Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Excursión a las entrañas de un teatro

Las agrupaciones provenientes de siete provincias, junto a los nueve conjuntos capitalinos, conformaron una muestra abarcadora que aportó una perspectiva amplia del quehacer escénico de esta Isla

Autor:

Osvaldo Cano

En honor a la verdad, las dos semanas de intercambio entre teatristas y público, bautizados como Jornadas de Teatro Cubano, constituyó realmente una excursión infrecuente e imprescindible a las entrañas de nuestra escena. Digo esto porque el arribo a la capital de agrupaciones provenientes de siete provincias posibilitó contactar con los que fueron incluidos —luego de una selección previa— entre los espectáculos de mayor interés durante los dos últimos años.

Junto a quienes llegaron a la hermosa Habana compartieron las tablas del Mella, El Sótano, la Llauradó, u otras salas, nueve conjuntos locales para entre todos conformar una muestra abarcadora que aportó una perspectiva amplia del quehacer escénico de esta Isla.

Entre los montajes que arribaron precedidos del aval de varios premios, incluyendo el Villanueva que otorga la crítica especializada, estuvo Aceite+Vinagre=Familia. Es esta una producción de Teatro del Viento, conjunto camagüeyano encabezado por Freddys Núñez Estenoz, quien se responsabilizó con el texto y la puesta.

Aceite... resulta una suerte de divertido «psicodrama» que persigue purgar las contrariedades que acosan a una peculiar familia a través de un juego teatral, que echa mano a técnicas propias del teatro de títeres, máscaras, el uso sistemático y despiadado del choteo, chistes visuales o la evidencia de la naturaleza ficcional de la representación, entre otras cosas.

Gracias al buen nivel de las actuaciones y el coherente diálogo con los dilemas y la sensibilidad de los espectadores, Aceite... consiguió una comunicación expedita con la platea.

Idania García es el eje indiscutible de Eureka en apuros, aporte de El Mejunje a los teatrales días de enero. Gracias al carisma y la vis cómica de la experimentada actriz santaclareña, se salva una puesta asentada en un texto que se desentiende de las más elementales leyes de la progresión dramática, que estira innecesariamente la exposición, precipitando tanto el conflicto como el desenlace de un modo abrupto e inexplicable.

Este recorrido por las entrañas de nuestro teatro, que fue posible a causa de una coyuntura, ha contribuido a mostrarnos su rostro plural e imperfecto. Ojalá, como suele decirse, las Jornadas de Teatro Cubano hayan llegado para quedarse. Digo esto pues el contacto entre el público habanero, o la crítica, con las producciones realizadas en el interior —y conste que uso el término en su sentido más entrañable— constituye una necesidad inaplazable de nuestra escena.

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