Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

De lo oculto a lo popular, y «viceversamente»

Dos horas de entretenimiento sostenido resultan de la confluencia de tres humoristas surgidos en diferentes generaciones

Autor:

Jorge Alberto Piñero (JAPE)

Entre las propuestas que optaban por el premio al mejor espectáculo del año, resultó ser elegido el nombrado (muy bien nombrado) De lo oculto a lo popular, según diera a conocer Kike Quiñones, director del Centro Promotor del Humor, en la reciente clausura del Aquelarre 2019.

Puedo afirmar que dicha selección no me tomó por sorpresa, porque ya me había impresionado cuando disfruté de la puesta de dicho espectáculo, en el teatro Karl Marx. Confieso que jamás hubiera creído que se podría lograr tanta compatibilidad entre estilos tan diversos de acercarse al humor, al buen humor.

Otto Ortiz, el Nene; Miguel Moreno, la Llave; y Julio César Rodríguez, el Habanero, desde mucho tiempo atrás presentaron credenciales en las labores de nuestro humor desde formas distintas de concretar su proyecto. No pienso que alguna fuera mejor o peor, simplemente maneras diferentes de concebir su arte en la escena, obteniendo siempre como resultado final la aceptación y la popularidad.

Tres humoristas surgidos en diferentes generaciones, o momentos de la escena y los medios de comunicación en Cuba, corren la misma suerte en una propuesta que logra mantener un nivel sostenido de comicidad durante dos horas y más.

Otto Ortiz presenta una obra madura, con el sabor de antaño, el humor de los años 80, del Movimiento de Jóvenes Humoristas, del trabajo sólido en grupos como Los Hepáticos y Posdata, que ha devenido magnífica apropiación del stand up comedy. Es para mí, de los mejores en Cuba en esta modalidad, muy de uso en el mundo del espectáculo humorístico internacional.

Miguel Moreno, por su parte, ha desarrollado un estilo que se asienta más en el grandioso guion y en un soberbio histrionismo y dominio de la gestualidad. Miguel desembarcó en la capital en aquellos cursos de verano que convocó el ya pujante Centro Promotor del Humor en los años 90, junto a su laureado grupo Komotú. Su humor se lanza desde el trampolín que significa su ya antológico personaje la Llave. Juego de palabras, absurdo, crítica social aguda, son el sello de este autóctono guantanamero de modestia y entrega significativa.

Julio César, el Habanero, que para muchos ha sido la agradable sorpresa en esta fusión, no proviene de una formación académica que pudiera sustentar una puesta rebuscada y conceptual en escena, sin embargo, este santiaguero de pura cepa tiene el don de la simpatía natural, del dominio del espectáculo a través de su interrelación fresca y campechana con el público. Explota con equilibrio (aunque por momentos nos pueda parecer excesiva) la jerga popular y la fraseología que linda con la marginalidad. El chiste verde, polémico y polisémico que siempre han sido herramientas de nuestro más genuino teatro vernáculo.

De lo oculto a lo popular es una certera estocada a aquellas opiniones, las más conservadoras, sobre el elitismo en el arte, particularmente cuando de reír se trata. No estoy negando la necesidad de una mayor elaboración y profesionalidad en los proyectos que presentamos en nuestros espacios de humor. Hablo de la heterogeneidad del público, que es capaz de asimilar todos los códigos, de mayor o menor «nivel intelectual». Quizá en esta experiencia valdría recordar un par de máximas que cumplen la doble condición de culta y popular: «Todos los caminos llevan a Roma», y «El fin justifica los medios», siempre que de buen humor estemos hablando.

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