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El cuartel de los tres nombres

La fortaleza del Moncada, segundo enclave militar del país en el momento del asalto del 26 de julio de 1953, guarda en sus muros una larga historia de opresión desde el siglo XIX hasta que la Revolución convirtió el tenebroso sitio en escuela

Autor:

Luis Hernández Serrano

Muchos cubanos y extranjeros, especialmente los más jóvenes, desconocen la historia original del cuartel Moncada. A grandes rasgos la idea de construirlo la dio en 1837 uno de los más despóticos capitanes generales que tuvo Cuba, Miguel Tacón, reaccionario militar español que fuera derrotado en su momento por las huestes libertarias de Simón Bolívar. Sin embargo, lo dicho por el Gobernador de nuestro archipiélago en la primera mitad del siglo XIX, comenzó a ejecutarse 22 años después.

Como en el oriente del país los detenidos iban a parar a los conventos y al cuartel denominado El Provisional, el gobernador del Departamento Oriental, general de brigada don Carlos Vargas Machuca (1855-1869) supo que Tacón había propuesto edificar cárceles en La Habana y en Santiago de Cuba y por eso promovió la construcción en esta última ciudad de lo que se llamó Cuartel del Nuevo Presidio, cuya primera piedra se colocó en 1859.

Esa instalación penal, de 180 metros de frente y 77 de fondo, contó con un  presupuesto de 300 000 pesos, obra dirigida por Manuel Ciria, marqués de Villaitre. Pero al estallar la Guerra Grande, el 10 de octubre de 1868, este cuartel se convirtió en una fortificación fundamentalmente bélica.

La función de cárcel entonces se trasladó al oeste santiaguero, donde estaba El Provisional ya citado y el Cuartel del Nuevo Presidio se destinó sobre todo a las fuerzas de caballería e infantería españolas.

En el curso de la guerra el Gobierno colonial decidió cambiarle el nombre por el de Cuartel Reina Mercedes, en honor a la esposa del Rey Alfonso XII, de España, nombre que mantuvo hasta los primeros meses  de la República neocolonial. Y durante la tregua del Pacto del Zanjón (sin dejar de ser sede militar y centro de prisión y torturas) fue también sanatorio de soldados españoles convalecientes.

En 1893 cayó preso y lo encerraron en uno de los calabozos de sus sótanos, el legendario y noble mambí Guillermón Moncada, ya con 50 años, en cuyas insalubres y siniestras mazmorras contrajo una enfermedad que le provocó la muerte en 1895.

 Como se sabe, en 1898, ya sin  Martí y sin  Maceo, Estados Unidos, en un grotesco escamoteo de la victoria de las armas mambisas, entró en la guerra hispano-cubana-americana y el Cuartel Reina Mercedes pasó a manos de las tropas yanquis. Se arrió allí la bandera española y se izó la norteamericana.

Con el inicio de la seudorrepública en 1902, ondeó la bandera cubana en el Reina Mercedes y bajo el Gobierno de Tomás Estrada Palma se convirtió el vetusto cuartel en sede de la represiva y oprobiosa Guardia Rural.

A propuesta digna del general mambí Saturnino Lora, compañero de armas de Guillermón Moncada, combatiente del 95 y figura importante del alzamiento del 24 de febrero, se le cambió el nombre a la fortaleza por el de Cuartel Moncada.

Claro que durante los desgobiernos que padecimos y en particular durante las dictaduras de Gerardo Machado y Fulgencio Batista, el honroso apellido del insigne mambí fue constantemente mancillado y pisoteado, convertido en guarida de prisión, torturas e inmoralidades de la Guardia Rural al servicio de cualquier tiranía y de cualquier imperialismo. Allí también guardó prisión Antonio Guiteras.

El día y el mes exactos de aquel asalto al cuartel con apellido patriótico indiscutible, le dieron nombre a todo un Movimiento Revolucionario por el joven Fidel Castro y sus compañeros en el centenario martiano y propiciaron el programa de la Revolución, inolvidablemente escrito en La historia me absolverá.

Un taller de tortura y de muerte

El cuartel de los tres nombres fue prisión para revolucionarios de todas las épocas; albergue de tropas colonialistas españolas; cárcel de centenares de luchadores por la independencia; caverna de tropas intervencionistas norteamericanas; eje de fraudulentos movimientos politiqueros en la llamada «era republicana»; centro de represión de la Guardia Rural; importante puesto militar de tiranías alevosas que oprimieron al país y lugar de tortura y crimen contra los mejores hijos de Cuba.

Por eso Fidel expresó en La historia me absolverá que la mayor parte de los asaltantes no murieron en la lucha. Ellos, ya dispersos, eran apresados en distintos puntos de Oriente y llevados al Moncada, donde  fueron torturados y asesinados:

«[...] Aquí todas las formas de crueldad,  ensañamiento  y barbarie fueron sobrepasadas. No se mató durante un minuto, una hora o un día entero, sino que en una  semana completa, los golpes y las torturas, los lanzamientos de azotea y los disparos no cesaron un instante como instrumento de  exterminio manejados por artesanos perfectos del crimen. El cuartel Moncada se convirtió en un  taller de tortura y de muerte, y  unos hombres indignos convirtieron el uniforme militar en delantales de carniceros. 

«Los muros se salpicaron de sangre; en las paredes las balas quedaron incrustadas con fragmentos  de piel, sesos  y cabellos humanos, chamusqueados por los disparos  a boca de jarro, y el césped se cubrió de oscura y pegajosa sangre.  Las manos criminales que rigen los destinos de Cuba habían escrito para los prisioneros a la entrada de aquel antro de muerte, la inscripción del infierno: “Dejad toda esperanza”».   

Tras la fuga del dictador, el entonces Comandante Raúl Castro Ruz entró al Moncada y tomó la fortaleza. Y el 9 de enero de 1960, Fidel, manejando una motoniveladora, comenzó la demolición de sus muros, iniciándose de ese modo su transformación en la Ciudad Escolar 26 de Julio.

 

Fuente: La historia del Cuartel Moncada. Del Cuartel del Nuevo Presidio a la Ciudad Escolar 26 de Julio, documentado ensayo de Héctor Hernández Pardo, La Habana, 2 de abril de 1973.

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