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Me encantan los retos profesionales

De bibliotecóloga a actriz, un salto de protagonismo en palabras de la carismática y gustada intérprete cubana

Autores:

Abel Castillo Noriega
Indira Pérez Borges

Si tuviéramos que definirla con una palabra elegiríamos, definitivamente, comunicativa. Aunque nuestra cita era ya una deuda pendiente aplazada por esos azares y contratiempos de la cotidianidad, bastaron unos pocos minutos de conversación para percibir que la espera había merecido la pena. Locuacidad, sencillez y carisma se unen en Ariana Álvarez, joven actriz y locutora que se define a sí misma como una persona perfeccionista, autocrítica e inconforme.

—¿En qué momento supiste que estabas ligada al arte?

—Yo no quería ser actriz. De niña hacía ballet y gimnasia. Recuerdo que mi papá me preguntó si deseaba actuar o estar en algún grupo de teatro y yo le dije que no, porque no me gustaba. Fue a los 15 años aproximadamente que me empecé a interesar por el tema; para ese entonces ya me había vinculado a la locución radial.

«Entré al grupo de teatro Olga Alonso en el cual me mantuve por tres años y en el que aprendí, pues es como una escuela teatral de categoría nacional para jóvenes actores.

«Luego llegué a la televisión con el programa musical A moverse; como presentadora me sentí muy cómoda, pues ya venía con cierta experiencia como locutora y con dominio escénico, conocimientos de lingüística y dicción».

—¿Cómo fue ese salto a la telenovela Destino prohibido?

—A Jesusa (el personaje) le profeso mucho cariño, porque además de ser mi primera experiencia como actriz en televisión, tiene mucho que ver conmigo, nos parecemos. Exigió mucho de mí, me tocó ir aprendiendo sobre la marcha cómo se hacían las cosas en la televisión.

«Mi formación teatral me permitió alcanzar un nivel de concentración alto para representar a Jesusa, cuyo drama era muy fuerte y poseía una sicología bastante complicada.

«En ese momento yo también estaba atravesando por situaciones sentimentales que me ayudaron a involucrarme mucho más con el personaje y con el público».

—¿Cuánto puede aportarte una carrera como la que estudiaste (Ciencias de la Información) a tu actual profesión?

—La Bibliotecología te brinda herramientas para manejar la información, para acceder a ella; te ayuda a buscar, investigar y clasificar, todo lo cual resulta fundamental tanto para la actuación como para la locución. Por ejemplo, a la hora de montar un personaje utilizo muchos métodos que estudié en mi carrera: la observación, la búsqueda, el análisis, y a partir de ahí puedo darle forma a mi interpretación y comprender mucho mejor a la persona que voy a representar.

—Hay conductores que en sus presentaciones adoptan una personalidad diferente a la suya. ¿Tiene la locución un poco de actuación también?

—Los locutores no son personajes. Yo creo que un locutor es esencialmente de la misma forma en todos los ámbitos, o así debería ser. No creo que haya que inventarse un personaje para llegar a la gente. Mientras más natural, espontánea y comunicativa seas, más logras conectarte con los oyentes.

«Ambas profesiones tienen puntos de contacto, pero no me gusta mezclarlas. En la actuación debo dejar de ser yo misma para convertirme en otra persona, con sicología y características determinadas.

«En la radio, como locutora, soy Ariana, converso con familiaridad, no obstante, me obligo a perfeccionarme cada día más en cuanto a la dicción, la improvisación y a acumular un bagaje cultural lo más amplio posible, que me permita poder entrevistar a personas de todas las ramas. Me siento segura en ambas profesiones, porque una le aporta a la otra».

—¿Qué te haría rechazar un personaje?

—Un mal guion. Si mi personaje está bien fundamentado, tiene motivaciones, intereses propios, altibajos dentro de la trama, características que lo hagan creíble… no lo pienso dos veces. Sin embargo, está la cuestión económica que nos afecta a todos y nos obliga a veces a pasar por alto algunas cosas. Por suerte me han tocado personajes carismáticos, con los que el público se identifica, y bien escritos. Eso lo he sabido aprovechar.

—¿Le temes al encasillamiento?

—Me aterra ser víctima del encasillamiento. En telenovelas como La cara oculta de la luna, Polvo en el viento y Bajo el mismo sol, por ejemplo, me tocaron roles con muchos puntos de contacto, todos tienen valores un poco distorsionados. Tanto Yamina y Mónica como Roxana podrían tomarse como marginales, sin embargo, yo nunca las vi así. Tuve que comprenderlas para poder defenderlas.

«Descubrí que cada uno de esos personajes tenía sus razones para ser como eran y actuar como lo hacían.

«En Tras la huella también he interpretado mujeres con trastornos del comportamiento. Por eso temo que me estén encasillando y que me ofrezcan siempre roles conflictivos, carentes de valores, con bajo nivel cultural. Me gustaría que los proyectos televisivos que me propusieran no tuvieran puntos de contacto con los anteriores».

—¿Lo que más disfrutas?

—Estar a solas conmigo misma, la tranquilidad, soy una persona un poco ermitaña. Disfruto ser sincera, aunque en ocasiones me traiga problemas, adoro a los niños y a los perros. Me encantan los retos profesionales. Y me gusta mucho conversar. Ya se habrán podido dar cuenta de eso.

—Un proverbio español reza: «Nadie salió actor de una academia si no lo era cuando entró». ¿Cómo lo ves tú?

—Según Humberto Rodríguez, uno de los mejores profesores de actuación que he tenido, el actor tiene que nacer actor… La experiencia me ha demostrado que es cierto. La actuación se lleva dentro, la escuela solo te ayuda a perfeccionar las técnicas e ir moldeando ese talento natural. A veces me doy cuenta cuando camino por ahí, que hay grandes actores por la calle que no saben que lo son.

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