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¿Árboles en el aire?

La falta de integración institucional, de estudios específicos a partir de las características de cada territorio y la escasa preparación del personal son algunos de los factores que han incidido en la compleja situación del arbolado urbano en el país

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

¿Añora la sombra de un frondoso árbol cuando camina por algunas zonas de la ciudad? Seguramente desearía poder encontrar un buen lugar para esperar su turno en una cola o para cobijarse de la lluvia. ¿Cómo mostrarles a sus hijos la vida de ciertas aves? Quizá extrañe las flores de aquel hermoso flamboyán de su barrio. ¿Se ha preguntado cuán beneficiosa es la existencia de espacios verdes para la salud de quienes viven en su entorno? Sin contar que el oxígeno que necesitamos para respirar se desprende de ellos…

Pero sucede que el desarrollo de árboles en ambientes urbanos coexiste con una gran variedad de conflictos, a partir de la confrontación de intereses entre el funcionamiento de la ciudad y su natural crecimiento, y lo mas común es que ellos perezcan o sean podados, no siempre en el cumplimiento de las normas requeridas para sus características.

Un tendido eléctrico, una acera que debe ser transitada, una línea de comunicaciones, una tubería de abasto de agua, el muro de una vivienda, una calle, una cisterna, los transeúntes… Muchos son los factores que se tienen en cuenta para decidir qué hacer ante una especie que, en algunos casos, interrumpe o limita determinadas estructuras que son necesarias para el disfrute de ciertos servicios en la comunidad. Pero, reitero, no es precisamente el árbol el que sale ganando y, por consiguiente, nosotros también perdemos.

Preocupante es entonces la situación del arbolado urbano en el país, y no solo porque la mayoría de los ejemplares están envejecidos y no siempre se eligen las especies idóneas para su sustitución, sino porque no existe un plan integrado que organice, controle y regule el manejo adecuado. Se trazan las pautas necesarias para ello, pero mientras, escucho el tema musical de la autoría del pianista Aldo López-Gavilán, y tomo prestado su título para este trabajo.

Diagnosticar, planificar, asignar recursos…

La humanidad se sirve de la naturaleza y esta debe ser respetada por aquella. Compartir espacios, como sucede en las ciudades, obliga necesariamente a tomar decisiones que prioricen a una por encima de la otra, e ignoramos que, al final, el beneficio es para ambas partes.

El ingeniero forestal Antonio Guzmán Torres, subdirector forestal de la Dirección Forestal, Flora y Fauna Silvestre del Ministerio de la Agricultura, reconoce que la presencia de árboles en las urbes es vital, en tanto se favorece el clima, la salud mental y física de sus habitantes y la reducción de la contaminación del aire y el ruido. Las personas pasan más tiempo al aire libre y se promueve la salud social.

El ingeniero forestal Antonio Guzmán Torres considera que debemos reconocer al árbol como un ente más de la trama urbana. Foto: Pablo Massip

No en balde hace referencia a la regla general 3-30-300, lanzada por Cecil Konijnendijk, director del Instituto de Soluciones basadas en la Naturaleza, de la Universidad de Columbia Británica, en Canadá. La norma se centra en la contribución de los árboles urbanos a la salud y el bienestar, y por ello propone que todos los habitantes de la casa deberían poder ver al menos tres árboles; que a nivel de vecindario, la cobertura del 30 por ciento de vegetación debería ser un mínimo y que nadie debe vivir a más de 300 metros de un parque o espacio verde donde pueda recrearse.

«Cuba tiene el interés de fomentar esa fórmula, consciente de las ganancias que tributa la convivencia con los árboles en el entramado urbano, donde no cumplen una función ornamental únicamente.

«Recientemente se han aprobado 19 medidas, cuyo objetivo fundamental es el fortalecimiento del sector forestal en el país, y entre ellas está la de proponer un modelo de gestión del arbolado urbano, con su paquete legal y el diseño de una estructura que permita organizarlo y ejecutarlo. Hoy está definido que la Empresa Provincial de Áreas Verdes de Servicios Comunales es la entidad ejecutora de las actividades de manejo del arbolado urbano, aunque en la práctica no es la única.

«La Resolución 479 del año 1996, del Ministerio de la Agricultura, regula las actividades de poda y tala de árboles en las zonas urbanas y otros de tipos ornamentales, como parte del mantenimiento necesario para conservarlos, facilitar el crecimiento armónico de la copa y del sistema radicular, proporcionar su mayor floración, así como para evitar los daños que puedan ocasionar. En ese reglamento se incluye que, en caso necesario y con la debida autorización, otras entidades, como Etecsa y la Empresa Eléctrica, pueden realizar las podas.

«En la mayoría de esos casos, lamentablemente, se detectan indisciplinas y violaciones de lo establecido para las podas porque responde a un objetivo primario que es eliminar el conflicto con las redes aéreas o soterradas, sin tener en cuenta la norma que propicie un manejo adecuado del árbol. En el peor de los casos, incluso, no se solicitan las autorizaciones, y disponiendo de las brigadas y equipamiento para ello, se procede.

«Ciertamente, la Empresa Provincial de Áreas Verdes de Servicios Comunales es la entidad líder en materia de ejecución, pero sabemos que no garantiza toda la cobertura de atención por falta de recursos y personal, entre otros factores.

«Esta es una actividad que requiere organización, control. La propia norma dice que el arbolado urbano debe estar rectorado por las estructuras del Gobierno en cada territorio. La complejidad de estos tiempos hace que el tema compita con otros de mayor urgencia en el país. Teniendo en cuenta que puede entrar en conflicto con normas viales, con las redes de comunicación o del acueducto, entre otras, deben tomarse decisiones de alto impacto, y por ello le corresponde a esta estructura rectorar el proceso. Actualmente no sucede.

«Lo más triste es que, ante las complejidades del asfalto, el árbol sufre también al desarrollarse ahí, y se sobrepone, y los vemos frondosos y majestuosos. Sin embargo, siempre sale perdiendo. En realidad, falta liderazgo, y es ese el factor principal. No tenemos una entidad que rija el proceso porque debe ser el Gobierno y no lo hace. El Servicio Estatal Forestal no puede poner sobre la mesa todos los intereses y tomar decisiones con una visión integradora.

«La manera en la que se financian las acciones no tributa al mejoramiento del proceso. El presupuesto que se le asigna a la Empresa Eléctrica, por ejemplo, no es precisamente para el manejo sistemático del árbol. Las brigadas trabajan en función de un objetivo específico, como es podar en una jornada para liberar una línea afectada.

«Falta preparación de las personas que laboran en esas actividades y, además, ha habido éxodo de personal en cantidades significativas. El Servicio Estatal Forestal, por ejemplo, dispone de hasta dos especialistas en cada municipio en algunos casos, para asumir múltiples tareas, y la atención al arbolado urbano queda relegada. Tenemos un vivero incipiente con problemas de financiamiento que no puede darle respuesta
a las necesidades. No podemos cumplir la norma de plantar cinco árboles ante uno que se elimine».

Sembrar y sembrar, ¿solución viable?

Tampoco se trata de dejar crecer y sembrar nuevos ejemplares de manera desmedida, reflexiona Guzmán Torres. «Muchos aspectos deben tomarse en cuenta para ello, como la textura del suelo, la humedad en la zona radicular, la disponibilidad de agua, la capacidad de la especie para resistir condiciones salinas, tanto en el suelo propiamente dicho como en entornos cercanos al mar y el rango de temperatura al que está habituada la especie, entre otros».

Además, comentó sobre las experiencias compartidas en octubre pasado durante la sesión del taller Hablemos de árboles urbanos, realizado en la capitalina Quinta de los Molinos, de la Oficina del Historiador de la Ciudad, convocado por la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la naturaleza y el hombre, y con la participación de especialistas de varias naciones.

«En no pocos países se establece un plan director que incluye, en principio, el estado del arbolado actual y que traza las estrategias para la disponibilidad de las especies a emplear, producidas en un sistema fuerte de viveros, de acuerdo con estudios específicos realizados en el territorio.

Con frecuencia se detectan violaciones de lo establecido para las podas. Fotos: Maykel Espinosa Rodríguez

«Uno de los errores nuestros ha sido, justamente, la improvisación en el empleo de ciertas especies. Podemos decir que se ha abusado del ficus a lo largo del tiempo, que es hermoso, dominante, generador de buena sombra, pero que daña mucho las capas del suelo. Sus raíces levantan el pavimento y entra en conflicto con las redes.

«No es la especie ideal en la ciudad, y en ocasiones cumplir la tarea sin el respaldo idóneo del conocimiento puede ocasionar más daños que beneficios. De usarse esa especie, entonces debe hacerse bajo un sistema de manejo sistemático que no debe fallar. Y precisamente la sistematicidad falla».

Guzmán Torres agregó que en cierta medida se ha tomado como referencia el Listado feliz para el arbolado viario en Cuba, elaborado por ambientalistas, conservacionistas y arquitectos, como resultado de un taller en el Jardín Botánico Nacional .

El documento especifica que se denomina arbolado viario a las alineaciones de árboles ubicadas en las aceras, a lo largo de las vías urbanas; separando, por lo general, las circulaciones peatonales y vehiculares.

Se mencionan como especies para aceras con redes aéreas (bajo tendido) las conocidas como vomitel colorado, uva caleta, moruro rojo, júcaro, siguaraya, sabina de costa, uvilla, guairaje, jubabán, palo vencedor, plumería, falso copal y brasilete. Las especies para aceras sin redes aéreas (sin tendido) incluyen ocuje, roble blanco, baría, almácigo, yarúa y ateje.

«Pero sigue siendo un asunto importante el de potenciar los viveros para poder disponer de esas especies más idóneas, y ello requiere presupuesto, y no se reciben ingresos, al menos no de la manera en la que las entidades requieren percibirlo.

«En ese sentido valoramos proponer iniciativas que permitan la participación de la población y luego desplegar un sistema de reconocimiento. El movimiento Mi ciudad verde, así lo tenemos identificado, tiene como objetivo lograr la fórmula 3-30-300.

«Propondremos un proceso de certificación y que se estimule la ciudad al obtener esa condición. El premio, respaldado por fondos de los que disponemos, puede ser empleado en otras cuestiones en la urbe. Pensamos que puede contribuir a lo que aspiramos».

Por otra parte, agrega Guzmán Torres, la Ley Forestal, que reconoce al arbolado urbano como parte del Patrimonio Forestal, será sometida el próximo año a una renovación y se añadirá un reglamento para el arbolado urbano, porque así lo amerita. «Lo imprescindible es reconocer al árbol como un ente más de la trama urbana, al que se le debe respetar su espacio y su lugar».

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