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El complejo algoritmo del ordenamiento

Cuando se trata de nosotros, los seres humanos, los caminos son siempre complejos y ni siquiera los números dicen la última palabra. Es por eso que la Tarea Ordenamiento, de envergadura y nada fácil, entraña múltiples transformaciones, incluidas las que deben emprenderse desde la subjetividad

Autor:

Alina Perera Robbio

SE fue, al fin, el 2020. Hemos estrenado el 2021 ávidos de todo lo bueno, especialmente de la alegría y la libertad de espacio, tan maltrechas por culpa del miedo a la COVID-19. En Cuba enero arrancó con los primeros pasos en la implementación de la Tarea Ordenamiento; y es como si una gigantesca estera se hubiese movido al unísono bajo los pies de millones de personas.

El país, laboratorio único en la concreción de múltiples ideas —que en su devenir de Revolución no admite analogías con país alguno—, es en este minuto un hervidero de opiniones y sentimientos, de juicios encontrados sobre cómo la sociedad debe funcionar.

Como es lógico, y legítimo, todos tenemos algo que decir. Nadie —ni decisor, ni ejecutor, ni protagonista, ni el más tranquilo destinatario— queda al margen de un debate de todos los colores: desde el verde de la esperanza, pasando por el gris de la incertidumbre, hasta llegar a los tonos más oscuros de la inconformidad total. Y a veces, según las circunstancias, todos los colores mezclados.

Ha sido inevitable que por estos días, viendo cómo está «la cosa», yo recuerde algo que hace una década me dijera el ya fallecido Doctor Ismael Clark Arxer: «la ciencia —afirmó el Miembro de Mérito de la Academia de Ciencias de Cuba, institución que él presidió desde 1996 hasta 2017— avanzó durante siglos, simplificó los procesos reales, y tomó los ejemplos más sencillos para deducir explicaciones generales. Pero los procesos sencillos, esos estrictamente simples, en la realidad no existen. El ser humano, de por sí, es un mundo infinito de complejidades, y donde quiera que esté, “dos más dos no será cuatro”».

A esa certeza compartida por Clark debemos añadir la particularidad cubana: siendo instruidos, y acostumbrados por naturaleza a pronunciarnos y a contrapuntear, montamos el foro, afortunadamente, desde cualquier esquina (ya sea real o desde las redes virtuales). Y a eso hay que sumar nuestra irreverencia y la vocación —también afortunada— de preguntar y de seguir sumando ideas, animados en el convencimiento de que la verdad es infinita, y tocados por la impronta tan magistralmente definida por el Generalísimo, Máximo Gómez, de que, o no llegamos a lo justamente necesario, o nos pasamos.

La Tarea Ordenamiento, según lo veo, plantea diversos caminos para dinamizar la economía —que significa ponerla a derechas, quitarle parches y distorsiones, ajustarla lo más fielmente posible a lo que sea razonable y sustentable—. Pero ella por sí sola, como ya se ha dicho, no hará el milagro de la prosperidad.

Así es porque, aunque en algún momento había que ir acomodando números para desatar fuerzas productivas, para crear lo que se quiere distribuir con justicia, para estimular el esfuerzo y también para proteger a los más vulnerables, lo cierto es que momento bueno no iba a haber, y que el escenario en el cual debe bracear la implementación de cada idea está lleno de adversidades y de convergencias terribles, como el impacto objetivo y sicológico de una pandemia, y el ensañamiento de la administración estadounidense, que hasta el último minuto nos arañó con un bloqueo al que solo le faltan los portaviones, y con medidas que nos estigmatizan a nivel planetario y acrecientan el daño que se nos hace.

Todos estamos sacando cuentas, y esperando a febrero a ver cuánto entró de dinero en casa y cuánto tendrá que salir. Han aflorado las insatisfacciones, muchas de ellas alusivas a montos de salarios, a precios y a tarifas como la de la electricidad. En pocos días, sin embargo, también hemos visto cómo, a partir del sentir popular, se han ido reajustando algunas decisiones tomadas. Así es, porque la dirección del país no tiene reparos en cambiar lo que necesite ser cambiado, siempre sobre la base de argumentos sólidos y razonables.

Podríamos sumar muchas reflexiones; entre ellas, que la Tarea Ordenamiento está demandando mayor eficiencia de todos los actores de la economía; lo cual no significa, por ejemplo, que se haya renunciado a apoyar, desde el presupuesto del Estado, a aquellas empresas que en un inicio necesiten un impulso financiero para seguir adelante con lo cual se evitarían numerosos cierres y la consecuente avalancha de desempleados.

Como un diapasón de ajustes para transparentar emprendimientos, para distinguir mejor por cuáles distorsiones se nos está desangrando la economía del país, la Tarea Ordenamiento también entraña una revolución del pensar —durante mucho tiempo, por seguir enumerando ejemplos, hemos abogado por hacer más horizontales nuestros procesos—. Llegado este minuto, sin embargo, algunos se están preguntando por qué todos los precios, absolutamente todos, no se deciden al máximo nivel, como si en los escenarios territoriales no pudiesen tomarse algunas de esas decisiones en un ejercicio que fortalezca la gobernabilidad en la base. Desde luego, para decidir desde cualquier espacio, habrá que haberse entrenado antes; y la audacia, la autonomía y la autorregulación son músculos que las nuevas figuras de la gobernanza deben poner a calentar sin temor.

Todo lo que está sucediendo obliga a los cubanos de bien a responder múltiples interrogantes sin cuyas respuestas la Tarea Ordenamiento no podrá recoger éxitos: ¿por dónde andan la calidad, la intensidad y el prestigio de cada labor que ahora será mejor remunerada? ¿Cuánta capacidad de entendimiento hay sobre lo que sucede en el país; cuánto estudiamos lo que ya está estipulado? ¿Cómo ser francos y radicales para tocar la médula de los problemas y trabajar en resolverlos?

¿Cuánto podremos avanzar en el ordenamiento y ponderación de los valores éticos y morales que nos han traído hasta aquí y que en más de tres décadas han sido golpeados por sucesivas circunstancias difíciles? En esto de ordenarnos, ¿qué lugar conferiremos a la vergüenza, a la decencia, al respeto por los demás? ¿Podremos trascender lo propio para pensar aunque sea un poco en la suerte de muchos?

Las cuentas matemáticas, las decisiones numéricas podrán irse reajustando según mande la vida. Pero hay algo que a mi entender será lo más desafiante y complejo: saber aprestarnos al cambio, con osadía para concretar muchas transformaciones dentro de la gran transformación; y hacerlo sin desesperos, con pasión y a la vez con racionalidad; sin olvidar que, cuando se trata de superarnos a nosotros mismos —los seres humanos—, nunca dos más dos sumarán cuatro.

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