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Obsesiones teatrales

En la escena cubana contemporánea existen dos teatristas que funcionan como una soberbia maquinaria: el dramaturgo González Melo y el director Carlos Celdrán

Autor:

Lourdes M. Benítez Cereijo

Hablar de Chamaco, Talco o Mecánica es referirse inevitablemente a una dupla que le ha regalado a la escena cubana contemporánea algunos de sus éxitos más notables. Se trata de dos hombres que funcionan como una soberbia maquinaria de teatro: el dramaturgo Abel González Melo y el reconocido director de Argos Teatro, Carlos Celdrán. Ambos vuelven a unir esfuerzo y talento para entregarnos Protocolo, que tendrá solo cinco funciones, antes de que el proyecto inicie su periplo por Europa.

Tal y como hiciera en Mecánica, a partir del clásico Casa de muñecas, González Melo revisita otro texto del noruego Henrik Ibsen, e inspirado en Un enemigo del pueblo ha creado Protocolo para dar continuidad a una línea de trabajo en la cual se cuestiona el concepto de fidelidad, al tiempo que maneja temas como la corrupción y las relaciones de pareja.

Explica el dramaturgo que la pieza se estructura en diez escenas, y a cada una corresponde una regla de esa suerte de decálogo protocolar, que en el transcurso de la obra se va desmembrando y descomponiendo.

Carlos Celdrán retoma esta otra versión de Un enemigo del pueblo justo cuando se cumple una década de que dirigiera esa pieza en el Teatro Nacional de Cuba. Precisamente «uno de los montajes más relevantes de Argos Teatro y uno de los referentes de mi trabajo. Me atemoricé cuando Abel me lo dijo porque para mí esa obra era una cota ya lograda».

Protocolo se erige además como la arrancada de un año que para Argos Teatro será en extremo intenso, ya que la compañía estará celebrando su vigésimo aniversario. «Cumplir 20 años en el teatro no es fácil, afirma Celdrán, porque es un largo viaje en el que tienes que encontrar tu lenguaje y tu público. Es necesario saber quién eres teatralmente. Han sido muchas las etapas en las que he tenido que despojarme de lo aprendido para aprender y reinventarme todo el tiempo».

Confiesa el director que le sedujo del proyecto la reubicación y recontextualización en un mundo contemporáneo. Si en Mecánica se ofrecía un paisaje de Cuba, en Protocolo la trama se sitúa en España y dirige la atención hacia un asunto medular para esa nación en estos momentos: la crisis de poder y económica. «Abel tiene una vertiente dramatúrgica para España porque está viviendo entre los dos países. Por mi parte, he trabajado mucho allí y siento la necesidad de dialogar con esa realidad de un modo profundo. Más que Un enemigo del pueblo, lo que me interesó fue la reflexión actualizada de España, además del hecho de poder hacerlo con dos actores a los que quiero mucho», subraya Celdrán. Se refiere al primer actor Ernesto Arias y a la joven Paloma Zavala, quienes visitan Cuba por vez primera, invitados por el Consejo Nacional de las Artes Escénicas y el Centro Cubano del Instituto Internacional del Teatro (ITI), con el apoyo de la Embajada de España en la Isla.

El también Presidente del Centro Nacional del ITI afirma que en este montaje el espectador encontrará las mismas obsesiones    teatrales de siempre: «Un trabajo transparente, en el que lo importante es la sencillez del actor; sin retórica, manierismo o teatralidades expresivas. Una propuesta en la cual los actores pueden expresarse, conversar, hablar entre ellos… Para mí este espectáculo constituye como un estudio de actores, con la particularidad de ser algo mucho más íntimo, porque son solo dos histriones y sus verdades».

Al respecto, Abel González Melo ha escrito que con la saga insiste en «devolver estos paisajes interiores al foro cívico que es el teatro: un mapa humano donde el deber público choca con la intimidad. Y donde la mítica idea del héroe romántico propuesta por el autor noruego estalla en mil pedazos al pactar con una paradoja inevitable: ¿a quién, a qué ser fiel?».

El multipremiado dramaturgo parece que no descansa. Cuando el 22 se esté celebrando en Cuba el Día del Teatro, en Chicago se estará estrenando su obra Epopeya, merecedora del premio Virgilio Piñera. Pero mientras ese momento llega, seguramente conquistará, junto a Carlos Celdrán, a los espectadores cubanos por cuarta vez.

A Abel le complace repetir con Celdrán, y es que Carlos tiene «una generosidad que lo convierte en un maestro para despojarse de todo y entregarse a tu texto con una absoluta reverencia y muchos deseos de manipularlo por dentro. Por eso cuando escribo lo hago pensando en los rostros de Argos y eso me ayuda, porque creo que puedo construir personajes de verdad para dialogar con espectadores de verdad».

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