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Los puntos de apoyo de una migración peligrosa

Regresan los aciagos sucesos de cubanos desaparecidos en el estrecho de la Florida o en el escabroso andar por Centroamérica buscando la frontera sur de Estados Unidos

Autor:

Juana Carrasco Martín

Regresan los aciagos sucesos de cubanos desaparecidos en el estrecho de la Florida o en el escabroso andar por Centroamérica y México buscando la frontera terrestre sur de Estados Unidos. Las duras condiciones de vida creadas por la pandemia de la COVID-19 ciegan a quienes consideran que los problemas se resuelven en un abrir y cerrar de ojos con el «sueño americano».

Pero hay tres elementos que están incentivando la migración, insegura, irregular y desordenada desde Cuba hacia Estados Unidos:

—el incumplimiento por parte de Washington de los acuerdos migratorios bilaterales de diciembre de 1984, que plantean una cuota de visados de al menos 20 000 visas anuales para personas que quieren migrar. A ello se suman los obstáculos alevosos impuestos durante la administración Trump: reducción de más del 60 por ciento del personal en su embajada en La Habana; cierre del consulado; reducción de la validez de la visa B2 de cinco años a tres meses para los ciudadanos cubanos, con una sola entrada; paralizar prácticamente el otorgamiento de visas al obligar a los cubanos a viajar a terceros países para lograrlas, aunque elevando inmensamente los gastos de los interesados y sin garantía de que se les vaya a otorgar.

El acuerdo de 1984 se refrendó el 12 de enero de 2017 con una Declaración Conjunta de Cuba con Estados Unidos sobre temas migratorios, mediante la cual ambos países se comprometieron a prevenir la migración irregular e impedir las salidas ilegales y riesgosas desde la Isla.

—la permanencia de la Ley de Ajuste Cubano, que confiere tratamiento diferenciado a los cubanos sobre otros migrantes, pues son admitidos automáticamente incluso si han llegado a territorio estadounidense de manera ilegal. Le llamamos la ley asesina, porque estimula esos peligrosos viajes ilícitos que convierten a los cubanos en víctimas de traficantes de personas y grupos de bandidos.

Aunque Trump prácticamente cerró sus fronteras a toda migración, en los cubanos persiste la quimera creada por una política de privilegio y franquicia.

—por último, y no por eso menos importante y responsable de la situación, el reforzamiento del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto desde hace más de 60 años. La administración Trump lo endureció al máximo con 243 medidas, que el Gobierno de Joseph Biden mantiene vigentes, y además ha añadido algunas otras injuriosas sanciones, las que une a una guerra en las llamadas redes sociales, donde ponen en práctica todo el poderío y control que Estados Unidos ejerce sobre las cibercomunicaciones mundiales.

Para el mundo, ofuscado por esa guerra en los influyentes y poderosos medios tradicionales del imperio y los que dan como alternativos, los cubanos huyen ahora de la dictadura, la represión, la violación de los derechos humanos, la pandemia y el hambre… La mentira también alimenta la irresponsabilidad de quienes se lanzan a la aventura a riesgo de sus propias vidas.

Washington se aprovecha de estas circunstancias y, como ha denunciado y, explicado Ernesto Soberón Guzmán, director de Asuntos Consulares y Cubanos Residentes en el Exterior del Ministerio de Relaciones Exteriores, la política estadounidense en cuanto a la migración «ha sido un instrumento de la política hostil» hacia nuestro país y «ha tenido como objetivo desestabilizarnos, desacreditarnos y robar los recursos técnicos y profesionales que formamos en Cuba».

Mientras se mantenga esa práctica y la situación de guerra económica, continuarán los trágicos viajes por el estrecho de la Florida o por las selvas centroamericanas donde los animales más peligrosos son aquellos que lucran con las falsas ilusiones mediante el tráfico humano. Eso es una flagrante violación de los derechos humanos cuando el flujo migratorio —como han defendido las autoridades cubanas— debiera realizarse regular, ordenado y seguro.

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