Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Camilo nuestro

Mientras los enemigos de la Revolución Cubana se empeñan en levantar patrañas en torno a la figura de Camilo Cienfuegos Gorriarán, la historia da fe de la confianza siempre depositada por Fidel y Raúl en el audaz y valiente Comandante del pueblo

Autores:

Elier Ramírez Cañedo
Rodolfo Romero

Desde los sentimientos más malévolos y oportunistas, detractores de la Revolución Cubana han gastado ríos de tinta y realizado varios documentales para tratar de tergiversar la verdad de lo ocurrido con la desaparición del Comandante Camilo Cienfuegos. El odio visceral ha llevado a estos enemigos a ofender el propio legado del legendario héroe cubano, en cuya limpia y leal trayectoria no se encuentra ni siquiera un pétalo que lo distancie de la Revolución y, en especial, del líder cubano Fidel Castro.

El periódico Revolución publicaba en portada el 30 de octubre de 1959 la fatídica noticia. Enseguida los medios de prensa enemigos quisieron hacer ver su desaparición como resultado de una pugna entre Camilo con Fidel o con Raúl.

Acerca de su relación con Raúl, uno de los argumentos más tratados era que, unos días antes, el 16 de octubre, este había sido nombrado al frente del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, cargo que supuestamente, según ellos, correspondía a Camilo. Como es conocido, cada uno de los dirigentes de la Revolución fueron asumiendo paulatinamente diferentes responsabilidades. En el acto de creación de dicho Ministerio y apoyando la decisión estuvieron juntos Fidel, Camilo y Raúl.

El propio Raúl denunció desde los primeros momentos la vil manipulación:

«Ya han llegado al colmo de la infamia. Ya no respetan el dolor que sentimos por la desaparición de un compañero. De un compañero que era un hermano, que lo fue cuando éramos nueve en las peores circunstancias. Junto con el profundo dolor que sentimos por su desaparición, tenemos todavía que soportar que esos infames vengan a adjudicarnos un asesinato, que sería un fratricidio. Nos han comparado con ellos, que serían capaces de vender a la autora de sus días.

«Camilo Cienfuegos no era el Héroe de Yaguajay. Era el héroe de todos los lugares por donde pasó. En una reunión que sostuvimos hace meses y que no se dio a la publicidad, porque los hombres de la Revolución no se anuncian, lo declaramos el comandante más audaz y valiente del Ejército Rebelde».

En su prólogo al libro Camilo. Señor de la Vanguardia, de William Gálvez, señaló también el General de Ejército: «Por ello, cuando la traición levantó su garra en el entonces Regimiento de Camagüey, amparándose en la sucia bandera del anticomunismo, Fidel envía a Camilo, una vez más, como vanguardia, en esta ocasión para iniciar el enfrentamiento con otras ya en marcha, como el ametrallamiento a la capital por aviones procedentes de Estados Unidos. Al seleccionar a Camilo para esta misión tan compleja, Fidel veía en él la más alta representación de la lealtad, la valentía y la audacia, pero simultáneamente apreciaba en Camilo —para enfrentar un problema de abiertos matices ideológicos— al dirigente político de sólida e inquebrantable formación proletaria».

Un mes de bastante ajetreo

Ese mes de octubre de 1959 resultó de bastante ajetreo para Camilo. El 21 de octubre por órdenes de Fidel había ido a Camagüey a contener y abortar la sublevación encabezada por el traidor Hubert Matos. El testimonio de Manuel Espinosa Díaz, ayudante personal de Camilo, así lo recuerda: «Nosotros llegamos al regimiento en horas tempranas de la mañana. Había muchos oficiales en las calles interiores del recinto militar, debido a que en la madrugada Hubert Matos había sostenido varias reuniones con el Estado Mayor del Regimiento. Camilo preguntó por el jefe de la unidad y se dirigió directamente hacia donde este se encontraba. Estaba en su cuarto, hacía poco se había acostado. Tenía el uniforme puesto, Camilo le dijo: Hubert, yo como jefe del Ejército Rebelde, asumo el mando de la provincia, estás preso».

Años después el propio Hubert Matos, oportunistamente trató de construir toda una historia sin pies ni cabeza, mostrando a Camilo indispuesto con su apresamiento y acusación de traición a la Patria. Sin embargo, Camilo dejó testimonio de su posición de contundente rechazo a la sedición, tanto en su actuación en esos días de octubre de 1959, como en sus últimas intervenciones públicas. El 21 de octubre, Camilo al hablar a las tropas de Hubert Matos en el Teatro del Regimiento Ignacio Agramonte en Camagüey, expresó:

«Hoy, un dolor profundo, un dolor amargo, nos hizo llegar aquí con una seriedad poco acostumbrada en nosotros.  Hace muchos días, hace meses, sabíamos que había un compañero que no era fiel a la Revolución.  Un compañero que no era fiel a la Patria, un compañero que no era fiel al Ejército Rebelde.

«Es triste ver cómo hombres que se enfrentaron abierta y valientemente a la muerte, en numerosos casos, ahora, en este momento histórico de la Patria, que estamos todos  llamados a estar más unidos de lo que estábamos en la Sierra Maestra, haya hombres que flaquean, haya hombres débiles, haya hombres cobardes, haya hombres ambiciosos que olvidando los destinos de la Paria, que olvidando los sagrados deberes para con la Patria, se entreguen en brazos de las malas causas».

Al día siguiente dialogó con los periodistas y ofreció más detalles acerca de la conspiración, poniendo en evidencia las intenciones arteras de Hubert Matos:

«Él se iba a fingir una víctima. La maniobra de él era fingirse como una víctima que iba a negar, iba, incluso, a extralimitar allí para evitar un penoso incidente, cosa que no era necesario aclarar allí más nada, puesto que nosotros estábamos convencidos, conocíamos perfectamente de la jugada de Hubert Matos, fue por eso que Fidel decidió no hablar en ese momento con él, ni creo que tenga interés en hacerlo ahora, porque si de algo estábamos convencidos, segurísimos, es de la traición de Hubert Matos».

El 26, ya en La Habana, pronunció su último discurso público en el antiguo Palacio Presidencial. A viva voz, las palabras de Camilo, dos días antes de su desaparición, fueron de compromiso y lealtad hacia Fidel y la Revolución. «Para detener esta Revolución cubanísima, tiene que morir un pueblo entero».

Eusebio González Rodríguez, combatiente y casi escolta de Camilo, fue uno de los últimos en hablar con él: «El 28 de octubre Camilo me llama y me entrega un carro, un arma de combate y un prisionero que debía trasladar. Me dijo: “Nos vemos en La Habana. Cogí la carretera y él salió para el aeropuerto. No sé a la hora que saldría de allí, pero yo pienso que no sería mucho después que me dio la orden. Por el camino el carro tuvo un corte y, como yo llevaba un itinerario, tenía que explicar la demora. Entonces traté de comunicarme con la torre de control, desde la microonda del carro, para que supieran que nosotros estábamos bien, pero que nos habíamos roto y no podríamos continuar inmediatamente. Nos comunicamos con la avioneta. Lo último que me dijo Camilo, y que salió después en los periódicos, fue: “Dicen que nos estamos desviando porque hay una tormenta”. Y ahí mismo perdimos la comunicación».

Una búsqueda incesante

La noticia conmocionó a la nación. El Che inmediatamente montó en un avión C-46 para buscarlo. El Comandante Juan Almeida Bosque dirigió el operativo por las Fuerzas Armadas Revolucionarias, la mayoría de las embarcaciones pesqueras salieron al mar y un total de 70 aviones surcaron el aire en su búsqueda.

Fidel dirigió personalmente la investigación a bordo del avión ejecutivo Sierra Maestra, piloteado por Lázaro Policarpio Claudio Moriña: «El Comandante en Jefe era mi copiloto. Nos acostábamos bien tarde en la madrugada y él se levantaba más temprano que yo. Fidel ni comía, no tomaba agua, a veces un poquito de vino. Había que verle los ojos, como buscaba, queriendo encontrar».

Se revisaron en total cien mil millas y nada de Camilo. Se hicieron las evaluaciones pertinentes para confirmar el accidente. Se entrevistó al piloto de un avión que hizo, en horario similar, el viaje Camagüey-Habana. Declaró que se habían observado turbonadas, mal tiempo y fuertes vientos. También se analizó el tema del combustible. El avión de Camilo tenía capacidad para cuatro horas de vuelo. Venía de Santiago de Cuba, es decir, que ya había consumido una hora. En Camagüey no abasteció. Tenía entonces combustible para dos horas de vuelo hasta La Habana y una de margen ante cualquier dificultad.

Ya en una ocasión, Fariñas, el piloto, huyéndole al mal tiempo, había desviado su avión hasta las inmediaciones de Cayo Hueso, pero el combustible le había dado para retornar a La Habana sano y salvo. Si esta vez le ocurrió algo similar, era probable que la gasolina no le hubiera dado para llegar y se hubiera estrellado en el mar.

El 12 de noviembre Fidel compareció ante las cámaras de televisión y dio oficialmente la noticia. Dos días después el Consejo de Ministros anunció siete días de luto por su muerte.

Desde que Camilo se sumó al yate Granma y desde los primeros días de la lucha guerrillera en la Sierra, se ganó el respeto y la admiración de Fidel: «Ya Camilo comienza a destacarse desde el primer combate como un gran soldado. Tiene un carácter distinto al Che, digamos más familiar, más alegre, más criollo, […] un hombre de acción, sin embargo, muy inteligente, muy político». Durante la lucha, llega a confiar tanto en Camilo que, luego de la victoria definitiva y en medio de su discurso el 8 de enero de 1959, mientras habla al pueblo habanero, le pregunta: «¿Voy bien, Camilo?».

Por parte de Camilo el sentimiento es recíproco. En correspondencia al Che, Camilo, cuando se refiere a Fidel, le dice El Gigante. Y así, cuando el 23 de abril de 1958 recibe su nombramiento como Comandante, le escribe en una carta a Fidel: «Más fácil me será dejar de respirar que dejar de ser fiel a su confianza».

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