Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Aún hay Anette para rato

Para las bailarinas es un poco complicado determinar cuándo es el momento justo para asumir la maternidad y hacer que la familia crezca, porque significa que contraen una responsabilidad mayor

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Había tenido alegrías. Muchas. Conocía a la perfección lo que significaba ser feliz. Pero esta felicidad nació para ser eterna. Para desbordarla. Se nombra Ainhoa, mas pudo haberla llamado Bendición. Lo supo desde que sintió que una pequeña luz empezaba a crecer en su interior para, en apenas nueve meses, iluminarla toda. Otras hubieran podido entrar en «pánico», creer que en lo adelante se vendría abajo una carrera brillante que necesita del cuerpo, que exige que este sea casi perfecto, pero ni por un solo segundo Anette Delgado, primera bailarina del Ballet Nacional de Cuba (BNC), pensó en las sombras.

«Es cierto que para las bailarinas es un poco complicado determinar cuándo es el momento justo para asumir la maternidad y hacer que la familia crezca, se haga más fuerte. También lo es para los bailarines, porque significa que contraen una responsabilidad mayor. En mi caso no me dije: “Voy a parar para tener a mi bebé y ver qué pasa”. Simplemente llegó. Sucedió justo cuando mi carrera vivía una madurez plena, pero no hubo temor, por el contrario, disfruté cada etapa, cada transformación que fue experimentando mi cuerpo. Sabía que en la misma medida que se iba intensificando mi amor, tenía que aumentar mi esfuerzo, mi entrega», reconoce quien protagonizó en la tarde del domingo, en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, el Concerto DSCH, de Alexei Ratmansky, coreografía que cerró el programa concierto y la temporada que el BNC ha dedicado a los 500 años de la otrora villa de San Cristóbal.

«Durante un año permanecí alejada de los escenarios, aunque todos los días de clases, hasta que se cumplieron los siete meses cuando ya era demasiado el peso de la barriga, me mantuve haciendo mi entrenamiento; y sí fue duro el comienzo. Esperé a que transcurrieran tres meses porque había sido cesárea y debía esperar un poco más de tiempo para iniciar mis estiramientos y el trabajo de fortalecimiento muscular.

«Admito que cuando me puse a realizar mis ejercicios de ballet, llegué a creer que sería imposible, que no lo conseguiría, pues el cuerpo cambia completamente y hay que volverlo a “domar”. Sin embargo, no me dejé vencer. Una vez más comprobé que trabajando con seriedad, con persistencia, se puede lograr lo que te propongas; fui consciente de que los imposibles se acaban cuando hay metas, sueños que cumplir», aseguró a JR quien en cinco meses ya estaba bailando Cenicienta, en la sala García Lorca del coliseo de Prado.

«Es mi Ainhoa, mi niña hermosa, la que me da las fuerzas para seguir; tenerla en mis brazos, sentir su calor, su  respiración pausada, su olor, lo que me hace creer que el mundo nos pertenece. Es ese sentimiento de madre del cual tanto oyes hablar, que intentas imaginar, pero que no aquilatas su grandeza, su poder, hasta que se apodera de ti. Entonces eres capaz de imponerte desafíos incluso mayores, no solo por ti, sino por ese hijo que te necesita feliz, realizada, indetenible», afirma quien ya anda pensando en un futuro hermano para su pequeña.

Se trata de una carrera que exige mucho tiempo y entrega. ¿Cómo te compartes, cómo le das amor, cómo la atiendes?

—Es complicado. Dani (Hernández) y yo nos compartimos la responsabilidad de cuidar de nuestra beba, sin perder de vista todas las que nos tocan como primeros bailarines de la compañía. Es duro estar en función de todo lo que requiere un niño, cuando es de tan corta edad y depende ciento por ciento de ti, pero estas grandes emociones que estamos viviendo hacen que el esfuerzo apenas lo notemos. Por supuesto que nos han tocado muchas noches de desvelo, madrugadas en las que sentimos que vamos a desfallecer, que caeremos rendidos con ella en nuestros brazos, pero uno saca energía hasta de donde no hay (sonríe). Nos ayudamos mutuamente, nos repartimos las tareas, y contamos con el apoyo de mi mamá, que es nuestro principal pilar. Los días de funciones son los más complicados, porque el trabajo se realiza, sobre todo, de noche, cuando ella demanda un poquito más de sus padres.

«Sin embargo, no estamos ante problemas que no podamos solucionar. Es parte de la vida, a nosotros nos toca enfrentar ahora lo que antes hicieron muchos otros, y salieron victoriosos. No es un secreto: a veces tenemos sueño, estamos cansados, porque después de una jornada intensa debemos llegar a la casa y dedicarle tiempo, amor; jugar y hablar con ella, pasearla... Igual, todavía es muy pequeñita (cumplió un añito el pasado 8 de octubre) y sé que vendrán etapas tal vez más difíciles, pero lo estamos disfrutado al máximo».

Regresar con Cenicienta, un ballet tan exigente desde el punto de vista técnico, debió haber sido un enorme desafío. ¿Cómo pasaste esa prueba de fuego?

—Con cierto temor, no lo niego. Porque, en primer lugar, no me sentía completamente preparada desde el punto de vista físico; todavía no había «encontrado» mi cuerpo, ese al que estoy acostumbrada. Realmente me hallaba un poquito más llenita y la espalda aún no cedía, como resultado de esos procesos por los que transita una mujer cuando está embarazada. De hecho, todavía amamantaba a mi hija, es decir, que no escasearon momentos en que estuve a punto de desistir, pero Dani, mis padres, la familia, los amigos no pararon de animarme, de darme seguridad, así fue como pude reunir las fuerzas y romper esa inercia.

«En todo este tiempo tuve a mi lado al maestro Félix Rodríguez, primer bailarín de carácter del BNC, quien empezó a prepararme desde el principio y al cual agradezco públicamente, aprovechando esta oportunidad que me ofrece JR. Desde que me incorporé a los tres meses, realizó conmigo en el salón una labor muy privada, constante, paciente, metódica; trabajamos en la barra, pero también me orientó muchos ejercicios para ir preparando y fortaleciendo la musculatura. Fue esencial su papel para que pudiera regresar a la escena con Cenicienta. Ahí siempre estuvo empujándome, levantándome, cuando a veces yo me sentía derrotada y pensaba que tal vez andaba violentando mi cuerpo demasiado pronto.

«Quizá esta no resultó una función de la cual me sentí plenamente satisfecha, ni con el cuerpo ya dispuesto en un ciento por ciento, pero fue bonita, como una prueba para mí misma. Lo más importante es que con esta Cenicienta apareció un sentimiento diferente, lo que sentí fue nuevo para mí, como si se tratara de una Anette más completa, todavía más humana... Es extraño de explicar, porque viví emociones que desconocía. Entonces fue una función que recordaré siempre, porque me vi bailando de una manera diferente».

En lo adelante, el público se ha vuelto a encontrar con una Anette radiante, que no ha parado de bailar...

—Ya estoy en forma física y mentalmente. Después de Cenicienta y de la gira de España, todo comenzó a fluir mejor. Lo  más complicado, sobre todo cuando me encontraba tan lejos de Cuba, era la parte anímica, por la separación de la niña. Pero ya había aparecido la Anette de antes, que se sentía recuperada por completo tras haber pasado por el ansiado capítulo de la maternidad. Ahora la gente me dice que incluso luzco más delgada.

«Me hallo muy contenta, en el sentido de que sí, paré, en apariencia “perdí” un tiempo tal vez valioso de mi carrera, pero al final estoy convencida de que gané en experiencia, en madurez, en amor, en el privilegio que he tenido de ser invadida por este otro tipo de sentimiento: el de una madre llena de esa poderosa fuerza interna que un hijo siempre provee».

Como si no te bastara con el Ballet y la niña, supe que andas enredada en tu tesis para graduarte como licenciada en Arte danzario del ISA...

—¿Qué decirte que no imagines? La tesis me trae loca, ansiosa por terminar (sonríe). Ya estoy casi en la recta final, solo me resta aportar los últimos detalles para presentarla en los últimos días de noviembre o a principio de diciembre.

«Ha sido un trayecto arduo por los estudios que demandó, pero, al mismo tiempo bonito, estimulante en lo intelectual, en que compartí con un grupo muy especial, no únicamente porque los cinco años se llevaron a tres (era un curso de trabajadores), sino también por sus integrantes: primeras figuras del Ballet Nacional, de Danza Contemporánea de Cuba, junto al director de Tropicana. Hemos hecho mucha química y nos hemos ayudado mutuamente. Hemos vivido momentos que no olvidaré».

Se te vio muy afectada con la reciente desaparición de Alicia Alonso, la prima ballerina assoluta...

—Todo fue muy extraño, porque aunque sabíamos que ese triste momento podía llegar, la muerte de nuestra Alicia nos tomó por sorpresa a todos, quizá porque uno cree que personas tan grandes como ella, tan esenciales, nunca nos dejarán. Cuando me dieron la noticia fue terrible lo que sentí, una angustia indescriptible. Será difícil no tenerla: por una parte, un genio, una artista superdotada, que inspiraba respeto; y por otra, tan humana, tan fácil de poder llegar a ella.

«Le agradezco muchísimo por todos los conocimientos que transmitió, sobre todo en esta última etapa, en que me ayudó a completar Giselle, con sus consejos, con las historias que me contaba, descubriéndome un mundo de detalles... Recuerdo que cuando Ainhoa tenía como tres meses, se la llevé a la casa. La cargó y me dijo: “Un hijo es un regalo muy especial, una bendición que nos da la vida”. La recordaré por siempre. Alicia estará en cada uno de nosotros. Aquí nos dejó su legado, nos toca a nosotros mantener sus enseñanzas, lo que ella nos dejó, es para toda la eternidad».

No sé por qué motivo, pues luces espléndida, se empezó a correr la bola de que no bailarías más...

—Yo también quedé sorprendida. Una noche, no hace mucho, me levantó el timbre insistente del teléfono. Eran amigos que viven fuera de Cuba y que vieron la noticia. ¿Es cierto?, me preguntaban y yo sin entender de qué me hablaban. Entonces me explicaron: había salido un escrito en el que aseguraban que había renunciado al BNC... A los malintencionados solo puedo decirles que aquí sigo, manteniendo intacta mi pasión, bailar. Que aún hay Anette para rato.

 

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