Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Aduana General de la República: la primera cara y la última, la mejor

Ser eficiente es una de sus metas principales, por ello a diario se empeñan en perfeccionar los flujos de los viajeros

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Controlar, fiscalizar, regular, enfrentar pero sobre todo, proteger. Esas son las funciones, grosso modo, de la Aduana General de la República de Cuba que, como las de otros países, no conoce la diferencia entre el día y la noche porque su trabajo es indetenible.

¿Cómo, si no, se pudiera evitar la entrada al país de mercancías de contrabando, armas o sustancias estupefacientes de todo tipo? ¿De qué otra manera se podría protegerla salida y arriba de viajeros al país, y atenderlos en uno u otro sentido? ¿Cuánto pudiera salvaguardarse la economía nacional, la seguridad medioambiental e incluso, patrimonial, si aduaneros y aduaneras no realizaran su labor con  esmero y disciplina?

Ser eficiente es una de sus metas principales, por ello a diario se empeñan en perfeccionar los flujos de los viajeros. La importación del equipamiento más moderno es también una prioridad porque, como es harto sabido, no son pocos los que pretenden burlar la legislación al llegar al país con equipajes y, en algunos casos, ropas que le disfrazan sus intenciones. La capacitación del personal, y eso sí es intenso, respalda toda inversión porque es la garantía más segura de que nuestra frontera es seguro.

Sin embargo, y quiero subrayar algo, es penoso que cuando a partir de hoy se viva el año 60 de su fundación, ciertas conductas de algunos trabajadores de este órgano de control empañen todo lo logrado después de tanto tiempo, después del prestigio alcanzado en la Organización Mundial de Aduanas. Ello genera incomodidad, quejas y malas opiniones de una entidad que, reafirmo, tiene que trabajar duro para cumplir con sus funciones.

Quisiera entonces que el aniversario sirva de acicate para regocijarnos con lo obtenido hasta ahora y trazar las pautas de las estrategias futuras, claro está, pero sobre todo, para reflexionar sobre aquello que se deba eliminar o perfeccionar cada vez más para que o eche por tierra lo demás. La cara que damos al mundo cuando alguien llega y la última que dejamos ver cuando alguien se va debe ser la mejor.

 

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