la autopsia por el Doctor Pablo Aurelio Valencia Forns. En un ataúd de madera, se expuso en la ciudad de Santiago, el 27 de mayo de 1895.

Templete, Santiago de Cuba (1907)

Fue motivado por disposición sanitaria del gobierno interventor norteamericano que ordenó demoler los antiguos nichos del cementerio. Para erigir una tumba digna del Apóstol se constituyó una comisión integrada por diferentes personalidades, entre ellas, Francisco Pérez Carbó, Emilio Bacardí, José Bofill Cayol y el general Rafael Portuondo Tamayo.

El nuevo sepulcro se inauguró el 24 de febrero de 1907. Se dice, fue su primer verdadero entierro, porque contó con la presencia de su hijo Ismaelillo, y alrededor de la tumba se depositaron lápidas con pensamientos martianos.

Castillo de los generales (1947)

En 1946 se había convocado a un nuevo concurso para la edificación de su mausoleo. El proceso constructivo planteó la necesidad de trasladar los restos hacia el Retablo de los Héroes, en el mismo cementerio. Ese acto se efectuó el 8 de septiembre de 1947. El 29 de junio de 1951, las cenizas se colocaron en una urna de bronce y se le rinde tributo en la sede del Gobierno Provincial de Santiago.

Mausoleo martiano en Santa Ifigenia (1951)

De los 18 proyectos presentados, se selecciona finalmente la obra del arquitecto Joaquín Benavent y el escultor Mario Santi. Para financiarlo se inicia una colecta pública de veinte centavos por cada cubano.

Luego del azaroso esfuerzo de tantos hombres y mujeres, y en particular del pueblo de Santiago de Cuba, los restos de José Martí encontraron su definitiva morada, el 30 de junio de 1951.

Fuente: Ecured

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