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Aceite de ajonjolí, casero por el momento

En Cuba urge apostar por actitudes emprendedoras como la del productor pinero Alejandro Escalona, quien pretende producir aceite en su finca la Luisa con apoyo de un proyecto de innovación local

Autor:

Roberto Díaz Martorell

Nueva Gerona, Isla de la Juventud.— El campesino usufructuario Alejandro Escalona Tamayo es de los que nunca descansan. Siempre en busca de soluciones domésticas para mejorar sus producciones, ahora se enfoca en sacarle al ajonjolí el aceite que necesita su familia y, con ayuda, tal vez parte del que necesite el territorio.


Esa actitud emprendedora se la debe, confiesa risueño, a su participación en el Proyecto de Innovación Agrícola Local (PIAL), donde se pertrechó de saberes y experiencias de productores de otras provincias cubanas, las cuales practica hoy en su finca La Luisa, a pocos kilómetros de Nueva Gerona.


«Cuando leí sobre la posibilidad de sacar aceite de ajonjolí, inmediatamente puse manos a la obra. Vi en ese cultivo, oriundo de India y con buena manifestación en mis tierras, ya que lo había cultivado antes, la oportunidad perfecta para hacerlo.
Y lo hizo. A pequeña escala todavía, pero ya él y su familia probaron las bondades de cocinar con aceite propio, extraído con una máquina recibida como uno de los beneficios de PIAL.

Lo exhibe junto al que compra en la canasta básica para comparar color y densidad: «No tiene olor y se fríe bien con él», dice mientras muestra el proceso a este reportero, testigo de que una lata y media (de las de leche condensada) de ajonjolí, se convirtieran en dos dedos de aceite en un pomo de cristal de boca ancha.

Proceso de extracción de aceite de ajonjolí a pequeña escala. Foto: Roberto Díaz Martorell


«Al principio sale con un color oscuro. Hay que dejarlo reposar unas 48 horas para que sedimenten las impurezas y luego someterlo a calor para que adopte ese color amarillo normal del aceite. Entonces ya está listo para usarlo», explica.
Alejandro muestra cómo recuperó una máquina extractora de aceite que era utilizada erróneamente como molino de martillo. Tuvo que adaptar el motor y reparar el juego de cuchillas: «Solo falta adaptar los embudos, uno para el suministro de la materia prima, otro para el desecho sólido a aprovechar como insumo para alimento animal y el tercero para el aceite», señala.


«El problema para comercializarlo está en la adquisición de envases. La alternativa pudiera ser el nylon porque contamos con máquina selladora gracias al proyecto PIAL, pero tampoco tenemos ese recurso», acotó.


«Sembramos 1,6 hectáreas (ha) de la variedad nacional 5, con el propósito de extraer aceite, y ahí usted lo ve, sano y con una población excelente. Al principio vinieron las hormigas y tratamos de eliminarlas, pero cuando vimos que controlaban al gusano las dejamos. Fíjese que ni el ganado se come la mata… no se por qué, pero no le entran».


Alejandro habla al tiempo que camina por de la plantación, donde observa con orgullo de productor las cerca de 100 vainas que exhibe una de las plantas de ajonjolí. «Aprecia buen rendimiento, y gracias a su rápido crecimiento impide el desarrollo de la hierba mala», dice sonriente.


Según la literatura especializada,
el ajonjolí es una planta herbácea de semilla oleaginosa que alcanza hasta 1,50 metros de altura, con cultivo anual y un ciclo que puede variar entre 90 y 130 días, dependiendo de la variedad y las condiciones ecológicas. Su aceite tiene propiedades antiinflamatorias, es fuente de calcio y mejora la salud cardiovascular al favorecer la circulación sanguínea.


Un artículo publicado en 2015 en la Revista de Investigación Científica Asiática, por los investigadores Masoud Golestani y Hassan Pakniyat, revela que estudios realizados en ocho genotipos de ajonjolí bajo estrés hídrico los rendimientos fueron de 879,8 kilogramos por hectárea, mientras que en plantas no estresadas alcanzaron valores medios de 1 404 toneladas por hectárea. Buenas noticias para Alejandro, su familia, la localidad y el país.


Pero no solo es el aceite lo que Alejandro tiene en la mira: «El desecho de la molienda servirá de materia prima para la elaboración de pienso para pollos y peces (tilapia) que sembraré en tanques, una experiencia que vi en Varadero: todo ecológico y eficiente», comentó.

A la izquierda el aceite de la canasta básica, a la derecha el aceite de ajonjolí que produce Alejandro. Foto: Roberto Díaz Martorell


Este campesino sabe que el nuevo emprendimiento de su familia exigirá crear una miniindustria, por lo que solicitará a la Universidad ayuda para el proyecto.


«Tanto para las labores agrícolas como manufactureras disponemos de un pozo, cuyo bombeo se realiza con un molino a viento, por lo que el gasto energético es bajo. Además tratamos la excreta de los animales con microorganismos eficientes que producimos en la propia finca para aplicar riego foliar a las plantas y al suelo, a fin de lograr mejor desarrollo vegetativo del cultivo.


«Para el control de plagas utilizamos la Cardona, el árbol de Nim y agua jabonosa (útil para que
algunos parásitos del suelo frenen su actividad) y lo aplicamos por aspersión.


Ya desde 2010, reportes de prensa de la Agencia Cubana de Noticias y de Granma anunciaban el potencial del cultivo de ajonjolí en el Occidente y centro de Cuba
como cultivo capaz de proveer grandes volúmenes de aceite vegetal y como alternativa rentable para el autoconsumo.

 

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