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Un tipo llamado Perfecto Romero

El hoy fotógrafo de Palante le debe al Che ser fotorreportero: lo declaró corresponsal de guerra justo el día en que se unió a la guerrilla, y luego le facilitó la entrada a la naciente revista Verde Olivo

Autor:

Julieta García Ríos

Una mañana de octubre de 1958, se fue a la guerra sin fusil. Del cuerpo le colgaba una cámara Bessa. Desde hacía un par de años ese artefacto alemán era su sustento. Con fotos de bodas, bautizos, cumpleaños y fiestas campesinas ayudaba a servir la mesa de sus viejos.

El menor de los 14 hijos del matrimonio campesino de María y Rafael no tuvo tiempo de estudiar. A fuerza de trabajo la infancia desapareció: carpintero, chapista y pintor, dependiente y sastre fueron algunos de sus oficios.

Un sueño, allá por el año 55, cambió su destino. Un viejo zapatero le aconsejó jugar el dos y el 51. Le puso poca plata, pero con el premio grande de la lotería nacional se hizo de su Bessa primera, máquina de fuelle 120 y lente alemán. También compró papel de impresión, química y otros materiales, y con los consejos de su buen amigo Alfredo Rodríguez se fue a retratar la vida.

Comandando la Columna 8 Ciro Redondo, el Che se instala en Las Villas. Se le pide apoyo a las células del Movimiento 26 de Julio cercanas al territorio. De Cabaiguán acuden al llamado. Perfecto forma parte del grupo.

Camino a la guerrilla capta los estragos de la aviación batistiana. Hombres de la avanzada del Che posan para el recién llegado parados sobre la tierra perforada por la metralla.

En tono socarrón, el argentino pregunta por el arma del novato: «¿Y tú qué vienes a hacer a la guerra desarmado?», le dice. Advierte la cámara, comenta de su pasión y experiencia como fotógrafo, luego lo declara corresponsal de guerra. La noticia no es bien acogida: el joven quiere pelear. El Che lo convence con el argumento de que en la guerrilla todos son importantes: zapateros, cocineros, soldados… reporteros.

Pone a su disposición 500 pesos para materiales y le dan la libertad de escoger un sitio donde instalar el cuarto oscuro. Resuelven luces, papel, química y un par de cubetas, pero no la ampliadora, sin la cual no se pueden imprimir las fotos.

Con la Bessa a cuestas y un revólver 38, el fotorreportero inmortaliza cómo los barbudos cortan las comunicaciones por ferrocarril y carretera, atacan Fomento, Cabaiguán…

Es 24 de diciembre, y en la entrada de Yaguajay Camilo aguarda los refuerzos que envía el Che. La imagen es la primera de unos 600 negativos que aún conserva del Señor de la Vanguardia. Para muchos, Perfecto es el fotógrafo de Camilo. Pero esa será otra etapa, luego del triunfo revolucionario.

De Yaguajay parte el fotógrafo para Placetas, y su lente registra el momento en que el Che y Antonio Núñez Jiménez trazan el plan de ataque a Santa Clara. El próximo destino será la ciudad, y con ellos va el fotógrafo. Se arriesga, capta momentos del combate, aunque no del tren blindado, pues es amplio el campo de batalla. Luego de la victoria seguirá para La Habana. Suyas también son las imágenes del reencuentro de Fidel y el Che en La Cabaña.

En marzo del 59 el Che vuelve a enrumbar la vida del joven de 23 años. «Yo no pertenecía a ningún batallón; andaba solo haciendo fotos cuando me pregunta a qué me dedicaba». Entonces lo recomendó al Departamento de Cultura de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Allí se gestaba Verde Olivo, cuyo primer número circuló el 10 de abril de 1959. En sus páginas hay imágenes de Perfecto.

Verde Olivo radicaba en Ciudad Libertad y en su sede no existía un laboratorio fotográfico. En busca de una solución, el fotorreportero tocó la puerta del Departamento de Prensa y Radio, y solicitó que le permitiesen revelar sus imágenes. Aquella oficina quedaba al lado del Estado Mayor, del que Camilo era jefe.

«Camilo simpatizaba con la prensa y siempre pedía cobertura. Fue así que salí muchísimas veces con él. Los bolsillos se le llenaban de notas que, a su paso, la gente le daba. Atendía a todos. Era simpático y jaranero pero también muy exigente», asegura.

Suyas son las más conocidas fotos de Camilo, como la usada en el billete de 20 pesos, la silueta de Camilo que sirvió de referencia para erigir el monumento en el Museo de Yaguajay.

Cuenta que, cuando Camilo decidió pelarse y mandó a buscar a su barbero de la infancia, algunos de los rebeldes tomaron como amuleto los mechones de cabello castaño del Señor de la Vanguardia.

A Verde Olivo, Perfecto llegó con segundo grado de escolaridad y allí se hizo bachiller.

En esa revista militar Perfecto reconoce que maduró profesionalmente: «El trabajo ahí le “zumbaba la malanga”. Era una revista semanal donde predominaba la gráfica. No parábamos, recorríamos el país de punta a cabo. Era tan fuerte la vorágine que no vi nacer a mis hijos: Abdel y Diley».

En cambio tuvo el orgullo de acompañar a Fidel y a Raúl en algunos de sus viajes al exterior, de haber reportado el viaje al cosmos de Arnaldo Tamayo y Yuri Romanenko. Tres Nikon utilizó en la cobertura. El despegue lo tiró a color con zoom telefoto y cámara de motor: «Seguí el cohete hasta que se me perdió en el cielo. Fueron 36 fotos», dice.

En 1987 pasó a integrar el colectivo de la publicación humorística Palante, donde se mantiene hasta hoy. A él agradecemos el testimonio gráfico desde la quinta Bienal Internacional del Humor de San Antonio de los Baños.

A la pregunta: ¿qué foto te falta por hacer?, responde: «Mi mujer; no le gusta que la retraten». En cambio, reconoce que Ada ha sido su retaguardia todos estos años.

El artista ha podido exhibir su obra en Francia, Reino Unido, Italia, México, Estados Unidos, mas le queda la insatisfacción de no haber mostrado sus imágenes al Che, a ese ser excepcional que hace 54 años definió su futuro.

Reconocimientos

Réplica del Machete de Máximo Gómez. Orden por la Cultura Nacional, Medalla Combatiente del Ejército Rebelde. Medalla Vuelo conjunto espacial  soviético-cubano, entre otros.

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