Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Romance a un hombre bueno

Cuba siente la partida de Eusebio Leal, y La Habana, su eterna novia lo recuerda con cariño y gratitud

Autor:

Yunet López Ricardo

Mil veces vimos su alma

detrás de los espejuelos.

No tuvo ojos, tenía

lagos con piel de luceros

donde La Habana se hacía

una trenza con su pelo

y se pintaba los labios

como si fueran espejos.

Por eso hoy La Habana estaba

con todo su pelo suelto,

los labios sin carmesí

y el paso nervioso, inquieto,

pues no encontraba los ojos

hondos y puros de Eusebio…

Dicen que la muerte vino

para llevárselo lejos,

no a las lápidas y mármoles

fríos de los cementerios,

sino allá, donde descansan

nuestros héroes y guerreros,

esos hijos que a esta tierra

más que la vida le dieron.

 

Pero yo no me conformo

con percibirlo y no verlo

andar por la Plaza Vieja,

la bodeguita del Medio, 

a la sombra del Templete

acomodarse el sombrero,

dejar en la Catedral

más que plegarias y rezos

y acariciar con su mano

los leones del Paseo.

Hombres como él, con luz

de estrella en el pensamiento

debieran vencer los golpes

de la vejez y del tiempo.

Hombres como él debieran

vivir diez siglos enteros

y no saber de hospitales

ni los dolores del cuerpo,

solo brillar y brillar

desde la memoria al pecho

y mostrarnos los caminos

menos duros y más ciertos.

 

Por eso no me conformo,

cómo resignarme puedo

si ya no está quien hacía

de la historia un claro cuento,

quién como nadie explicaba

las angustias de Maceo,

la grandeza de Martí

o de Gómez los silencios,

el furor de los mambises

machetes venciendo al fuego,

o cómo eran los hermanos

que crecieron bajo cedros

y desde la Sierra izaron

nuestra bandera hasta el cielo.

 

Eusebio tenía ese

extraño don de los genios

para armar con la palabra

ideales y no ejércitos,

convencer y enamorar

al auditorio más recio,

diciéndonos que los ídolos

son humanos imperfectos

pero llenos de coraje

desde la piel a los huesos.

Así era él, y nosotros

ahora qué triste nos vemos

pues huérfanos nos quedamos

de las clases del maestro

y de voz, musa sabia

que estremecía por dentro.

 

Volverá La Habana a hacerse

una trenza con su pelo,

y se pintará los labios

con el pincel del recuerdo,

pero él seguirá mirando

con sus ojos de luceros

y las piedras contarán

las obras de ese hombre bueno

hasta que no quede una

en el camino del tiempo.

Dicen que la muerte vino

para llevárselo lejos,

pero aunque quiso, no pudo

tener a quien nació eterno

y él seguirá en nuestras calles

porque se queda en el pueblo,

en los balcones, los trillos,

las lámparas y los techos,

las palomas de la plaza,

los susurros de los vientos,

en el corazón de Cuba

seguirá viviendo Eusebio.

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