Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Fiestón de quince para Lucas

Los días 24 y 25 de noviembre se darán a conocer los nombres de los realizadores e intérpretes premiados

Autor:

Joel del Río

La temporada 2012 de los premios Lucas, que este año celebran sus tres lustros en pos de una televisión más fresca, vigente, dinámica y popular, concluirá cuando se revelen los nombres de los premiados, realizadores e intérpretes, los días 24 y 25 de noviembre.

En dos partes será la gala formalmente informal, concebida tanto para los afortunados que consigan ver el show en vivo, como para los miles de televidentes interesados en disfrutar de un musical espectacular que muy poco tiene que envidiar a similares foráneos. Porque seguir ciertas pautas para mejor comunicar en nuestros medios con lo que en el mundo se hace, y además establecer cálido diálogo con los cubanos más jóvenes, no conlleva necesariamente a apropiaciones imitativas y aldeanismos despersonalizados.

Lucas es un fenómeno cultural caracterizado por su absoluta pertenencia a «lo cubano» en sus múltiples raigambres y bifurcaciones. Por ello tengo la impresión de que quienes cuestionan la autenticidad del proyecto, por lo general hablan desde el desconocimiento o se atrincheran en la suspicacia sin demostraciones o el rumor sin fundamentos.

Luego de la gala de fin de temporada, y casi de fin de año, se iniciará un nuevo período cuando los videos musicales volverán a ser al mismo tiempo, por lo menos en el contexto cubano, instrumento idóneo para reforzar la publicidad de un fonograma, coartada para exaltar el talento y la gracia de los intérpretes, reconocimiento de nuestro infinito acervo musical, y zona de confluencia entre el solar y el hotel cinco estrellas, combinación de hedonismos fiesteros, tendencias documentales, experimentación con el corte raudo o el plano secuencia, apuesta por la supuesta contradicción entre performance y narración, y muchas, muchas otras tendencias, intenciones y estéticas.

Este fue el año de Ian Padrón. Sus videos para los Van Van titulados Un año después (La costurera) y La maquinaria alcanzaron sendas nominaciones en música popular bailable, y el primero de ellos, además, fue postulado como video coreográfico y entre los más populares del año. Por si fuera poco, el autor de Habanastation fue reconocido también por Ser de sol, que interpretaron Descemer Bueno y Buena Fe (catalogado entre los más populares y en el género de canción y trova) y por Pi 3,14, tal vez uno de los empeños más memorables de esta temporada, nominado en música folclórica, mejor dirección, video del año y popularidad.

Si en Un año después (La costurera) Padrón consigue articular jocosamente al grupo cantando sobre fondo negro con la representación de una historia de abandono, casting de baile y venganza realizada, en La maquinaria falla este mismo intento, pues nunca consigue integrarse la parte de la interpretación ni con la historia de Jorge Perugorría devenido mecánico del carro que maneja Juan Formell, ni con el bailoteo final ni con la sorpresiva e injustificada presencia de algunos amigos famosos. Claro que se comprende la alusión a que los Van Van siguen siendo una maquinaria añeja pero en plenitud de facultades, pero la ilustración en imágenes de esa idea resulta cansona y poco imaginativa.

Ian Padrón tuvo suerte a la hora de poder graficar una de las mejores canciones del año, y de las mejor interpretadas, Ser de sol, cantada por Descemer Bueno y el dúo Buena Fe. Pero el video provocó cierto «escándalo» porque muestra hacia el final, en plano medio, un candoroso beso entre dos mujeres, sin más justificaciones que la intención de legitimar la posibilidad de atracción sexual entre personas del mismo sexo.

Por otra parte, confieso que me desagradaba la canción Pi 3,14, pues si bien me incitaba por su contagioso guaguancó, me parecía inconveniente la insinuación de una palabrota entre enciclopédicos términos geométricos. Y me desagradaba, lo admito, porque una canción de Buena Fe es capaz de implantar modas y generar enorme influencia en tiempos cuando se ha perdido toda cordura respecto al uso de lo que hace años se llamaban «malas palabras». Fue necesario el video de Ian Padrón para que superara mi primera y reconozco que frívola opinión, porque el realizador se concentra de lleno, a través de acercamientos y primeros planos, también sobre fondo negro, a retratar la sucesión de una serie de personalidades, personajes y personas entre los cuales está, por supuesto, el cantante Israel Rojas, de Buena Fe, aportando el hilo conductor, la voz unificadora, aunque nunca deviene omnipresencia egolátrica. Porque el intérprete comparte su canción, más bien pone en boca de todos, los esenciales sentidos implícitos de un texto que exalta valores como la singularidad, la capacidad de resistencia, la amistad, la solidaridad y la rebeldía que nos acompañan como nación, más allá de ángulos, directrices y cálculos.

De modo que las invariables de la cubanía, según parece sugerir el polisémico, vibrante, y además muy disfrutable videoclip de Ian Padrón, puede verse como el rechazo al recitativo de las tablas y los teoremas que intenta dictar el funcionamiento del alma. Así, negros y rubios, niños y niñas, guajiros y peloteros, minusválidos y religiosos, una anciana que se empeña en mantener en movimiento su destartalado ventilador Órbita, dos gemelos que se resisten a vestirse igual, y una muchacha que barre de un golpe las matrioshkas y las sustituye por un Elpidio Valdés, miran fijamente a la cámara, como remarcando la intencionalidad de repetir en coro el rechazo o la aceptación de la constante aritmética, al tiempo que se nos invita, tácitamente, a saber respetar, y el amor repartir, como reza la canción. De este modo, el texto, la música y la representación entre muy diversos personajes intercambian sentidos y mutuamente se enriquecen, en un entramado alegórico que destaca por su transparencia e inteligencia.

Al raudal de metáforas, la mayoría de lecturas demasiado evidentes, se consagra también Cambiará, interpretado y dirigido por X Alfonso, aunque resulte poderosa, digan lo que digan, la imagen del girasol creciendo en una tasa de inodoro. Nominado en las categorías de música fusión, dirección de arte, fotografía, dirección y mejor del año, el video conserva la vocación documental y testimonial de anteriores entregas del autor respecto a ciertas aristas de la marginalidad y la carencia; pero la edición, y por consiguiente el ritmo interno y la duración de los planos se han tornado mucho más reposados y lánguidos, en consonancia con un tema más lírico y melódico.

Y hablando de edición, Afrorritmo, de la Schola Cantorum Coralina, codirigido por Rudy Mora y Orlando Cruzata, rescata y magnifica el principio del corte acompasado con la música, un código rector tanto de buena parte del videoclip internacional, como del cine musical de cualquier época, los experimentos formalistas de transformación de la música en imagen, el documental contracultural de los años 60, y las mejores películas del cine soviético de Octubre.

En un taller de confecciones textiles, en el papel de obreros, se insertan con toda naturalidad los cantantes del prestigioso coro, y el deslumbramiento proviene de una suerte de canción de trabajo, cuyo énfasis «productivo» está marcado por el expresivo manejo de la cámara y el encuadre, y por supuesto del corte, dentro de un conjunto rítmico, intencionadamente sincronizado, como es imprescindible entre coristas, obreros de un taller, remeros, y en todo grupo humano consagrado a una actividad de interés común.

Hay varios otros títulos y realizadores destacables. Pero apenas queda espacio para la mención. Alejandro Pérez parece haber descubierto este año la más segura fórmula del éxito y se coronó monarca de los videos más populares en tanto requirieron de su oficio, y saber hacer, algunos intérpretes capaces de fascinar multitudes. Salte del sartén, de Gente de zona; Siete mujeres, de Insurrecto; Quiero que se enteren, de El Micha; Quisiera volver, de Baby Lores y Descemer Bueno; Tus luces sobre mí, de Descemer en solitario, y Boom Boom, de Baby Lores también en solitario, llevan todos la rúbrica del notable y prolífico autor, alguien que parece saberse todos los secretos de cómo emplazar, o mover, una cámara para lograr la imagen más atractiva.

También clasifican entre los nominados, en las categorías principales, La ñánara, de Rita del Prado y el dúo Karma, en juguetona y polícroma animación que canta a la influencia africana en nuestro lenguaje; Buscando la inspiración, de M Alfonso, una de las fugas más surrealistas y oníricas de este año; Si te hago canción, de Adrián Berazaín, que manipula secuencias, situaciones y escenarios de la película Fábula para construir otra alternativa a aquella historia; y Burbuja feliz, de Osamu, en el cual los efectos especiales logran la ilusión de sobrevolar La Habana en aerostato.

Algunos de los mencionados antes estarán sin dudas entre los ganadores en el gran fiestón de los 15, y de inmediato se iniciará la nueva temporada de los premios Lucas con videos mejores o similares. Porque este proyecto llegó a la cultura y la música cubanas para quedarse, y demostrar que puede hacerse una mejor televisión, más flamante y juvenil, más ágil y sugestiva. Ojalá y quienes historien la Televisión y los medios en Cuba, dentro de 50 años, tengan en cuenta el camino abierto por Lucas a fuerza de decoro, tenacidad y rigor profesional.

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